Menores y noche

En el tren del botellón hacia las discos de adolescentes Cocoa y Titus: cubalitros, ligues y (mucho) despiporre

Ir a buscar a tu hijo a la disco a las 6 de la mañana: ¿seguridad o sobreprotección?

"Es injusto que los padres nos deis menos libertad a las chicas para salir de noche"| Hablan cuatro adolescentes

El trayecto, de 45 minutos, es un "territorio sin ley", afirman los menores, que en la discoteca no pueden consumir alcohol

El tren del botellón a Mataró

El tren del botellón a Mataró. / FOTO Y VÍDEO: MANU MITRU

Abel Cobos

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Estación de Renfe de plaza de Catalunya, viernes, 22.50 horas de la noche. Faltan 10 minutos para que pase el penúltimo tren que llega hasta Mataró, rebautizado como el tren del botellón por los que lo cogen asiduamente. No hace falta subirse para entender el porqué de este apodo: decenas de menores se agrupan en el andén, cargando bolsas de plástico con alcohol de garrafón, bebiendo a morro, intentando fingir un poco de decoro para evitar llamar la atención del equipo de seguridad que, frente a la marabunta de jóvenes, se limita a observar. 

Así es la R1 las noches del viernes, la línea que une el área metropolitana con el Maresme y dos de sus discotecas más importantes, Titus Carpa (en el polígono de Can Ribó, entre Badalona y Montgat) y Cocoa (en Mataró). Ambas abren sus puertas a mayores de 16 los viernes por la noche, convirtiéndose este tren en una romería para adolescentes que se están introduciendo en el mundo de la noche. 

La aventura alcohólica empieza mucho antes de pasar los tornos. Como las discotecas no sirven alcohol a menores, y pocos padres habilitarán su casa como botellódromo, los adolescentes se aprovisionan en los supermercados alrededor del tren. "Yo voy al súper, aunque a veces se ponen pesados y no te venden", comenta una adolescente. "Hay otros en los que nunca miran tu edad", le responde otro chico. "Compramos Knebep, el vodka más barato, que no tenemos pasta", grita otro, riendo.

Ronda de cubatas

Llega el tren y se forman colas para acceder. A medida que van entrando, los jóvenes se van adueñando de zonas enteras del vagón. Suena el aviso de cierre de puertas, arranca el tren y, una vez están fuera del radar óptico de seguridad, los cubatas en vasos de plástico rulan como si fuera la barra de un bar. 

Las discotecas no sirven alcohol a menores y ellos se aprovisionan en los supermercados

El alcohol no es lo único que se van pasando los menores. El espacio que hay entre vagón y vagón se ha convertido en el fumadero oficial. Con una capacidad para unos tres o cuatro adolescentes, estos espacios se llenan de cigarros, porros, "y alguna cosa más", asegura un menor de 17 años que fuma desde los 14. ¿Que cómo lo compran? Igual de fácil que el alcohol: "En cualquier bar". Eso sí, con un matiz: "Nunca en uno de chinos -advierten-, ahí son muy legales, siempre piden DNI".

Tienen que acabarse los cubalitros con celeridad, los 45 minutos que dura el trayecto: "En la calle no podemos beber, así que toca hacerlo en el tren", asegura un adolescente de 17 años. Describen el trayecto hasta Mataró como un "territorio sin ley", perfecto para el botellón. "Si nos ponemos a beber en la calle, nos cae multa, así que lo hacemos aquí", detalla. 

Rodalies reclama seguridad a los Mossos

Las imágenes de decenas de menores bebiendo y fumando en los vagones del 'tren del botellón' de la R-1 de Rodalies en su ruta hacia las discotecas Cocoa o Titus, que celebran sesiones para mayores de 16 los viernes, han puesto sobre la mesa la cuestión de la seguridad en esos trenes. Fuentes de Renfe subrayan que "la responsabilidad es de los Mossos" y recuerdan que Renfe aporta una "seguridad complementaria". En los últimos trenes del día, por ejemplo, aseguran que personal de seguridad circula por los vagones. La compañía ferroviaria destina cada año 20 millones de euros a temas de seguridad.

Rechazan de plano que el 'tren del botellón', escenario cada viernes de viajes de decenas de adolescentes, sea "territorio sin ley", como definía uno de los protagonistas del reportaje para aludir al hecho de que en el tren pueden beber y fumar y, por lo que se ve, no pasa nada. Subrayan que frente a las normas de convivencia, hay "gente sin educación".

Los Mossos d'Esquadra cuentan con una unidad especializada en tráfico que incluye el transporte público. Entre sus funciones, según consta en su web, están la vigilancia del tráfico y del transporte y la prevención, persecución e investigación de actos ilícitos administrativos y penales.

