Juicio en Koh Samui

Daniel Sancho ultima su declaración "a vida o muerte": los juristas dudan del éxito de apelar a la legítima defensa

Está previsto que el acusado, que se enfrenta a la pena capital, declare este miércoles, un día antes de lo previsto, si los cortes de luz no obligan a posponer la vista

Fuentes jurídicas cuestionan la estrategia de la defensa, que viró a la defensa propia tras la confesión del crimen

Juicio de Daniel Sancho en Tailandia, en directo hoy: la última hora sobre el asesinato de Edwin Arrieta y declaraciones

Daniel Sancho

Daniel Sancho / Mediaset

Adrián Foncillas

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La cárcel y el tribunal provincial de Koh Samui, escenarios últimos del caso más mediático en décadas en España, descansan al pie del mismo valle. El primero es un armonioso complejo de edificios de tonos dulces que lo alejan del rigor penitenciario mientras el segundo parece un zafio apósito al que el cemento y las líneas rectas conceden una gravitas que arruina el paisaje. Si atendemos a la costumbre, Daniel Sancho se adentrará en sus intestinos por un lateral a bordo de un vehículo con las lunas tintadas a toda velocidad y declarará protegido de la numerosa prensa desplazada hasta Tailandia.

El caso llega a su jornada capital con antelación, otro síntoma del carpetazo que pretende darle Tailandia cuanto antes. Apenas han pasado ocho meses desde que una inmigrante birmana encontrara varios pedazos del cadáver del cirujano colombiano Edwin Arrieta en un vertedero de la vecina isla de Koh Panghan y Sancho fuera detenido por su asesinato con premeditación y descuartizamiento. La policía entregó sus conclusiones tras una labor de dos meses que involucró a una treintena de personas (policías, forenses, buzos…), un capital humano sorprendente en la pequeña y turística isla del Golfo de Tailandia.

Fin a los testimonios de la fiscalía

Los testimonios de la fiscalía, casi una treintena, han desfilado por la corte durante las dos primeras semanas: los policías que dirigieron los primeros compases de la investigación y tomaron las controvertidas declaraciones, los peritos y médicos forenses que analizaron el cadáver, los que estuvieron en contacto con Sancho en los primeros días…

Estaba previsto que este miércoles a partir de las 09.00 horas (04.00 de la madrugada en España) fueran llamados los de la coacusación, liderada por el abogado Juan Gonzalo Ospina, pero de su listado han caído los padres de la víctima, a los que el tribunal no ha permitido participar por videoconferencia, y su hermana, sin visado para viajar. Así que abogado y testigo se fundirán en Ospina, quien por la mañana declarará en nombre de la familia, enfatizando la tragedia económica que dejó la desaparición de Arrieta. Es probable que, ventilado el inaudito trámite, Sancho le siga por la tarde. "Mañana veremos si hay tiempo después de los testigos de la coacusación y de cómo afecte al funcionamiento del tribunal un apagón previsto de electricidad", ha dicho este martes el abogado de Sancho, Apirchat Srinual.

De la relación a la escena del crimen

Tendrá Sancho que resolver ante un fiscal meticuloso las cuestiones que han alimentado horas de debates televisivos: la naturaleza de su relación con Arrieta, los presuntos préstamos no devueltos y, sobre todo, qué pasó en aquella habitación del hotel a principios de agosto. Su padre, el célebre actor Rodolfo Sancho, también está llamado por la defensa. La actuación policial divide a una y otra parte: escrupulosa y diligente para la fiscalía; chapucera y tendenciosa para los abogados del acusado.

Sancho y Arrieta se habían conocido por redes sociales meses atrás. El colombiano pagaba las facturas y, según las fuentes, había prestado decenas de miles de euros o prometido abrirle un restaurante al segundo. En Panghan pretendían acudir a la fiesta de la Luna Llena, un delirio de música y drogas hasta el amanecer. Sancho recibió a Arrieta en el embarcadero y lo condujo en su moto al hotel en la punta septentrional de la isla. Arrieta estaba muerto antes del anochecer. Varias grabaciones lo descubren comprando cuchillos, una sierra y variado material de limpieza en las vísperas, y saliendo y entrando del lugar del crimen cargado de fardos en las horas posteriores. Desde su detención permanece en la prisión de Koh Samui, dedicado a la lectura, el arte marcial tailandés y el yoga.

Cambio de ubicación

Sancho cambiará este miércoles su ubicación en la sala. Hasta ahora, y gracias a la prerrogativa que concede la justicia tailandesa a los acusados, ha interpelado a los testigos, a menudo con vehemencia e incluso teatralidad, si atendemos a los pocos que han podido entrar en la corte. El tribunal ha impuesto un candado estricto, sin prensa en la sala y con amenazas de deportación o cárcel para los filtradores. La tropa periodística, parapetada en los márgenes de la entrada bajo el inclemente sol tropical, mueve a la compasión.

Nada presagiaba el fragor judicial meses atrás. Sancho reconoció su crimen cuando reparó en las múltiples evidencias contra él porque la casuística aconseja rendirse. Sin confesión ni arrepentimiento, pena de muerte o cadena perpetua; con ella, una condena más generosa. Confesó ante todos: policía, fiscalía, tribunal, prensa… “Soy culpable, pero yo era el rehén de Edwin. Me tenía como rehén. Era una jaula de cristal, pero era una jaula. Me hizo destruir la relación con mi novia, me ha obligado a hacer cosas que nunca hubiera hecho”, declaró a la agencia Efe. Pero viró su declaración en el inicio de la fase oral, admitió tan solo el descuartizamiento y su equipo de abogados aclaró que “había partido”. Los expertos jurídicos consultados por este diario lo dudan.

Poco eco en Tailandia

El caso es apenas un eco lejano en Tailandia. Abogados consultados por este diario se esfuerzan en recordarlo y uno muestra su estupefacción al saber que el acusado ha cambiado su estrategia. “¿No es aquel tipo que descuartizó a otro con la sierra que había comprado el día anterior?”, pregunta.

No es el primer asesinato cometido por un español en el país de las sonrisas. Son tres ya en ocho años. El de Artur Segarra, también con cadáver arrojado las aguas tras concienzudo troceado, culpable y víctima eran españoles, pero la historia languideció en pocos días. A los sociólogos les queda la tarea de explicar este interés social y mediático sin precedentes en la crónica negra nacional.

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