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Pablo Ibar: cartas desde el corredor de la muerte

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Rafa Julve

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Mientras esperaba las cartas que Pablo Ibar le tenía que enviar desde el corredor de la muerteAlfonso Flores se imaginaba al preso hispanoestadounidense vestido con un mono naranja y sentado sobre la diminuta cama de una celda gris y desangelada de la cárcel de Raiford, Florida. La huella de las películas de Hollywood emerge del subconsciente cuando tratamos de dibujar en la mente ciertos escenarios. Alfonso también se podría haber imaginado a Pablo sentado en el suelo, apoyado en una pared de hormigón y con las rodillas flexionadas para poder colocar el papel sobre las piernas y escribir así sus deseos de libertad.  ‘La milla verde’, ‘Ejecución inminente’... Toda imagen de ficción dista mucho de la realidad cuando te llega a casa un sobre cuyo remitente lucha por revocar su sentencia a la silla eléctrica, acusado apenas sin pruebas de asesinar a tres personas en 1994.

Cinco cartas llegó a remitirle Pablo a Alfonso. Una de ellas se extravió, pero las otras cuatro las conserva este barcelonés como oro en paño. Todas fueron escritas en la primera mitad del 2016, justo cuando el drama del recluso dio un vuelco que en breve tendrá su desenlace. Tras ser condenado a la pena capital en el 2000 y pasarse 16 años en el corredor de la muerte, el Tribunal Supremo del estado de Florida accedió a repetir el juicio al constatar irregularidades en los litigios anteriores. El propio Ibar así lo relataba en una misiva el 24 de marzo del 2016: "Estoy muy contento y lleno de esperanzas. Después de tantos años luchando para conseguir un juicio nuevo, por fin, logré ganarlo". Este 2019 ha tenido otra oportunidad para seguir proclamando su inocencia e intentar abandonar un lugar que él mismo definía como "lleno de oscuridad, tristeza y soledad". Eso es el corredor de la muerte. Sin filtros.

"El corredor de la muerte es un lugar lleno de oscuridad, tristeza y soledad"

Pablo Ibar

— 7 de enero del 2016

Alfonso Flores siempre ha creído a pies juntillas en Pablo Ibar, que ahora cuenta 46 años. Por eso ha decidido hacer públicas aquellas cartas, por si pueden ayudar a liberarlo. "Nunca voy a dejar de luchar para demostrar mi inocencia. Hasta mi última respiración", subrayaba el reo en la primera carta, del 7 de enero del 2016. Alfonso nunca ha dudado de él. Por eso un buen día decidió coger papel y bolígrafo para decírselo.

La escuela de adultos

Este exconserje de EL PERIÓDICO llevaba varios años jubilado cuando decidió apuntarse a la escuela de adultos de Caldes de Montbui, para la que no tiene más que elogios por su labor. También hacia al ayuntamiento de aquella localidad por su respaldo a ese centro. Allí mejoró sus conocimientos en inglés, en literatura y también en informática, lo que le permitió navegar a toda vela por internet y no perder detalle del 'caso Ibar'. De Pablo sabía que su padre es de origen vasco, que es sobrino del famoso boxeador de los años 60 y 70 José Manuel Ibar Azpiazu, Urtain, y que esos vínculos con Euskadi le convirtieron en un buen jugador de cesta punta. También recordaba que había obtenido la nacionalidad española a principios de siglo (en el 2002) cuando ya estaba en el corredor de la muerte…

Entonces, a finales del 2015, cuando Alfonso echaba una mano en algunas clases a los profesores de la escuela de adultos de Caldes, uno de los alumnos le comentó que para practicar en la escritura de cartas había enviado una a Pablo Ibar y este le había respondido. Eso le animó a él a hacer lo propio. Quería felicitarle el Año Nuevo y expresarle todo su respaldo.

"Muchas gracias por tus palabras [...]. Siempre me da mucha ilusión cuando recibo una carta de gente que no me conoce y me da su apoyo. Me ayuda mucho más de lo que puedes imaginar [...]. Me siento más que un número", le contestó Pablo a Alfonso el 7 de enero del 2016. Pese a lo complicado de su situación, aquel hombre mostraba una entereza encomiable. Era él quien trataba de insuflar ánimos: "No te preocupes, que estoy bien y nunca voy a dejar de luchar"; "cuando salga viviré en España y voy a recuperar el tiempo perdido".

