Crisis migratoria

Las mafias de la inmigración se camuflan en Mauritania entre miles de cayucos

Multimedia: 333 leguas de viaje en cayuco

Guardias civiles interceptan en Mauritania un cayuco con 432 migrantes que se dirigían a España.

Guardias civiles interceptan en Mauritania un cayuco con 432 migrantes que se dirigían a España. / EFE

Juan José Fernández

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Una línea invisible, no dibujada en la arena y mucho menos en el agua, separa Mauritania del territorio saharahui. Coloquialmente lo llaman paralelo 20-47. Por encima de él hay ya desierto y mar controlados por Marruecos. En otro mundo, hace decenios, los lanchones de pesca artesanal del Cabo Blanco se movían al norte y al sur siguiendo a los peces sin grandes formalidades territoriales. Hoy, se saben el paralelo los pescadores y los gendarmes, y se lo han aprendido los señores de la inmigración ilegal. Esa raya imaginaria es una línea de salida de la ruta a Canarias.

“Frecuentemente las mafias embarcan a sus pasajeros mar adentro, por encima del 20-47 para quedar fuera de nuestro alcance”, relata un oficial de la Guardia Civil enviado a aquel extremo occidental de África. La facilidad para violar los límites territoriales de Mauritania es un parámetro más de la labor de 34 guardias civiles y 9 policías nacionales desplegados 2.200 kilómetros al sur de Cádiz.

La cooperación policial está activa desde mayo de 2006. Se trata de reforzar las capacidades de la gendarmería y la policía mauritanas, hacer en patrullas conjuntas, ayudar en las investigaciones tratando de evitar que los cayucos se echen a la peligrosa -tantas veces letal- ruta atlántica.

Los agentes españoles trabajan donde se originan las travesías que engrosan la actual crisis migratoria. Solo en enero -como este martes el senador canario Pedro Sanginés le recordó al canario ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, en el Senado- han llegado a playas y muelles de las islas más de 7.000 migrantes, tantos como llegaron a Canarias entre enero y junio del año pasado, en el prólogo de la actual crisis.

Todas las magnitudes del fenómeno tienen pinta de crecer. Se ha hecho popular el cálculo de que en Mauritania 300.000 migrantes esperan la oprtunidad de saltar a Europa. Es la cifra que pesa sobre los preparativos para la visita que este jueves hacen a Mauritania el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Cayucos taxi

Guardias civiles y policías nacionales operan siempre como acompañamiento de gendarmes y policías mauritanos en Nuadibú y en Nuakchot, principales puertos pesqueros del país.

Interior ha aportado dos patrulleras de altura de la Guardia Civil, vehículos 4x4, quads, un helicóptero, y, a veces, un avión de vigilancia que en cuatro horas revisa la larga costa del país... pero investigar a las redes de tráfico de personas sigue siendo complicado.

Concentración de cayucos en los muelles de Nuadibú al regreso de las labores de pesca

Concentración de cayucos en los muelles de Nuadibú al regreso de las labores de pesca / Schalk van Zuydam AP

Cada despunte del día se pone en marcha un enjambre de lanchas para la pesca tradicional, en los ricos bancos que rodean el Cabo Blanco. La Guardia Civil tiene contadas 4.700 embarcaciones amarradas en los muelles de Nuadibú. Son más de 30.000 las personas que las abordan y manejan. Entre ese tropel se camuflan los cayucos cuyos pilotos esa mañana no irán a pescar, sino que buscarán océano arriba El Hierro o Fuerteventura.

En esa agitación disimulan los “cayucos taxi”. Un lanchón pesquero parte con su tripulación a bordo, solo que no es tripulación, sino pasaje. El cayuco avanza mar adentro unas 20 millas. Allí le espera el cayuco de emigración y en él, por una comisión, trasvasan a su carga humana y los pertrechos.

Por 900 euros

“Jugamos al gato y al ratón”, dice una fuente de la Guardia Civil en la zona. En el negocio de la inmigración ilegal, unos migrantes explotan a otros, y las mafias que operan en Mauritania despliegan sus trucos para eludir unas patrullas conjuntas que no tienen precedentes: ningún otro país receptor de emigrantes irregulares tiene acuerdos para destacar policías propios en territorio de un país emisor. Ahora el acuerdo con Mauritania es clave: el 83% de los cayucos que están llegando a Canarias este invierno parten de Nuadibú o de Nuakchot.

A lo largo de 2023 las patrullas conjuntas detuvieron a 7.000 migrantes e interceptaron 75 embarcaciones. Los jefes de los clanes son extranjeros escurridizos, senegaleses que, ricos sin ostentaciones, van y vienen a la ciudad y que reclutan para la leva de viajeros a colaboradores de nacionalidades diversas.

