20 años de cárcel

Condenado un franciscano por abusar de alumnas menores, tras denunciarlo una de ellas a la policía en una borrachera

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El Tribunal Supremo anula el despido de un empleado de 58 años al considerar que fue por su edad.

El Tribunal Supremo anula el despido de un empleado de 58 años al considerar que fue por su edad. / ARCHIVO

Ángeles Vázquez

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El Tribunal Supremo ha avalado la condena de 20 años de cárcel impuesta por la Audiencia Provincial de Córdoba a un franciscano por abusar de cuatro de sus alumnas cuando tenían menos de 13 años. El caso se descubrió cuando una de ellas, con 16 años, se lo contó a los policías que la atendieron en la calle durante una borrachera.

La sentencia de la Audiencia, confirmada luego por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, declaró probado que el condenado, que pertenecía a la orden de los Frailes Menores (franciscanos), impartió clases desde el comienzo del curso 2012/2013 como profesor en el colegio Santa María de Guadalupe (conocido como de los Franciscanos) y al menos hasta 2014 fue párroco de la Parroquia Santa María de Guadalupe.

Entre sus alumnas había varias de tercero y cuarto de primaria a las que sometió a tocamientos en el interior del aula, "sentándolas en sus rodillas, de forma habitual, al corregir las tareas o aprovechando que se quedaba allí a veces con las niñas durante el recreo, tocamientos que efectuaba guiado por un ánimo libidinoso y sin emplear fuerza ni intimidación para ello". Les "tocaba las nalgas, los muslos por su parte interior, la cintura, el abdomen y les levantaba la falda para meter la mano por las piernas", o les "metía la mano en el pecho, por debajo de la ropa, y por la zona genital llegó a tocar en más de una ocasión por debajo de la braguita".

En el curso escolar 2014/2015, en un campamento organizado por el propio colegio en el mismo centro escolar, el condenado pidió a dos de ellas que "fueran con él a su despacho con la excusa de recoger chucherías para los niños". Una vez allí sentó a las menores encima de sus piernas, pero a una de ellas "solo llegó a tocarle la cintura porque la niña se levantó, incómoda, y se situó de pie al otro lado de la mesa del despacho". Retuvo a la otra sobre él y "le tocó las piernas, el trasero, y llegó a acariciar su zona genital por debajo de la ropa. Cuando salieron la niña estaba tan afectada que lo hizo llorando", lo que vio otra niña, que luego sirvió de testigo en el juicio.

Cambio de colegio

La pequeña contó lo que había ocurrido a sus padres y estos remitieron una carta al director del colegio el 2 de diciembre de 2014. Al poco el condenado fue trasladado a otra población. La niña "recibió asistencia en la unidad de salud mental comunitaria Córdoba Centro, remitida por su pediatra, porque experimentaba miedo a los hombres que pudieran acercársele y cuando pasaba por delante del despacho" donde ocurrieron los abusos.

Con ocasión de "la graduación de la educación secundaria obligatoria se comentó la posibilidad de invitar" al profesor, lo que hizo que la niña "reviviera con ansiedad lo ocurrido hasta el punto de que afectada por ello, en la Feria de Córdoba, consumió el 30 de mayo bebidas alcohólicas hasta llegar al estado de embriaguez, y, cuando era asistida por agentes de la policía local, les reveló lo acontecido con su profesor", lo que dio "lugar a la iniciación de las investigaciones que iniciaron este procedimiento".

El profesor, condenado por cuatro delitos continuados de abuso sexual sobre menores de 13 años, con prevalimiento de su condición de profesor, a la pena de cinco años de prisión por cada uno de ellos, recurrió en casación al entender que no había pruebas suficientes de sus abusos. El Supremo niega esa posibilidad y respalda el criterio de los tribunales andaluces que excluyeron "razonadamente la posibilidad de tendencias fabuladoras" en las testigos, que lo que "narraron en el acto del juicio" coincidía con lo que "consta en las primeras exploraciones ante la Policía Nacional, lo que refuerza la fiabilidad de su testimonio".

También tuvieron en cuenta que el acusado justificara la presencia de las niñas en su despacho diciendo que había “bulos” en el colegio, lo que, para el tribunal significa que "no puede explicarse más que por la desconfianza hacia su constante comportamiento abusivo, lo cual ofrece una corroboración adicional de lo sostenido en las exploraciones, habida cuenta de que lo percibido por las menores no fue un contacto casual, en la medida en que, para repasar las lecciones o las tareas de niñas de 10 u 11 años era por completo innecesario tocar su trasero, sus pechos o su zona vaginal, por debajo del jersey o de la falda".