Investigación abierta

La policía tailandesa acelera y deja el caso Daniel Sancho a un paso del juicio

Los investigadores consideran que tienen pruebas suficientes para sostener la acusación de asesinato premeditado, castigado con pena de muerte

Daniel Sancho habló con la familia de Edwin Arrieta después de matarlo: dijo no saber nada de él

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Últimas noticias del caso Sancho, en directo

Daniel Sancho, acusado de asesinato premeditado por la policía tailandesa

El chef Daniel Sancho acusado de asesinar y descuartizar a un cirujano colombiano en Tailandia. / Foto: SOMKEAT RUKSAMAN (EFE) | Vídeo: EFE / EL PERIÓDICO

Adrián Foncillas

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La policía ya ha amontonado las suficientes evidencias para sostener la acusación de asesinato premeditado, castigado con la pena capital, y espera a que el tribunal ordene el inicio del juicio. Lo reveló ayer Surapong Thanomjit, líder policial de Kho Pangan, una isla meridional de Tailandia. Las conclusiones policiales no varían el signo del proceso contra Daniel Sancho, acusado de matar y trocear a Edwin Arrieta, a quien el juez ya le envió a prisión provisional el lunes por ese delito y el de ocultación de pruebas. Varía su velocidad: es improbable que la policía agote los 84 días que les concede la ley para elevar el escrito de conclusiones a la fiscalía que permita el inicio de la fase oral.  

El procedimiento se acelera, como ya preveían los expertos. Dos razones lo explican: la alarma social y la aparente facilidad del caso para cualquier sabueso policial. El alud de pruebas incriminatorias se añade a la doble confesión de Sancho, frente al juez y la policía, a la que acompañó en la reconstrucción del crimen. La conclusión que verbalizó el jefe policial, aún sin el sello oficial, es extraordinaria: apenas tres días después de la orden de prisión preventiva, como si urgiera darle carpetazo a un asunto que ha grapado el turístico país a la sección de sucesos de la prensa internacional. Tan claro lo tienen los investigadores que descartan por ahora interrogar de nuevo a Sancho. 

Cámaras y ADN

Faltan flecos para completar el cuadro. Falta encontrar el teléfono móvil de la víctima y ocho de las 15 partes en las que Sancho seccionó su cadáver. Cargó la mayor parte de ellas en un kayak y las lanzó a 600 metros de la costa. El resto no han aparecido debido, según la policía, a la desorientación del acusado en una isla que desconoce. Los agentes, para alumbrar los escasos ángulos muertos del caso, siguen examinando las grabaciones de las cámaras de las calles y esperan los resultados de las pruebas de ADN que llegarán desde Bangkok.   

El caso avanza en medio de la atención mediática española. Encerrado y aislado el acusado por el protocolo anticovid, descartada por ahora la llegada de la familia y callado el abogado, el director de la prisión de Koh Samui se ha descubierto como una nueva veta en lo que parecía un filón agotado. El español está “en buen estado anímico”, ha desvelado Watcharapong Boonsaior a la agencia EFE. Carece de miedo ni ansiedad, ha continuado, aunque dos funcionarios han sido destinados a su vigilancia para aliviarle cualquier estrés. Otras fuentes aseguran que ha necesitado vitaminas y antidepresivos. Sancho concluirá en siete días su aislamiento y se relacionará con el resto de presos. Entre la comunidad está el egarense Carlos Alcañiz desde 2020 por asesinar a un compañero de trabajo.  

Indiferencia en Koh Pangan

Sancho, chef y esforzado youtuber, había desembarcado en la vecina isla de Koh Pangan para practicar el thai boxing, disciplina marcial local, y poco después recibió a Edwin Arrieta, con 80.000 dólares en efectivo para comprar una máquina de cirugía facial. Ambos se habían conocido en Instagram y mantenido una relación que Sancho había querido romper, según su confesión policial. No lo había hecho por las amenazas de Arrieta de revelar fotos comprometedoras, ha asegurado, y en su último encuentro perdió la cabeza y lo golpeó. La familia del cirujano colombiano ha revelado que después del asesinato contactó con Sancho y este contestó que le había perdido el rastro en la playa. 

Se cumple ya una semana de un asesinato que ha convulsionado España y es olímpicamente ignorado en Koh Pangan, una relajada isla que solo entra en combustión con el épico desenfreno de sus fiestas de luna llena. Por su muelle, rematado por un oxidado pero imponente barco de guerra, fluía esta mañana un caudal de turistas ávidos de playas. Apenas un año atrás fue escenario de otro crimen ya sepultado en la memoria. “La vida sigue”, se encoge de hombros el propietario de un negocio de alquiler de motos, vehículo imprescindible en las islas del sudeste asiático. Solo un puñado de españoles preguntan por las últimas revelaciones antes de regresar a su partida de dardos en Thon Sala, el distrito céntrico y más atiborrado de bares y restaurantes.