Adicción peligrosa
Hablan dos adictos al porno: "Me sentía un monstruo, apenas dormía, no podía parar"
El fiscal de Sala de Menores: "Los adolescentes usan la pornografía como tutorial del acto sexual"
"El Gobierno debería prohibir que los menores tengan acceso al porno"
Patricia Martín
Periodista
Escribo en la sección de Sociedad, normalmente sobre temas sanitarios, de mujeres, violencia machista, infancia o consumo; aunque también he trabajado en otras secciones de El Periódico, como Política o Tribunales. Mi trayectoria profesional comenzó en medios locales, incluida una emisora regional de la 'Cadena Ser', y trabajé también para 'El País' y 'Cinco Días'.
El consumo excesivo de pornografía puede provocar una adición, al igual que el tabaco o las apuestas. Se trata de un enganche más desconocido y tabú, pero que tiene graves efectos en las relaciones afectivas y sexuales, así como en el ámbito laboral, familiar y social de quien lo sufre. Dos hombres explican a EL PERIÓDICO cómo se engancharon al porno, cómo afectó a sus vidas y cómo han logrado dejarlo atrás, siempre con mucha ayuda.
"Me daba miedo tener pareja por no estar a la altura de lo que veía"
Daniel Rego tiene 33 años y lleva siete "desenganchado", pero libró una dura “batalla” contra el porno –de los 9 a los 26 años– que se llevó por delante su trabajo, casi su matrimonio y le hizo, durante un par de meses, plantearse el suicidio porque se "sentía un monstruo y no lograba parar de ver pornografía, pese a haberlo intentado de un millón de maneras”.
Como la mayoría de los niños, Rego comenzó a visualizar porno con apenas 9 años. En aquella época, no había móviles y empezó a ver imágenes en revistas o en el único ordenador que había en su casa. "Mi familia creía que era un ‘niño bueno’ pero todo era un engaño, cuando cerraba la puerta de mi habitación, en mi soledad, consumía pornografía", rememora.
"Tenía miedo a tener pareja por no poder representar lo que la pornografía dice que tienes que ser”
Al principio, no tenía adicción pero los “efectos del porno tuvieron consecuencias desde el minuto uno” porque empezó “a sexualizar relaciones” en plena preadolescencia. Y tenía “miedo” a tener pareja por no poder representar “lo que la pornografía dice que tienes que ser”. Por eso, recuerda, no tuvo novia hasta los 17 años.
Contenidos "duros"
El porno afectó tanto a sus relaciones como a su trabajo, porque un adicto a la pornografía ve a cada persona que le rodea, explica, como potenciales actores o actrices porno. “En la etapa más oscura, dormía apenas tres horas, casi no comía y me quedé muy delgado, deseaba llegar a casa para poder consumir pornografía y masturbarme”, confiesa.
Otro problema es que el cerebro te pide contenidos cada vez más “sorprendentes” para mantener el deseo sexual, lo que llevó a Rego a visualizar videos “oscuros y duros”, pero sin entrar en el consumo de algo “ilegal”.
"Las drogas puedes dejarlas, pasar el mono y se acabó. Pero esto se instala en tu cerebro"
Finalmente fue su mujer, con la que se casó a los 23 años, la que le hizo comprender que era un adicto y tenía que dejarlo. Ella sentía el porno como una “infidelidad” y la relación estaba llena de engaños e insatisfacción sexual. “Yo quería dejarlo para no hacerle daño, pero no podía, como mucho a los dos meses volvía a caer. Además, no es como otras adiciones. Las drogas puedes dejarlas, pasar el mono y se acabó. Pero esto se instala en tu cerebro, conseguía dejar de consumir pero no era capaz de dejar de pensar en la pornografía, por eso necesité gente que me ayudara y mucho apoyo”.
Para lograrlo, Rego dejó su trabajo e ingresó en un centro de rehabilitación para jóvenes problemáticos, dado que en 2016 no encontró ningún especialista en adición al porno. Ahora sí existen, pero en aquella época “nadie sabía como tratarlo”. Rego ha conseguido desengancharse pero sabe lo difícil que es, por eso ha decidido colaborar con Dale una Vuelta, entidad que trabaja para prevenir la adición a la pornografía, prestando su testimonio a cara descubierta. “Ya no tengo nada que esconder porque estoy sano y quiero demostrar que si he salido yo, puede hacerlo cualquiera”, afirma.
Pedro: “Veía entre seis y 10 horas diarias, incluso de contenido legalmente cuestionable”
Pedro (nombre ficticio) también sufrió adicción al porno, pero prefiere explicar su caso desde el anonimato porque “no está preparado” para hablar de ello públicamente. También se siente rehabilitado y “gracias al apoyo profesional y familiar” lleva ya bastante tiempo “limpio”, pero considera que aún “no está fuera de peligro”. “En palabras de mi psicóloga, estoy clínicamente estable pero aún tengo trabajo que hacer”. Aun así, ha decidido explicar a EL PERIÓDICO cómo fue su adición porque cree que de esta forma puede ayudar “a mucha gente”, para la que el porno es una droga, “a dar el paso y pedir ayuda”.
"En torno a los 14 o 15 años el consumo de porno pasó de ser una curiosidad a una necesidad"
Pedro comenzó a ver porno en torno a los 12 años. El primer contenido pornográfico llegó hasta él a través de internet, mediante una búsqueda. En un primer momento visualizó contenidos eróticos porque “tenía curiosidad de saber cómo es el sexo”. “Mi curiosidad empezó en clase de Biología, al ver cuerpos desnudos, quería saber más y en mi casa no se hablaba del tema”, rememora. Al principio visualizaba fotos pero llegó un momento en que ya no le satisfacían y pasó a ver vídeos, con contenidos cada vez más duros. En torno a los 14 o 15 años, confiesa, el consumo de porno pasó de ser una “curiosidad a una necesidad”.
Hasta que llegó un momento que visualizaba entre seis y diez horas diarias, de lunes a domingo. “Me encerraba en mí mismo, mi autoestima fue bajando... por resumir acabé en un círculo vicioso, lo que me provocó un aislamiento de la realidad que me rodeaba, que a su vez empeoraba la situación y obviamente esto acabó afectando a la relación familiar y con mis amistades. Ocultaba el consumo de pornografía a todo el mundo, no expresaba mis sentimientos y solía tener muchos roces con mis padres”, explica.
Al ser menor de edad no tuvo que cumplir pena de cárcel, pero sí que le obligaron a apuntarse a terapia
Todo saltó por los aires el día que la policía descubrió que consumía porno de “legalidad cuestionable”, según su definición. “El mundo se me cayó encima”, rememora. Al ser menor de edad no tuvo que cumplir pena de cárcel, pero sí que le obligaron a apuntarse a terapia, apoyo psicológico con el que lleva ya cinco años y prevé seguir.
Y está firmemente convencido de que las empresas que generan, producen y promueven el porno deberían implementar “medidas eficaces de verificación de la edad” para que los menores no puedan acceder a este tipo de contenidos. Asimismo, opina que las autoridades deberían “promover campañas para visibilizar este gran problema".
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