"No hace tanto, yo era uno de ellos"

La estampa en el vagón es cuanto menos curiosa. En el pasillo, un grupo de chicas se hacen selfis. En un rincón, unas chicas se maquillan. En otra esquina, otra de 15 años se pone el DNI de su prima al lado para que su amiga le diga si se parecen "y colará como 18". Frente a las puertas, un grupo de chicos van a vaso por sorbo, haciendo un 'Sant Hilari'. 

Y todo esto, conviviendo con adultos que cuentan los minutos para que el tren llegue a su parada y salir de esa discoteca móvil. "Unos maleducados, muchísimo ruido", se queja Carme, de 68 años, quien, acompañada de su marido -vuelven del hospital-, cogía este tren sin saber con lo que se iban a topar. 

"Todos hemos tenido esta edad, qué le vas a hacer", añade otra mujer de 58 años, que vuelve con su hija, de 21 años, del teatro. "No hace tanto, yo era uno de ellos. Da un poco de vergüenza ajena, pero ninguna molestia", confiesa la hija, entre risas. Es la actitud con la que muchos afrontan este trayecto: resignación. Son muchísimos años del tren del botellón, y, más allá de estar acostumbrados, muchos de los que cogen esta línea para volver de trabajar en su día estuvieron en el otro lado. "Ahora vuelvo con este tren por trabajo, pero hace 20 años era yo la que lo cogía para ir a Cocoa", rememora una mujer de 36 años, originaria de L’Hospitalet, que ahora vive en Mataró.

"Que pongan más trenes"

En cuestión de solo cinco paradas, el alcohol en sangre ha aumentado mucho, y ya hay adolescentes que van algo pasados, con grupos gritándose entre ellos, vacilándose con otros. Uno incluso hace el saludo nazi. "Espero que estos vayan a Cocoa y no a Titus", comenta una adolescente, repudiando estos comportamientos. Parece ser que en el tren del botellón también hay clases.

A pesar de que los decibelios suben, nadie pone ni música ni altavoces, algo que, hace unos años, era impensable. "Sabemos que somos una molestia y por eso queremos reducir al mínimo el ruido", afirma un adolescente. No es el único con cierta conciencia sobre el espacio que ocupan y el ruido que generan: "Le pido a Renfe, la Generalitat o a quien sea que ponga más trenes", dice una menor. "Es absurdo que pasen tan pocos y solo hasta medianoche. Estamos todos apiñados, esto es una sauna", continúa, señalando las ventanas, enteladas por el calor humano. "Es imposible no molestar a los pasajeros, y si bebemos en la calle, a quien molestamos es a los vecinos". 

Ya se está acercando Mataró, el Dorado de estos adolescentes que vienen de lejos para pisar Cocoa. "La música es buena, me encanta el techno", cuentan unos que llegan de Tona. "En Barcelona no se puede salir", responden otros de la capital. "Son muy racistas, no te dejan entrar según como vayas vestido, y tampoco pasas si eres gitano, o negro", añaden. En Cocoa, aseguran, tienen el pase garantizado sin tener que rogar al 'segurata' para que deje pasar a su amigo racializado. 

Mataró: final de la ruta

Próxima parada, Mataró: final de la ruta de la borrachera. Se bajan como una avalancha. Hay adolescentes empujándose, se oyen gritos, incluso algunos grupos encarándose con otros, dispuestos a pegarse. El paso inferior de vía se llena tanto que algunos cruzan directamente por encima de las vías mientras, inútilmente, megafonía repite que se usen los pasos habilitados. Ni tan siquiera un vestido de tubo arrapado impide a las adolescentes ignorar las indicaciones, subiéndoselo casi hasta la cintura para saltar de vía en vía con una precisión olímpica. Y, aunque hay una puerta abierta para que salgan del recinto ordenadamente sin validar, los jóvenes deciden abrazar el caos, colándose por los tornos, empujándose para que no les pillen las puertas automáticas. 

Equipados con cubatas, botellas y cigarros en mano, peregrinan hasta las puertas de Cocoa, donde seguirán bebiendo hasta acabarse el alcohol. "Si tenemos que aguantar hasta las cinco de la mañana, no hay otra forma", dice una, riéndose. Una vez en la cola, muchos jóvenes recogerán el fruto de su siembra: "Es ahí donde ligas con la gente del tren, con quien te has ido mirando y tal", añade. Les espera una larga noche por delante. Los padres, mientras, ya tienen puesta la alarma para venir a buscarlos en coche de madrugada