Precariedad

Cinco euros por hora: la insostenible precariedad de las monitoras de ocio y tiempo libre

Pieza imprescindible para la conciliación de las familias españolas, las monitoras de ocio y tiempo libre sufren la parcialidad, la temporalidad y un ínfimo reconocimiento social

Imagen de archivo de una monitora que juega con alumnos de un colegio público de Málaga.

Imagen de archivo de una monitora que juega con alumnos de un colegio público de Málaga. / EFE

Violeta Molina Gallardo

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las monitoras de ocio y tiempo libre son una pieza imprescindible para la conciliación de las familias españolas: se encargan de los menores en el comedor, en las extraescolares, en el campamento de verano, en la ruta escolar, en las ludotecas municipales... Un empleo de gran responsabilidad por el que apenas se pagan cinco euros la hora y en el que trabajan mayoritariamente mujeres, sobre las que impactan con dureza la precariedad, la parcialidad, la temporalidad y un ínfimo reconocimiento social.

Ermitas es monitora de ruta en un colegio asturiano. Empieza a trabajar las 8 de la mañana, pero tiene que levantarse a las 6:30 porque tiene que ir en coche desde Oviedo hasta el pueblo del que parte la ruta. Asiste a los niños y niñas en el autobús de 8 a 9 y de 16 a 17 horas. Por las dos horas diarias, gana 9,35 euros. Además, es monitora en el comedor escolar entre las 12:30 y las 14:30 horas. "Trabajo para dos empresas. En total, media jornada: tengo que dedicar todo el día para cuatro horas, me levanto a las seis y media de la mañana y llego a casa a las 17:30 de la tarde", explica.

Trabajo mal pagado y feminizado

"Estos trabajos son bastante precarios, casi siempre son realizados por mujeres y están mal pagados. (...) En verano, vas al paro. A partir de dos cursos, ya tienes derecho a paro y como no gastas los seis meses que te conceden, todos los veranos vas teniendo paro. En verano tenemos los mismos gastos que en invierno, el banco no te deja de pasar la cuota de la hipoteca ni vas a dejar de pagar la luz", asevera Ermitas.

El salario base de una monitora de ocio educativo y tiempo libre es de 14.585 euros y el de coordinadora de actividades y proyectos, de 16.311.

El pluriempleo es habitual entre las monitoras de ocio y tiempo libre. Hay quien enlaza la ruta con el comedor y con actividades extraescolares o con el aula de madrugadores. Algunas, cuando terminan la jornada de monitora, van a limpiar oficinas o casas de particulares o a cuidar a menores de otras familias. Es necesario para llegar a fin de mes.

Ermitas cubre dos tareas para un mismo centro educativo, aunque esté lejos de casa y lo gestionen dos empresas diferentes, pero otras compañeras lo tienen aún peor y deben desdoblarse para hacer de monitoras en centros ubicados en diferentes localidades separadas por una distancia considerable.

Es imposible tener un proyecto de vida

La secretaria de Mujer de la Federación Estatal de Enseñanza de Comisiones Obreras, Iria Antuña, destaca en conversación con este periódico que con esos salarios y esas jornadas, las monitoras "no pueden tener un proyecto de vida". Y ellas trabajan mientras el resto del mundo concilia, sacrificando su propia conciliación.

Cuenta Antuña que el complemento por pernocta en un campamento es de cuatro euros, "por dormir fuera de casa y estar toda la noche pendiente de críos y crías, cuatro euros". El plus de nocturnidad de un empleado que está en la garita de un aparcamiento es mucho mayor, matiza, "y está encargado de coches, no de menores".

Yovana trabaja en un programa de conciliación del ayuntamiento de Gijón (Asturias). Cuando empezó, hace años, era monitora de campamento con estancias de 24 horas: "Las noches no dormía más de tres horas seguidas. Cuando no se pone uno malo, no pueden dormir porque están nerviosos... Y a las 7 de la mañana en pie porque tienes que preparar desayuno y actividades. Y tirar así 15 días", señala.

Actualmente empleada en facilitar la conciliación de las familias de Gijón, en verano su servicio cubre desde las 7 a las 16 horas, mientras durante el curso escolar la jornada abarca desde que finaliza el comedor escolar hasta las siete de la tarde, por lo que las trabajadoras cotizan por menos horas.

