El Tren de la Història

En la playa con los griegos

Empúries fue el lugar por el que los griegos desembarcaron en la península ibérica hace unos 2.500 años

Ruinas de Empuries.

Ruinas de Empuries. / FERRAN SENDRA

Xavier Carmaniu Mainadé

Xavier Carmaniu Mainadé

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Ahora que la primavera empieza a asomarse, falta poco para que salgamos en masa a tomar el sol junto al mar. Que Catalunya es un país mediterráneo se ha repetido tantas veces que ya es un cliché, pero nadie duda que sus orígenes beben de este azul que ahora, desde el norte, los europeos hemos convertido en un mortal muro líquido donde cada día naufragan personas que podríamos ser nosotros. Las profundidades marinas son una enorme fosa común repleta de cadáveres de aquellos que no consiguen hacer realidad el sueño de llegar a la otra orilla.

Históricamente la función del Mediterráneo era muy diferente. Cuando no existían ni coches ni carreteras; ni trenes ni vías; ni aviones ni aeropuertos, el inmenso lienzo azul que baña el litoral catalán era la gran autopista que conectaba el mundo conocido. Fue cabalgando sus olas que los griegos llegaron a la península ibérica hace unos 2.500 años. El lugar escogido fue Empúries. Unos años antes ya habían desembarcado en Marsella, donde también habían fundado un asentamiento. Su idea era, como diríamos en lenguaje comercial moderno, abrir nuevos mercados. Ofrecían productos de lujo (como aceite de oliva y cerámica) a cambio de cereales o metales de los autóctonos. El negocio fue bien porque, poco a poco, su presencia en Empúries se fue consolidando tal y como demuestran las excavaciones, donde los arqueólogos han podido seguir el proceso de expansión. Primero se situaron en un pequeño promontorio, donde ya existía una población indígena y después levantaron nuevas construcciones más allá. El momento de máximo esplendor llegó alrededor de los siglos II y I a. C. Por entonces la ciudad ya se había protegido con una muralla que la rodeaba. En el interior, como era habitual en las urbes griegas, había una plaza central (llamada ágora) que articulaba la distribución de las calles y acogía los principales edificios públicos y el espacio comercial conocido como estoa. Pero entonces una nueva potencia estaba emergiendo y se preparaba para conquistar todo el Mediterráneo: Roma. Sus tropas desembarcaron en Empúries en el 218 a. C. durante las operaciones militares relacionadas con las guerras Púnicas que les enfrentaban a Cartago.

El imperialismo romano

La forma de hacer de los romanos era muy diferente a la de los griegos. Si los primeros habían llegado con la idea de hacer negocio, los segundos querían apropiarse del territorio y someter a los indígenas que no aceptaran sus reglas. Imperialismo de manual, vamos. Hay que decir que de entrada la nueva situación no perjudicó a Empúries, tal y como demuestra el hecho de que se construyeron grandes edificios como el anfiteatro o la palestra (una especie de gimnasio de la antigüedad).

Ahora bien, a partir del siglo I d. C., los romanos prefirieron priorizar otros centros urbanos como Gerunda (Girona), Barcino (Barcelona) o Tarraco (Tarragona) y, poco a poco, Empúries quedó olvidada y enterrada por el polvo del tiempo. Sólo perduró un pequeño reducto rebautizado durante el cristianismo como Sant Martí d'Empúries. Fueron pasando los siglos, generaciones y etapas de la historia hasta que se llegó al siglo XIX. Entonces hubo algunos intentos por excavar las viejas ruinas, pero no fue hasta 1907 cuando la cosa se hizo en serio gracias al liderazgo de Josep Puig i Cadafalch acompañado por Emili Gandia y Manuel Cazurro.

Catalunya vivía un momento muy especial. Se empezaba a dejar atrás el modernismo para abrazar el 'noucentisme', un movimiento estético y cultural de clara inspiración mediterránea y neoclasicista. Encontrar Empúries y excavarla era una forma de reforzar la idea de una Catalunya vinculada al legado grecorromano. Y, encima, en 1909 tuvieron la fortuna de descubrir la escultura de Asclepio, una obra que se convertiría en icónica y que todavía ahora es la imagen más representativa de un yacimiento que nunca se ha dejado de excavar (excepto durante la guerra civil) y al que dedicamos nuestro pódcast de esta semana conversando con tres miembros del Museo de Arqueología de Catalunya que trabajan en él. Marta Santos, Pere Castanyer y Elisa Hernàndez nos guían por las viejas calles de una ciudad a la que llegaron los griegos de hace 2.500 años. Por cierto, no creáis que eran de Atenas. Eran originarios de Focea, una ciudad que ahora forma parte de Turquía, concretamente de la provincia de Esmirna. Si fuera ahora, nunca habrían logrado llegar a Empúries. Los habrían detenido por ser considerados inmigrantes ilegales, pero hace dos milenios y medio nuestras fronteras no existían.