En este apartadero de camiones de la carretera N-2 de Mauritania se organizan fletes a Canarias

En este apartadero de camiones de la carretera N-2 de Mauritania se organizan fletes a Canarias / El Periódico

Esta actividad se habla en acuerdos clandestinos en el laberinto que es, pese a sus espacios abiertos, el desierto del Sáhara. En el kilómetro 42 de la N-2, la carretera mauritana de la costa, los chamizos de un apartadero de camiones han servido a menudo de punto de contratación para los fletes a Canarias.

A los grupos de subsaharianos les basta cruzar una vía del tren cercana, adentrarse 5 kilómetros en el desierto aprovechando la noche, y ya estarán fuera del territorio mauritano.

Dante la espera para conseguir plaza, los subsaharianos se ganan la vida como pueden. Las mujeres, empleándose en la limpieza y en pequeñas factorías. Los hombres, en tareas en el puerto o a bordo de los cayucos de pesca. Deben reunir de 25.000 a 60.000 uguiyas, o sea, entre 600 y 900 euros, el último precio del pasaje. “Por ese dinero los montan en una embarcación sin condiciones, sin apenas agua y comida, con un motor que igual no aguanta 50 kilómetros. A muchos se les estropea, o se les pone el tiempo en contra y se les agota el combustible y el mar los lleva de nuevo hacia el sur…”, relata una de las fuentes consultadas en la Guardia Civil.

300.000 a la espera

El PP le ha recordado este miércoles al ministro Marlaska en el Senado las 300.000 personas, mayoritariamente hombres subsaharianos, la bolsa de migrantes a la espera en territorio mauritano.

El cálculo, en cualquier caso, solo es una aproximación de la ONU: no hay estadísticas ni un censo real de personas extranjeras en Mauritania, un país con fronteras terrestres muy porosas pese al esfuerzo que en el Sáhara hace su gobierno para controlarlas.

En 2022 el gobierno mauritano hizo un intento de regularización de la masa de extranjeros, y fueron 145.000 los inscritos. Pero es que, por su propia naturaleza, la gente que planea emigrar irregularmente no es precisamente partidaria de inscribirse en censos.

Aquel censo no recoge ni mucho menos la totalidad de la muchedumbre. “Ciertamente, aquí hay muchísima inmigración”, ratifica un mando del instituto armado en Nuadibú. Si en Canarias, si en la península, si en Europa se siente una presión migratoria creciente, en Mauritania mucho más: 300.000 personas son muchos migrantes para un país que apenas tiene 4,6 millones de habitantes.

En Nuadibú, llegar a Madrid no siempre significa lo que parece. Cementerio Madrid, donde son enterrados los ahogados de los cayucos.

En Nuadibú, llegar a Madrid no siempre significa lo que parece. Cementerio Madrid, donde son enterrados los ahogados de los cayucos. / El Periódico

La bolsa de Mauritania tiene explicación: “Es el único país estable de esta subregión saheliana, y hacia aquí se dirigen los que buscan emigrar por razones económicas, y también huídos de la violencia y el cambio climático”, considera el oficial.

La presencia de senegaleses, gambianos y guineanos es muy visible en las calles de Nuadibú, pero “no hay xenofobia en esta sociedad”, relata esta fuente.

Muertos en la playa

Cuenta un guardia veterano en Nuadibú que lo más penoso de aquel trabajo son los naufragios y la posterior insistencia de los muertos en aparecer. Cuando un cayuco naufraga en aguas próximas, el mar devuelve los cuerpos de los pasajeros en un goteo lento y terrible, como campanadas de un funeral. “Van apareciendo en la playa durante días; hoy uno, mañana tres… Es muy triste”.

Menudean los levantamientos de cadáveres. Ahora, como hace diez años, son en su mayoría senegaleses. En uolof, su lengua, tienen acuñado un eslogan, un juego de palabras: “Barça o barkhsa”. O sea, o llegar a Barcelona o morir.

Se cita otra ciudad española en esta trágica historia. Los ahogados que regurgita el Atlántico son casi siempre enterrados en el mismo cementerio arenoso y amarillo. Alguien le puso un cartel en un poste con el nombre de Madrid. En Nuadibú, tiene doble significado la expresión “acabar en Madrid”.

Cuando cita estas fúnebres escenas, al veterano le viene a la cabeza su personal conclusión de la experiencia: “Qué suerte tuvimos tú y yo de nacer donde nacimos”.

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