Yovana destaca que las profesionales del sector están "bastante quemadas" con el problema de la parcialidad, "que conlleva menos cotización, preocupación a la hora de la jubilación y menores salarios".

En este sentido, Rosa tiene claro que no tendrá derecho a una pensión contributiva, a pesar de que lleva 18 años trabajando como monitora de comedor en distintos colegios madrileños: "Jamás voy a poder tener una jubilación porque no he cotizado los años necesarios. Podría irme, pero me encanta estar con los niños, me encanta mi trabajo. Es vocacional en el 90 % de los casos porque imagínate lo que puedes hacer con este salario, apenas nada", reconoce.

La renuncia

Son numerosos los casos de profesionales que abandonan el sector para buscar trabajos mejor remunerados. La responsable de CCOO sostiene que "con esas condiciones nadie quiere quedarse". A este respecto, Yovana defiende que le encanta su trabajo, que los menores lo agradecen muchísimo, pero son tantos los inconvenientes que muchas compañeras tienen que replantearse "si tirar por otros caminos laborales porque a la larga no compensa".

"Hay una parte que abandona la profesión y hay otras personas que lógicamente se tienen que buscar trabajos complementarios que les permitan llegar medianamente bien a fin de mes, más con los precios por las nubes. Tengo compañeras que tienen que hacer el transporte escolar por la mañana, son monitoras en el colegio y luego se van a limpiar comunidades de vecinos. Si no complementas con otros empleos, es inviable", insiste Yovana.

En un colegio público de la ciudad de Madrid, las monitoras del comedor ganan poco más de 250 euros al mes: trabajan dos horas por jornada escolar, algo más de cinco euros por hora, cuenta Rosa. "El salario, mal. También quitaron el transporte hace un par de año. Tengo alguna compañera que tarda una hora y pico en llegar al colegio y se lo tiene que pagar ella, yo le pregunto si le compensa por dos horas. Este trabajo no te saca de pobre, no está pagado, desde luego el salario no está a la altura de la responsabilidad que tienes", añade.

Bajo el paraguas de la figura de la monitora de ocio educativo y tiempo libre entran las profesionales que trabajan en los comedores y las aulas de madrugadores de los colegios, en las rutas escolares, en los campamentos, en los parques de bola, en las ludotecas, en los centros de mayores realizando actividades,...

Psicólogas, enfermeras, animadoras...

Ermitas señala la responsabilidad y exigencia del trabajo: "Tenemos que hacer un poco de todo, ser enfermeras, cantantes, artistas,...". Si buscas un trabajo por dinero, dice esta profesional asturiana, "en este vas a echar poco tiempo", si bien precisa que la respuesta de los niños a su labor resulta "muy gratificante".

Yovana llama la atención sobre el poco reconocimiento social que tienen, a pesar del arduo trabajo que realizan: "Podemos hacer casi de todo, porque nos dedicamos a la educación, tanto como apoyo escolar como a la hora de transmitirles valores a los críos, nos encargamos de cuidarlos, somos enfermeros y enfermeras muchas veces, también psicólogas porque trabajamos emociones y necesidades educativas especiales. Somos integradoras sociales, promovemos la inclusión de todas las personas, y también animadoras".

Los trabajos relacionados con los cuidados están profundamente feminizados y poco valorados socialmente, a pesar de su importancia. Las monitoras son esenciales para la conciliación de las familias, que sin embargo piensan que "lo único que hacen es jugar", según Antuña, no reconocen el importante trabajo y la enorme responsabilidad que asumen estas profesionales.

Atender y proteger a niños y niñas es una tarea que requiere paciencia, dedicación y cariño. Rosa, monitora en Madrid con mucho alumnado procedente de familias desestructuradas, explica que sus compañeras se convierten en una figura de apego para los menores. "Cuando pasan un tiempo contigo, te sienten cercana y te cuentan problemas que tienen en casa. Eso nos ha permitido derivarlos al psicólogo del centro para que reciban ayuda o avisar a servicios sociales cuando ha sido necesario. Tienen que desahogarse y lo hacen contigo en el patio", dice.