El local de los titulares

Una noche de verano en la discoteca Waka de Sabadell: despiporre, sexismo y reguetón

En el tren del botellón hacia las discos de adolescentes Cocoa y Titus: cubalitros, ligues y (mucho) despiporre

Arran rompe y pinta las paredes de Waka Sabadell para señalar "un modelo de ocio machista y racista"

Sant Quirze pide a la Generalitat el cierre de la discoteca Waka Sabadell tras la última violación: "¿Qué más tiene que pasar?"

2.jpg

2.jpg / M. T.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Macrorredadas, peleas a navajazos, violaciones, agresiones racistas, vídeos sexuales de menores... De un tiempo a esta parte, la macrodiscoteca Waka Sabadell se ha convertido en una macromáquina expendedora de incendiados titulares. Ellos mismos se autodenominan como "la discoteca más famosa de la zona" por los "fiestones que lían". Este sábado de madrugada -día en el que pueden entrar menores de edad-, EL PERIÓDICO ha hecho una incursión en la sala que se ha convertido en combustible de acaloradas polémicas y episodios reprobables.

No hay pérdida. En medio de una zona industrial, cerca de dos clubs de pádel y con mucha facilidad para aparcar, se alza esta nave industrial de más de seis mil metros cuadrados cuyos carteles luminosos anuncian, con autoafirmación voltaica, que ya estás en territorio "Waka".

Papijamas y ausencia de coches

Lo primero que llama la atención, como en casi todas las discotecas de menores de edad, es la ausencia de coches. En una zona alejada de la ciudad, hay muy pocos vehículos para la cantidad de gente que espera a la entrada del local. ¿El motivo? Es viernes, y la entrada es +16. Muchos de los asistentes no tienen carnet de conducir, pero eso tampoco significa que vayan en transporte público. En la entrada de la discoteca se repite una escena similar a la de la puerta de los colegios. Aparece un coche, bajan los chavales, cogen las botellas de alcohol, se despiden de los padres (los papijamas, en argot de la noche adolescente) y estos se van. La misma imagen se replica durante las primeras horas de la noche, cuando de los coches bajan tres o cuatro adolescentes con recipientes llenos de refresco o directamente botellas de alcohol.

5.jpg

Botellón a las puertas del Waka. / M. T.

La discoteca abre a las doce de la noche, pero a esa hora nadie entra aún. Falta el ritual más importante: la previa. Adolescentes y mayores de edad se sientan en el suelo de la zona industrial mientras se sirven ellos mismos los cubatas. No falta tampoco quien lo alterna con un porro. Los primeros vómitos empiezan a partir de la una de la mañana.

A menos personas, menos problemas

A la hora de entrar, sorprende que apenas haya cola. Esperas un par de minutos, te revisan el bolso, enseñas el DNI... y para dentro. En las primeras horas de la madrugada la discoteca está más bien vacía, con un centenar de personas, muy lejos de las 3.000 que marca el aforo máximo. Conforme avanza la madrugada, el local se va llenando. Eso sí, sin acercarse a las masivas afluencias que muestran los vídeos y las imágenes de las redes sociales de la discoteca. Es verano y seguramente un grueso de chavales que acuden durante el año ahora están de vacaciones escolares.

6.jpg

La discoteca Waka, esta madrugada. / M. T.

Quizá por eso la noche transcurre sin grandes sobresaltos. Se repiten los sucesos habituales en este tipo de discotecas: adolescentes mareados, escenas subidas de tono y algún que otro pique con seguridad. Sobre las tres de la mañana, un vigilante echa a un joven ebrio que se estaba poniendo violento y empuja a un colega del chaval perjudicado. Este no se queda callado, replica y el momento de tensión se acaba disolviendo antes que el círculo de espectadores que se ha formado alrededor en busca de acción.

Anillos para ellas, armas blancas para ellos

Lo que no cambia en ninguna época del año es el sexismo que rige en este tipo de discotecas. Tanto los asistentes, como la organización caen en estereotipos de género muy extendidos, sobre todo a esas edades. En la hilera para entrar, a los chicos se les ordena que se quiten collares y anillos, y se les cachean los bolsillos. A las chicas, como mucho, se les mira el bolso, pero no dicen nada de los complementos. Estos pueden resultar peligrosos en una pelea, algo que, a criterio del personal de seguridad, es solo cosa de hombres.

1.jpg

Alrededores de la discoteca Waka, este sábado de madrugada. / M. T.

De hecho, las mujeres tienen otro lugar reservado en la discoteca: las plataformas elevadas que se elevan en la zona del DJ. Aunque en toda la discoteca hay varias tarimas donde se puede subir a bailar, las más elevadas y a la vista de todos están reservadas exclusivamente a las chicas. El único hombre que hay en la mesa de mezclas es el DJ y a su alrededor pululan jóvenes con vestido bailando. Seguramente se lo estan pasando bien y han subido de forma voluntaria, pero es indudable que la discoteca las utiliza como reclamo de imagen.

Reputación

"Las peleas suelen darse fuera, no dentro del local, pero sí son muy comunes", admite un chaval, que deja claro que este viernes no está a la altura de la reputación que se ha ganado el lugar. Otros habituales de Waka advierten de que más de una vez se han ido sin cartera, o que el ambiente no les ha parecido seguro.

El año pasado, el Ayuntamiento de Sant Quirze del Vallès, localidad donde se ubica la discoteca, reclamó la clausura del local, después de que se produjeran dos violaciones en menos de seis meses. Las denuncias por agresiones también se registran de forma reiterada, y solo hace falta buscar el nombre de Waka en internet para chequear la última polémica que ha tenido lugar. Aun así, la discoteca también cuenta con apoyos, como el Gremio de Discotecas de Barcelona, que defendió en un comunicado este espacio como "un establecimiento emblemático, que ha contado con el respaldo de diversas generaciones durante 28 años".

Sea como sea, a partir de las cinco de la mañana los chavales van enfilando hacia la calle, donde una flota de papijamas al volante les esperan para llevarlos de vuelta a casa. Lo que pasó en el Waka queda en el Waka.

Suscríbete para seguir leyendo