Vida sana

Más allá de la dieta y el deporte: las hormonas que interfieren en tu físico y salud

Ganar o perder grasa parece muy fácil en la teoría: mantener un superávit calórico o un déficit calórico. Pero aunque para los ojos de los demás la única solución es la fuerza de voluntad, la realidad para la gran mayoría no es así de simple.

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Una mujer corriendo en una cinta de correr en un gimnasio

Una mujer corriendo en una cinta de correr en un gimnasio / EPC

Inés Sánchez

Inés Sánchez

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La obsesión por encajar con los cánones que marca la sociedad se dispara con la llegada del verano. Las redes sociales y los anuncios multiplican la presión social que se ejerce especialmente hacia las mujeres jóvenes, a quienes se les "obiga" a lucir un cuerpo normativo.

Ganar o perder grasa parece muy fácil en la teoría: mantener un superávit calórico -consumir más calorías de las que gastas- o un déficit calórico - consumir menos de las que quemas-. Pero aunque para los ojos de los demás la única solución es la fuerza de voluntad, la realidad para la gran mayoría no es así de simple. El problema se ubica en las hormonas y neuroreguladores, que son los encargados de dar unas señales de saciedad y hambre que no siempre se corresponden con lo correcto. No es cuestión de no ser suficientemente tenaz.

Casi todos los reguladores del hambre se encuentran en el hipotálamo. "Es la región donde se integra una compleja red de vías neuronales que regulan el hambre y la saciedad", explican los investigadores del estudio 'Regulación neuroendócrina del hambre, la saciedad y mantenimiento del balance energético' "Cuando se dañan los núcleos hipotalámicos ventromedial y paraventricular se originan hiperfagia y obesidad y el daño del hipotálamo lateral produce anorexia severa y pérdida de peso corporal", añaden.

Las hormonas del hambre

Los dos elementos claves para comprender este proceso son la leptina y la grelina, integradas en el hipotálamo y conocidas como "las hormonas del hambre". La grelina es la encargada de promover la sensación de apetito y la leptina tiene la función contraria, hacernos sentir que ya estamos saciados. Además, están muy relacionadas con la energía que tenemos para hacer deporte o cualquiera otra actividad.

Si estas dos hormonas funcionan bien, el proceso de ganar o perder grasa será más sencillo. El problema es que las personas con obesidad, o las extremadamente delgadas, su organismo no funciona correctamente. La resistencia a la leptina hace que el organismo nunca envíe la señal de dejar de comer, como si nunca estuviéramos saciados del todo. Dormir bien también será esencial para el funcionamiento de ambas, ya que descansar poco provoca un mayor nivel de grelina y un descenso de leptina.

También es muy importante la insulina, una hormona peptídica. "Tiene un papel fundamental en la regulación del metabolismo. Al igual que leptina, los niveles circulantes de insulina están en relación directa con la cantidad de tejido adiposo", aseguran los investigadores. "La insulina ayuda a la formación de tejido graso y aumenta la producción de leptina: tiene efecto anorexígeno. Asimismoo, estimula la actividad de señales de saciedad con efectos catabólicos", escriben en el estudio.

Péptidos del hambre

El GLP-1 (Péptidosimilar al glucagón) y el GIP (Polipéptido insulinotrópico dependiente de la glucosa) están adquiriendo mucha atención en los últimos meses. Estas dos hormonas también tienen mucho que ver con el apetito. Se encargan de liberar la insulina y mover la glucosa en sangre, lo que se refiere a controlar el nivel de azúcar después de las comidas. Un nivel bajo de insulina puede producir diabetes, y uno demasiado alto, puede conllevar hipoglucemia. La correcta activación de ambos potencia la secreción de insulina, disminuye el consumo de energía, y mejora la sensibilidad a la insulina. 

Neurotransmisores

Además de las hormonas, cabe poner especial atención a los neurotransmisores. Relacionados con las emociones, también tienen un papel muy importante en la conducta alimentaria. Por eso, cuando alguien está sobrepasando una etapa de estrés tiene mucho más apetito de lo habitual.

La dopamina es una de las 'hormonas del bienestar', y está relacionada con el deseo. Comer chocolate o hacer deporte hace que el cuerpo libere dopamina. Regula la atención, el sueño y aumenta la frecuencia cardíaca. Este neurotansmisor hace que el cerebro sienta una recompensa, pero tiene más que ver con el deseo de placer que con el propio placer. El problema viene que, de la misma manera que una persona con un índice de grasa saludable necesita una onza de chocolate para satisfacer a su cerebro, una persona con obesidad necesitará el triple.

También son esenciales las endorfinas, que reducen el estrés y mejoran el estado de ánimo. Tienen la función de regular el equilibrio emocional. Conocida como un analgésico natural, se libera tras disfrutar de una cena con amigos, ir a un concierto o hacer deporte. La serotonina es otro de los elementos a destacar: regula la actividad de otros neurotansmisores y está relacionada con activar el apetito y el sueño. Da al cuerpo sensación de satisfacción después de comer. No tener un nivel correcto de serotonina provoca sensación de tristeza y sueño.