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Michele Catanzaro

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Si la biología aún no ha entendido el funcionamiento del cáncer o del alzhéimer, ¿puede despejar algo tan complejo, cambiante y escurridizo como la orientación sexual?  Un reciente estudio ha intentado hacerlo con la bisexualidad. El trabajo apunta a unas variantes genéticas específicas de hombres bisexuales. Esas mismas variantes también se asocian a una mayor propensión a tomar riesgos. 

El resultado llama la atención. ¿Se confirma el tópico de que las personas bisexuales son arriesgadas y promiscuas? ¿Se puede prever con un análisis genético si a tu pareja puede gustarle una persona de otros sexos? La realidad no es tan sencilla. Tras la publicación, varios expertos han ido deshinchando el hallazgo. El componente biológico de las inclinaciones sexuales sigue siendo un misterio. Pero hay mucho que aprender de este ejercicio científico.

El cromosoma X

El primer intento de vincular genética y género fue un estudio de 1993, que vinculaba marcadores en el cromosoma X con la orientación sexual masculina. Las críticas sucesivas dejaron la credibilidad de ese estudio en mínimos. En 2019, un trabajo concluyó que la homosexualidad podría tener un pequeño componente genético. Ciertas variantes genéticas podrían explicar entre un 8% y un 25% de ese comportamiento. 

El último estudio analiza 450.000 personas registrada en la base de datos UK Biobank, que recopila información sanitaria sobre individuos en el Reino Unido desde l 2006, incluyendo su comportamiento sexual y reproductivo. Se trata de personas que mayoritariamente se identifican como blancas y tienen entre 40 y 70 años.

Aquí surge el primer problema. “El estudio no tiene en cuenta la diversidad cultural. Es un problema en todos los estudios de genética. Para validar que una variante genética está vinculada realmente con ciertas características es necesario hacer metaanálisis [comparación entre muchos estudios distintos]”, explica Natalia Vilor-Tejedor, investigadora en epidemiología genética del centro de investigación en Alzheimer BarcelonaBeta y codirectora científica de PRISMA, asociación para la diversidad afectivo-sexual y de género y ciencia, tecnología e innovación. 

Novedad importante

El trabajo presenta un “estudio de asociación de genoma completo” (GWAS en sus iniciales inglesas). De esta forma, encuentra que ciertas variantes genéticas son más comunes en hombres con relaciones con ambos sexos. Estos genes explicarían hasta un 23% de ese comportamiento bisexual, mientras el resto dependería del ambiente. Los resultados sobre las mujeres no son conclusivos. Una novedad importante del estudio es que estos rasgos del ADN son distintos a los que caracterizarían la homosexualidad: los trabajos previos no distinguían entre las dos etiquetas. 

Pero el problema principal son justamente las etiquetas. El UK biobank no pregunta sobre la identidad sexual, sino registra las relaciones sexuales declarada por los voluntarios y el sexo de sus parejas. “Yo trabajo en la genética del Alzheimer, que es una enfermedad cuantificable. Aquí hablamos de temas de identidad que no son blanco o negro y además pueden cambiar a lo largo de la vida”, observa Vilor-Tejedor.

Por ejemplo, la mayoría de los voluntarios vivieron parte de su vida en una época donde la homosexualidad estaba ilegalizada en el Reino Unido. Por ello, podrían haberla reprimido, o podrían querer ocultar sus experiencias. De hecho, los miembros más jovenes de la muestra declaran más relaciones con ambos sexos que los más ancianos.

“Sobre un tema tan delicado e íntimo la gente puede no decir la verdad. También depende de cómo defines tener sexo con otra persona”, afirma Gemma Marfany, profesora de genética de la Universidad de Barcelona (UB) e integrante del Observatorio de Bioética y Derecho de la UB.

Vilor-Tejedor alerta de que en todo caso el estudio no implicaría que esos genes causan la bisexualidad. “Los GWAS identifican asociación, no causalidad. Ciertas variables genéticas pueden predisponer a una condición, pero no implicarla. En la mayoría de los estudios vemos que la genética explica un porcentaje bajo: el resto depende del ambiente”, explica.

Bisexualidad y riesgos

En el estudio, las mismas variantes genéticas asociadas con la bisexualidad aparecen también en los hombres que declararon mayor propensión a tomar riesgos. No obstante, un análisis detallado revela que esa conclusión se basa en una única pregunta planteada a los voluntarios del UK Biobank: “¿Te describirías como alguien que toma riesgos?”

Aunque esta valoración subjetiva midiera realmente la propensión al riesgo, las expertas alertan de que no hay que sacar conclusiones fáciles. Una débil asociación genética no permitiría afirmar que la bisexualidad predispone al riesgo por vía genética, ni que la tendencia al riesgo predispone a la bisexualidad. Entre otras razones, porque las personas que declararon relaciones con ambos sexos podrían tener otro rasgo que se relacionara con la toma de riesgo (por ejemplo, una mayor franqueza), independientemente de una eventual bisexualidad

“La sexualidad no es como tener colesterol. Quizás deberíamos dejar de poner etiquetas: somos personas únicas, cada una con nuestras cosas diferentes”, concluye Vilor-Tejedor.

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