Testimonios

"Es como si la cabeza no me funcionara”: cuando la niebla mental del covid persistente es invalidante

La niebla mental que provoca el ‘long covid’ afecta a cerca de 800.000 españoles

Logran devolver el olfato a un pequeño grupo de pacientes con covid persistente

Menos de un 8% de los enfermos de covid persistente se recupera a los dos años

Paquita Garrido, vive en Castellar del Vallès y padece niebla mental, provocada por el covid persistente.(Izquierda) Irene Truco vive en Binéfar y padece niebla mental, provocada por el covid persistente (derecha)

Paquita Garrido, vive en Castellar del Vallès y padece niebla mental, provocada por el covid persistente.(Izquierda) Irene Truco vive en Binéfar y padece niebla mental, provocada por el covid persistente (derecha) / EP

Patricia Martín

Patricia Martín

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En torno a un millón de españoles sufren covid persistente y, de ellos, ocho de cada diez padecen niebla mental, que hace referencia a la pérdida de memoria, la falta de capacidad para concentrarse y tomar decisiones, el dolor de cabeza o el agotamiento mental. Dos personas con estos síntomas, que son persistentes y para los que no hay, de momento, una cura definitiva, explican en EL PERIÓDICO cómo han limitado su día a día.

Paquita Garrido: "Era capaz de recordar el DNI de 30 personas y ahora no retengo ni cuatro cifras"

Paquita Garrido, vive en Castella del Vallès y padece niebla mental, provocada por el covid persistente.

Paquita Garrido, vive en Castellar del Vallès y padece niebla mental, provocada por el covid persistente. / EPC

Paquita Garrido (60 años) no es ni la sombra de lo que fue. Empezó su carrera profesional como profesora de Educación Física. Después fue responsable del servicio de Consumo del Ayuntamiento donde vive, en Castellar del Vallès (Barcelona), donde luego pasó a ser auxiliar técnica del Departamento de Obras y Servicios “Era capaz de recordar el DNI de las 30 personas que trabajaban en mi departamento y ahora no retengo ni cuatro cifras y me cuesta seguir una conversación”, relata.

"No soy capaz de seguir bien una película o de resistir una comida familiar"

Paquita empezó a notar la niebla mental a los ocho meses de contagiarse de covid, en la primera ola. Su cuerpo dijo “basta” y comenzaron los intensos dolores, la fatiga crónica y esa falta de memoria y de coordinación mental que provocan que no sea capaz de seguir bien una película o de “resistir una comida familiar”. “Era devoradora de libros y ahora no leo nada”, explica.

Tampoco es capaz de cocinar recetas que se sabía de memoria, porque cambia “el orden de los ingredientes” y ni siquiera sigue un orden lógico a la hora de vestirse. “Hay días que apenas hablo, es como si la cabeza no me funcionara”, añade.

Paquita toma mucha medicación contra los dolores y también tiene fatiga crónica. “No aguanto más de 10 minutos andando”, explica. Pero la niebla mental, comenta, se encuentra entre los síntomas más limitantes y eso que ella ha contabilizado que sufre unos 40, de los más de 200 que los científicos atribuyen al ‘long covid’.

“Me hunde y me machaca que en la mutua piensen que me lo invento"

Pese a a ello, ha sufrido la “incomprensión” social, especialmente por parte de la mutua de su trabajo. Cuando llevaba siete meses de baja, en julio de 2021, la mutua, que “no se creía” su enfermedad, la “obligó a incorporarse”. Trabajó cuatro meses, en los que perdió “la poquita mejoría que había experimentado”, hasta que ganó el juicio y los tribunales condenaron a la mutua, al tribunal médico y a la Seguridad Social. Pese a ello, la mutua le obliga a pasar revisiones una vez al mes, aunque su doctora de cabecera le renueve los partes de baja. “Me hunde y me machaca”, señala, porque “piensan que me lo invento”.

Otra de las cosas que más le afecta psicológicamente es ver que, año tras año, empeora, porque aún no se ha encontrado la cura al covid persistente. “Hasta hace un año pensaba que podía mejorar, pero veo que no, lo cual es muy duro”, relata.  

Irene Truco: “A menudo debo mirar la agenda seis veces para recordar con quién he quedado”

Irene Truco vive en Binéfar y padece niebla mental, provocada por el covid persistente. Imagen EPC

Irene Truco vive en Binéfar y padece niebla mental, provocada por el covid persistente. Imagen EPC / EPC

La vida de Irene Truco (54 años) dio un vuelco completo el 14 de agosto del 2022, cuando se contagió por segunda vez de covid. A partir de entonces, sufre un cansancio constante, dolores musculares, desarreglos intestinales y lo que la literatura científica denomina ‘niebla mental’.

Como sucede con otros muchos enfermos de ‘long covid’, no se dio cuenta de que sufría problemas cognitivos provocados por el virus hasta pasados unos meses después de la infección. En concreto, tres meses después, cuando se presentó a una oposición para auxiliar de enfermería, su profesión actual, y suspendió porque le bailaron una líneas y contestó en un orden que no correspondía.

"A veces me dejo la plancha enchufada o no me acuerdo de cómo funciona la lavadora"

A ella le extrañó pero lo achacó a los “nervios”. Sin embargo, poco después en la asociación de pacientes con covid persistente de Aragón -que es donde vive-, se le facilitó un test sobre posibles síntomas y al verlo se dio cuenta de que lo suyo no eran “despistes” sino trastornos cognitivos relacionados con el covid.

Los "despistes"

En el caso de Irene, que está de baja desde hace 14 meses, la niebla mental se traduce en que tiene que apuntarse en una agenda todo lo que tiene que hacer: a veces no puede seguir el argumento de una película o tiene que leer tres veces una página. “Miro la agenda, donde apunto todo, cinco o seis veces para cosas cotidianas como con quién he quedado. Y aun así a veces me dejo la plancha enchufada, no me acuerdo de cómo funciona la lavadora o, si no programo la vitrocerámica, se me quema algún plato. Y pierdo continuamente cosas, el móvil, las llaves, llevo sin encontrar unas gafas que ni me acuerdo”, relata.

“Yo nunca he sido débil pero ahora no puedo con la vida y me consume"

Todos estos síntomas, más el cansancio, los problemas intestinales y musculares, le provocan depresión y ansiedad, que a su vez retroalimentan la niebla mental. “Yo nunca he sido débil. Me operaron del corazón y al mes estaba trabajando y he sacado a mis tres hijos adelante tras un divorcio con varios trabajos. Pero ahora no puedo con la vida y me consume. No soy la misma y hay días que me deprime y eso me provoca más despistes o cansancio”, explica.

Otra cosa que “no lleva bien” es que se siente “un poco sola” por la “incomprensión social” hacia la enfermedad. En su entorno la mayoría de las personas comprenden su dolencia y la ayudan. “Mi hijo pequeño, de 19 años, es el que termina mis frases”, pone como ejemplo. Pero también admite que otro de sus hijos y su madre "no lo entienden tanto”.

Irene cree que se va a recuperar. “Tardaré más o menos, pero me voy a recuperar”, señala. Aunque también admite que siente miedo a que el problema desemboque, en un futuro, en una demencia. Confía, sin embargo, en que los avances científicos den con una cura que de momento no existe pero “en un futuro quizá sí”: prevé que los enfermos de ‘long covid’ vayan a más, dado que “el virus vive entre nosotros”.  

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