Crimen mediático

'Big Joke': el superpolicía, y monje budista, que ha liderado el caso Daniel Sancho

El Gobierno tailandés encargó este caso al subdirector de la policía Surachate Hakparn, lo que demuestra la relevancia que da al asunto

DIRECTO | Última hora del 'caso Sancho'

Daniel Sancho habló con la familia de Edwin Arrieta después de matarlo

El subdirector de la Policía de Tailandia se desplaza a Koh Phangan por el caso de Daniel Sancho

El subdirector de la Policía de Tailandia se desplaza a Koh Phangan por el caso de Daniel Sancho. / VÍDEO: EFE

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

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Un turista asesinado y descuartizado seguido de un estruendo mediático que primero pone en duda la fama de país seguro y después su sistema penal y carcelario. ¿A quién llamar para finiquitar la crisis causada por Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho? Es una pregunta retórica: solo al subdirector de la policía y apagafuegos nacional, Surachate Hakparn, más conocido como Big Joke o "gran broma", poderoso y mediático a partes iguales. 

Surachate, de 54 años, desembarcó en Koh Panghan tan pronto empezaron a aparecer restos humanos en bolsas en la isla meridional. Cumplida su misión, y comprobado que el crimen perpetrado por Sancho, quien asesinó y descuartizó a Edwin Arrieta, no permitía muchas elucubraciones, dejó la investigación a la policía local. Pero su inmediato señalamiento subraya la relevancia que le dio al asunto el Gobierno. 

Uno de sus últimos casos mide su figura. Arrestó este año a un francés que extorsionaba a la colonia extranjera de Pattaya a cambio de seguridad aludiendo a sus fuertes lazos con la policía. ¿Sus pruebas? Fotografías que se había tomado en actos públicos junto a Surachate.  

Su carrera está grapada al vértigo desde que salió de la escuela de cadetes. Con poco más de 40 años ya era general y apuntaba al estrellato. Ha estado vinculado a la inmigración, un asunto delicado y capital en un país que vive del turismo. Una década atrás aún era habitual que los extranjeros se perpetuaran en el país con visados inválidos. Surachate puso orden y se hizo un nombre. La política migratoria actual, más acorde con un país razonable y moderno, será su huella más perdurable.

Experto en crisis internacionales

También ha lidiado con crisis internacionales en las que su país se jugaba la honra. Quizá el más célebre fue el de la joven saudí Rahaf Mohammed al-Qunun, apresada en el aeropuerto de Bangkok tras huir de Kuwait, quien desde un hotel tuiteó clamando por su libertad hasta convertirse en un fenómeno global. Tailandia, que en principio quiso repatriarla, se negó a devolverla "a la muerte" en Arabia Saudí y la joven recibió poco después el estatus de refugiada. Otro asunto peliagudo que le cayó a Surachate fue el hundimiento de un ferry en Phuket con decenas de chinos muertos que amenazaba con una crisis diplomática seria con Pekín.  

Le llaman Big Joke por un juego de palabras con su nombre y su pulsión a la sonrisa y un trato afable a contrapelo en el gremio. Agréguenle su físico agraciado y carisma y tenemos su fama. En su carrera, sin embargo, no han faltado las simas. En 2019 fue relegado sin explicaciones oficiales a un anodino puesto en la oficina del primer ministro.  

La prensa británica le había atizado por dudar de una turista que decía haber sido violada y amenazarla con no dejarla entrar más al país si se demostraba que mentía. Pero es más factible que su caída tuviera que ver con la reprimenda del general Prayut Chan-o-cha. El entonces dictador le recordó que el uniforme demanda disciplina tras sus críticas a la compra de un sistema de identificación biométrica de 65 millones de dólares y de cuya eficacia dudaba Surachate. Es acrisolada la corrupción de la policía tailandesa y los contratos del estamento con amigotes. Meses después su vehículo aparcado en una concurrida y céntrica calle de Bangkok recibió seis disparos de unos motoristas que nunca fueron apresados y que ignoraron que su objetivo estaba entonces dándose un masaje.

Surachate respondió a la afrenta llevándose a su familia a la India y ordenándose monje budista. Las fotos del afeitado de su testa fueron virales en su país. Regresó, paulatinamente recuperó su estatus y las cuestiones migratorias se le quedaron pequeñas. En su deber está la resolución de los crímenes más atroces con extranjeros de por medio. Daniel Sancho no es el primer español en su carrera. Un lustro atrás detuvo a otro por violar a una mujer en su apartamento de lujo de la capital. Y un repaso a la hemeroteca reciente descarta el tedio en su jornada laboral: la campaña contra un centenar de funcionarios de inmigración que venden visados a chinos con oscuros negocios en Tailandia o la detención de una mujer por envenenar a 14 personas.

A Kho Pangán llegó, arregló la crisis y se marchó con su sonrisa de marca en busca de otro incendio.