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Pódcast 'El Tren de la Historia': Napoleón, entre el mito y la realidad

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La figura del militar corso sigue suscitando debates apasionados 200 años despúes de su muerte

Batalla del Bruc

Batalla del Bruc / AGEFOTOSTOCK

Xavier Carmaniu Mainadé

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En la historia hay personajes que son verdaderas estrellas del rock, de esos que, gracias a su popularidad, han sobrevivido al paso del tiempo. Sin lugar a duda, uno de los primeros de la lista es Napoleón Bonaparte, que dos siglos después de su muerte, sigue generando debates apasionados.

Para unos fue un megalómano acomplejado que quiso dominar Europa, para otros un visionario que modernizó Francia y extendió los ideales revolucionarios de 1789 en todo el Viejo Continente. O al menos lo intentó, porque hubo sitios, como en Catalunya, donde le fue imposible. De hecho, fue ahí donde sufrió las primeras derrotas militares.

En febrero de 1808 en Cataluña se produjo algo excepcional. Un contingente de 5000 soldados franceses y 1800 caballos cruzó los Pirineos y avanzó con toda tranquilidad hasta llegar a Barcelona, donde las autoridades los recibieron con los brazos abiertos. Bien, esta afirmación quizá sea un poco atrevida teniendo en cuenta que galos y catalanes llevaban un montón de siglos tirándose los trastos a la cabeza. Y seguro que ver a un ejército encabezado por la bandera tricolor sin decir ni mu no hacía ninguna gracia a mucha gente porque, seamos claros, los catalanes no soportaban a los franceses.

Pero es que esa vez tenía que ser diferente. O al menos eso había hecho creer a Napoleón al rey Carlos IV; a su hijo, el futuro Fernando VII; y al primer ministro Manuel Godoy. En teoría el emperador francés sólo quería cruzar España porque, según aseguraba, su objetivo era conquistar Portugal para bloquear el Atlántico y ahogar al Reino Unido, que era el gran enemigo. Sin embargo, enseguida se vio que Napoleón les había engañado.

Las ideas de la revolución francesa

Así pues, los catalanes volvieron a luchar contra los franceses, como habían hecho tantas y tantas veces. Lo que ocurre es que en este caso, con Napoleón llegaban las ideas de la revolución francesa y de la modernidad que transformaron Europa durante el siglo XIX. Ahora bien en Catalunya, la mayoría de la población no quería ni oír hablar de toda aquella palabrería y se resistió con uñas y dientes. El porqué de esta resistencia y sus consecuencias son temas que aparecen en el libro “Napoleó, la revolució i els catalans” publicado por Viena Edicions y escrito por Antoni Gelonch, que es uno de nuestros invitados en el Tren de la Historia de esta semana. Según explica, la mala relación entre vecinos se remontaba a la edad media. Más adelante, cuando galos y castellanos se enfrentaron, las guerras convirtieron a Catalunya en un campo de batalla permanente. O sea que era imposible que en 1808 Napoleón (ni ningún otro francés) fuera bien recibido.

La ocupación de Catalunya tuvo dos etapas. Durante la primera, los napoleónicos intentaron ganarse el favor de los autóctonos, pero no lo lograron. Después, a partir de febrero de 1812, el Principado fue anexionado al Imperio Francés, haciendo realidad un proyecto de Robespierre de convertirlo en un estado-tapón separado de España. En realidad esto no pasó de proyecto teórico (excepto en las comarcas de Girona, donde la ocupación fue más constante y efectiva).

Finalmente, Napoleón se marchó con el rabo entre las piernas porque la población no dudó en coger las armas para expulsar a los ocupantes. El episodio más conocido (y mitificado) es el de las dos batallas del Bruc que se produjeron en junio de 1808. Según la leyenda, el repicar del tamborilero Isidre Lluçà de Sant Pedor asustó a los militares, que pusieron pies en polvorosa. Ahora bien, los hechos fueron bastante diferentes, tal y como relata Marc Sellarès en nuestro podcast. Lo conoce bien porque se ha pasado siete años estudiando cómo se desarrollaron esas batallas. Gracias a esto descubrió el posible sitio desde donde habría tocado el mítico tamborilero del Bruc.

Los franceses se retiraron en 1814 y España, en un caso único en Europa occidental, volvió al absolutismo con Fernando VII. Pero lo más curioso es que a pesar de la animadversión general contra todo aquello que olía a Revolución Francesa, Napoleón pronto se convirtió en un referente para determinados sectores. El profesor de la Universidad de Barcelona, Jordi Roca Vernet, nos explica que esto fue posible en parte por la habilidad del propio Napoleón de reconducir su imagen pública después de ser derribado y desterrado en el exilio. Por eso, a lo largo del siglo XIX, cuando se vivieron infinidad de revoluciones en Europa, siempre hubo gente que reivindicó la figura de este militar corso que doscientos años después sigue formando parte del imaginario colectivo.