No dejaba de expresar sus ganas de volver con su amada familia e incluso trataba de sacar la parte buena de las situaciones más tristes: "Yo trato de ser igual todos los días, no muy bajo ni muy contento. Así es como yo puedo sobrevivir en este lugar tan oscuro. Mi madre se murió en 1998 con solo 49 años de cáncer, pero ella siempre me decía, cuando me sentía triste, 'levántate y pa’lante'. Mañana va a ser otra oportunidad". "La echo mucho de menos. Por lo menos, nunca tuvo que ver a su hijo mayor estar en el corredor de la muerte". Porque Pablo no entró allí hasta el 2000, después de un primer juicio declarado nulo en 1997 al no haber veredicto unánime por parte del jurado y tras otro proceso judicial del que sí salió sentenciado pese a que no había pruebas de ADN y toda la acusación se sustentaba en un vídeo de ínfima calidad en el que supuestamente aparecía él pero que un experto ha dudado ahora de que así fuera.

Giro de los acontecimientos

"Todavía puedo hablar español y escribir. No es perfecto pero me puedo defender. Mi madre era cubana y en nuestra casa solo se hablaba español", relataba en aquella primera misiva. Fue la más larga de todas las que le envió a Alfonso (dos hojas y media) y también la más nostálgica. En las dos siguientes hubo un giro de los acontecimientos que le desbordaron la emoción: tras persistir en las apelaciones, el Supremo había anulado la condena "por la ausencia de pruebas físicas" y le concedía un nuevo juicio. "¡Wow! Mi familia y especialmente mi maravillosa mujer estamos muy pero que muy contentos. Ahora por fin voy a poder tener una defensa buena y demostrar mi inocencia", se ilusionaba el 24 de marzo del 2016. Gracias a las aportaciones de diferentes instituciones y personas anónimas, Pablo había logrado contratar los servicios de un equipo de abogados coordinado por el reputado Benjamin Waxman; nada que ver con el letrado Kayo Morgan, a quien sus baches personales (sufrió una enfermedad y tuvo problemas con su mujer, que era drogadicta) le impidieron amparar como era debido a su cliente.

Tanto en esa carta como en la posterior, del 13 de abril del 2016, Ibar le expresaba a su "amigo" su anhelo de no volver a "tener que oír los ruidos de prisión y tener que ver las barras". También le advertía de que la nueva situación le mantendría "más ocupado" preparando el juicio y conllevaría un traslado de cárcel. Eso posiblemente le impediría responder a sus cartas. "La última vez que estuve no nos dejaban enviar correo internacional", rememoraba. Y así fue. A partir del cambio de prisión las cartas de Alfonso eran devueltas con un “'refused'” (rechazado), aunque antes hubo una última misiva, del 17 de mayo del 2016.

"Deseo poder despertarme libre al lado de mi mujer y nunca tener que oír los ruidos de prisión"

Pablo Ibar

— 13 de abril del 2016

Muy animado con su "equipazo de abogados" mientras aguardaba su salida del corredor de la muerte, Pablo incluso demostraba en aquel texto estar al tanto de lo que ocurría en España. "Veo que todavía no han arreglado el Gobierno. Se parece que van a tener que votar de nuevo (el PP había ganado las elecciones generales pero se tuvieron que repetir seis meses después). Todo es cuestión de tiempo y pronto va a resolverse", pronosticaba. "También vi que el Barça ganó la Liga. ¿Cómo no, con ese equipazo que tiene cómo va a perder? Ahora el Real creo que va a ganar la Champions al Atlético, por lo menos será un equipo español. El mejor fútbol del mundo se juega en España".

A renglón seguido volvía a plantear sus sueños de pasear libre con su mujer y "tomar un helado como si todo fuera normal". "No voy a dejar de mantenerme en forma en cuerpo, mente y espíritu", insistía, y recogiendo la invitación de Alfonso de viajar a Barcelona a visitarlo cuando pasara la pesadilla, remataba: "Puedes contar los días que vamos a tomar una cerveza. Tú me invitas, ¿verdad?". Pocos finales podrían ser mejores.