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El cambio climático despierta a la procesionaria

Las orugas que diezman los pinos, sumamente urticantes, se han empezado a ver en los últimos años en diciembre, tres meses antes de tiempo, y en entornos de montaña o situados muy al norte. Aviso: son cosas del cambio climático

procesionaria

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Antonio Madridejos

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La procesionaria o 'Thaumetopoea pityocampa', una mariposa conocida popularmente por las bolsas que crea en los árboles y el poder urticante de sus orugas, ha aumentado en las últimas décadas su territorio y su comportamiento como plaga debido a la subida de las temperaturas, particularmente en otoño e invierno, y a la excepcional progresión de los pinos, su huésped por antonomasia, consecuencia a su vez del abandono de la agricultura en el medio rural y de las repoblaciones. Todos los ingredientes se combinan a su favor.

No hay que olvidar que la procesionaria es endémica de los pinares peninsulares y que desempeña un papel clave en el ecosistema como fuente de alimento para infinidad de aves, murciélagos, saltamontes y escarabajos. El problema es cuando se convierte en plaga. "La procesionaria hace lo que tiene que hacer: comer pinos. Lo que ocurre es que ahora tiene demasiados pinos disponibles, muchos de los cuales no deberían estar donde están", precisa José Antonio Hódar, profesor de Ecología de la Universidad de Granada y autor de diversos estudios sobre el lepidóptero. A ello se suman unas condiciones ambientales anómalas: aprovechando el clima más suave, la procesionaria avanza hacia latitudes más septentrionales y lo hace también hacia las cumbres. "Le hemos puesto todas las condiciones para que crezca", insiste Hódar.

Las repoblaciones con pinos también han favorecido la expansión de la mariposa

"El frío actúa como límite geográfico", resume por su parte Mireia Banqué, técnica del Creaf, centro de investigación ecológica del campus de la UAB en Bellaterra y coordinadora de la red de voluntarios Alerta Forestal, un programa de seguimiento de la procesionaria, la oruga del boj y otros indicadores forestales. La ecuación es muy sencilla: si no hace frío, especialmente en otoño, puesto que es la estación en que se encuentran en la fase de oruga más vulnerable, las larvas sobreviven con más facilidad, se reproducen a sus anchas y lógicamente aumenta su capacidad depredadora. "El incremento de las temperaturas supondrá que las larvas nazcan antes y lleguen al invierno en un estadio más avanzado del desarrollo, y por tanto en mejores condiciones para superarlo", reitera Hódar. 

Ya se está apreciando el fenómeno. La red Alerta Forestal del Creaf detectó en diciembre diversos grupos de oruga de la procesionaria del pino desfilando por el suelo, cuando lo habitual es observarlos a partir de marzo. Los avisos procedieron de las comarcas del Ripollès, Solsonès, Vall d’Aran, Noguera, Garrotxa, Osona y Selva. "Está claro que las temperaturas más elevadas están adelantando el ciclo", dice Banqué. 

"Los franceses están asustados"

En su avance hacia el norte, la mariposa 'Thaumetopoea pityocampa' ha colonizado hasta la Costa da Morte, en Galicia, y también se ha observado en Asturias, fundamentalmente en entornos urbanos. "Los franceses están asustados", prosigue el investigador de la Universidad de Granada. En los años 70, el lepidóptero llegaba hasta el Macizo Central, pero debido a las plantaciones de pino y las temperaturas más altas ahora se encuentra hasta en la Bretaña. "Está entrando a mansalva", dice Hódar. También está ascendiendo en altura. "Nosotros ya hemos visto procesionaria en pinos de Sierra Nevada a 2.300 metros de altura", añade. Y en Catalunya se ha observado a 1.800.

Ahora ya es posible observar bolsas colgando de los árboles en Galicia, Asturias o la Bretaña

En cambio, el mismo ambiente cálido que favorece su expansión en Francia y en las montañas peninsulares es lo que está provocando su retroceso en el sur, como sucede en zonas de Marruecos, en Túnez y hasta en Almería, añade el investigador de la Universidad de Granada.

La procesionaria se alimenta de las acículas o agujas de los pinos cuando brotan, por lo que puede ocasionarles una disminución del crecimiento y debilitarlos, lo que los predispone a ataques de otros insectos perforadores "que son los que podrían causar su muerte", subraya el Creaf. Sin embargo, rara vez mata los bosques de los que se alimenta. "Aunque la defoliación puede resultar impactante, especialmente en aquellos ejemplares más cercanos a las carreteras y otros espacios abiertos –dice Hódar–, en realidad sus efectos son limitados. Salvo excepciones, los pinos con procesionaria se recuperan al cabo de un año". El lepidóptero muere cuando se queda sin alimento.  

"Quien ponga pinos en una zona ajardinada es que no se ha enterado de la película"

En Catalunya, la procesionaria ataca sobre todo al pino albar ('Pinus sylvestris') y el pino negral ('Pinus nigra'), dos especies que se han convertido en dominantes en el interior gracias a las repoblaciones y su capacidad por colonizar antiguos campos de cultivo abandonados, aunque tampoco es raro observarla a menor altitud en bosques y jardines de otras especies de pinos y mucho más raramente en cedros. De hecho, amparada en las temperaturas más benignas del entorno urbano, es muy fácil verla en parques de las ciudades. "Quien ponga pinos en una zona ajardinada es que no se ha enterado de la película", dice Hódar. 

Demasiados pinos

En el conjunto de España, las coníferas, fundamentalmente pinos, representan el 34,5% de los bosques, o el 53,6% si se computan bosques mixtos, "lo que da una idea de la dificultad para hacer frente al problema", insiste Hódar. "Aunque a la gente no le guste, en España hay demasiados pinos. Su futuro es acabar con procesionaria o bajo las llamas", prosigue.

En Catalunya, la procesionaria afecta a unas 120.000 hectáreas de bosque, un 15% de todos los pinares, de las cuales unas 20.000 en un grado elevado de defoliación, aunque los datos varían notablemente entre año y año en función de las temperaturas, las precipitaciones y otros factores.

Desde mediados del siglo XX, cuando la procesionaria empezó a ser un problema visible, se le ha intentado poner freno con fumigaciones de diversos insecticidas, pero su utilidad resulta discutible salvo en aquellos casos de afectaciones muy concentradas en determinadas lugares, especialmente zonas muy humanizadas donde pueden producirse contactos accidentales. Es más, algunos estudios sugieren que su efecto es incluso inferior al de la propia dinámica natural, caracterizada por unos picos cíclicos. 

Hay que recordar que, sea por contacto directo o simplemente porque los transporta el viento, los pelos de las orugas pueden causar graves afectaciones a las personas -también a los perros y el ganado- en forma de reacciones alérgicas y urticarias. En casos extremos se puede llegar hasta un 'shock' anafiláctico.