Educación en Catalunya

Más del 40% de los colegios catalanes no tienen biblioteca escolar pese a estar obligados por ley

El Departament trabaja en un 'plan de rescate' que empezará con un proyecto piloto de dos cursos en 50 centros

En solo cuatro años, los centros que cuentan con este equipamiento han pasado del 79% al 58%

Biblioteca escolar del instituto público Menéndez y Pelayo de Barcelona.

Biblioteca escolar del instituto público Menéndez y Pelayo de Barcelona. / Georgina Roig

Helena López

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Todavía no hay datos postpandémicos, pero todo parece apuntar a que serán aún peores. Mientras en el 2015 el 79% de los centros educativos catalanes tenía biblioteca escolar, en el 2019 esta cifra descendía hasta el 58%. Cifras -oficiales y públicas, en la web del Departament d'Educació- que corresponden a encuestas que no son de respuesta obligatoria, algo que, según advierte el bibliotecario Carlos Ortiz, representa un sesgo importante. "Gran parte de los que no contestan es porque no tienen; si dispones de una buena biblioteca es que te interesa el tema y sería muy raro que no contestaras", reflexiona este activista de la biblioteca escolar, afortunado por poder serlo, pero quien tiene que trabajar en tres centros distintos para sobrellevar la precariedad del oficio.

Los bibliotecarios escolares como Ortiz son 'unicornios', bromean en una referencia muy arraigada a la literatura infantil. Existir, existen, aquí están, pero son muy muy pocos -se pueden contar con los dedos de una mano- los centros escolares públicos que cuentan con bibliotecarios profesionales contratados. El principal motivo es que no pueden contratar a estos profesionales directamente -algo que sí pueden hacer las privadas y concertadas-, así que disponer de esta figura depende de la voluntad y sobre todo del músculo de las afas. Y, obviamente, solo las afas económicamente fuertes pueden sostener esta nómina, por pequeña que sea, con lo que solo las escuelas cuyas familias tienen un poder adquisitivo medio-alto pueden contar con este recurso. Algo que al final lleva a que los alumnos en cuyos hogares probablemente tienen una mayor biblioteca cuenten también con libros y asesoramiento a su alcance en el colegio, y, lo más preocupante, a la inversa.

Coordinación sin remuneración

"La Llei d'Educació de Catalunya (LEC) dice que es obligatorio que todo centro tenga una biblioteca escolar, pero aquí acaba todo lo que pone sobre el asunto", señala Ortiz, quien señala otra de los problemas: existe la figura del coordinador de biblioteca escolar, pero no es una coordinación remunerada, con todo lo que eso supone. "A los profesores se les está exigiendo ahora un montón de cosas: innovación pedagógica, conocimientos de salud mental, detección del 'bullying'..., ¡cómo para además convertirlos en bibliotecarios!", reflexiona Ortiz, defensor de que los bibliotecarios escolares tienen que ser eso: bibliotecarios.

El propio Departament defiende que "donde hay un programa de biblioteca escolar (BE) robusto y con recursos se producen mejores resultados académicos"

Héctor Gardó, responsable de proyectos de la Fundació Bofill, define la situación como caótica. Ante el caos, las bibliotecas escolares -según se muestra en las citadas estadísticas oficiales- están en vías de extinción, en el mejor de los casos reconvertidas en bibliotecas de aula. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? "Algunos te dirán que es por falta de inversión en colecciones, en mobiliario, en formación… Otros que es un problema de talento: si no existe una figura de referencia que es el bibliotecario escolar, la biblioteca acaba siendo de todo el mundo y de nadie, y cuando las cosas no son de nadie acaban muriendo", señala Gardó, quien urge a resolver el asunto por una cuestión de equidad.

Herramienta imprescindible

Desde el propio Departament d'Educació defienden el impacto de las bibliotecas escolares en el rendimiento académico. "Donde hay un programa de biblioteca escolar (BE) robusto y con recursos se producen mejores resultados académicos", aseguran fuentes de la 'conselleria', quienes remarcan también que el nivel académico del alumnado mejora en centros con un bibliotecario profesional involucrado; y que la cooperación entre biblioteca y profesor contribuye al mayor rendimiento del alumnado. Y van más allá: "la BE es una herramienta imprescindible en un momento en el que la escuela se encuentra inmersa en un proceso de transformación".

Entonces, si el Departament d'Educació considera que es una herramienta imprescindible... ¿por qué casi la mitad de centros públicos no tienen? ¿Qué está haciendo la 'conselleria' para revertir la situación? "El Departament d'Educació trabaja en un Plan de Mejora en el marco del Plan Nacional del Libro y la Lectura. Este plan se iniciará con una prueba piloto de dos cursos y 50 centros educativos y contará con inversión económica, programario de bibliotecas actualizado, formación para el profesorado, reconocimiento de la figura del coordinador de biblioteca y apoyo de un bibliotecario guía profesional desde el servicio educativo", responden desde el Departament. Una vez hecho y evaluado el pilotaje, añaden desde la 'conselleria', se harán los ajustes que convengan y se irá ampliando a todo el territorio, curso tras curso.

La 'música' de esta prueba piloto suena bien a los oídos de los expertos, aunque para valorarla tendrían que conocer el alcance económico de la inversión, algo que, por ahora, la 'conselleria' no detalla.

Tozudos unicornios

La bibliotecaria escolar Júlia Baena -junto a Ortiz, otro de los tozudos 'unicornios' que mantiene viva la llama de las bibliotecas escolares- quiere confiar en el impulso que supondrá esta apuesta por resucitar las BE en el marco del Plan Nacional del Libro y la Lectura. Baena es una firme defensora de que la función principal de la biblioteca escolar es, a diferencia de la de la biblioteca pública, ofrecer apoyo al aprendizaje, algo que hace a diario desde la preciosa biblioteca de instituto público Menéndez y Pelayo en Barcelona.

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