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Francesc Piguillem Verdacer, médico de Puigcerdá, fue el primer doctor en poner vacunas en la península ibérica, en 1800

Josefa Pérez, de 89 años, la primera vacunada contra el covid-19 en Catalunya

Josefa Pérez del centro Feixa Llarga de L'Hospitalet de Llobregat, ha sido la primera mujer vacunada en Catalunya. / ACN\EFE VIDEOS

Xavier Carmaniu Mainadé

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Pronto hará dos años que Josefa Pérez gozó de lo que Andy Warhol bautizó como los quince minutos de fama que todos merecemos. Y en su caso fue con toda la razón del mundo. El 27 de diciembre de 2020 aquella jubilada de 89 años residente en el centro de la Feixa Llarga de l’Hospitalet de Llobregat fue la primera ciudadana de Cataluña en recibir la vacuna contra el covid.

Aquel día todavía vivíamos con el corazón en un puño, atemorizados por una enfermedad que lo había paralizado todo, pero una luz de esperanza parecía empezar a indicarnos el final del túnel. El personal sanitario nos aseguraba que aquellas inyecciones nos ayudarían a vencer al maldito virus pero no todo el mundo lo veía claro. Algunos lo negaban, otros eran escépticos y unos pocos recurrían a la historia para recordar que gracias a ese método ya se había acabado con otras enfermedades.

Ahora, que ya han pasado dos años del inicio de la campaña de vacunación y que se están poniendo las dosis de recuerdo, en el Tren de la Historia rendimos homenaje a los que estaban en la primera línea: el personal sociosanitario a quien entonces aplaudíamos con emoción y aunque ahora lo hayamos olvidado. Y sobre todo queremos recordar a los pioneros que hace dos siglos pensaron que la vacuna sería un buen método para salvar vidas. Además, tenemos el privilegio de hacerlo con profesionales de primer nivel.

El origen de la palabra vacuna

Por ejemplo, la doctora Magda Campins -especialista en epidemiología y miembro del consejo asesor de vacunas del departamento de Salut- nos explica cómo después de años de observación, Edward Jenner se dio cuenta de que las mujeres que ordeñaban las vacas no cogían la viruela. Su teoría era que quedaban inmunes porque se infectaban de una variante de esa enfermedad que afectaba a los rumiantes. Por tanto, Jenner pensó que si todo el mundo se sometía a un proceso de infección controlada, evitarían contraer la variante humana.

En 1796 pasó de la teoría a la acción y empezó a experimentar inoculando pus de las vacas a algunos individuos y durante dos años los observó con atención. Pasado ese tiempo comprobó que después de una pequeña reacción inicial no habían enfermado. Una vez analizados los datos, en 1798 publicó los resultados de la investigación que bautizó como “variolae vaccinae” y que popularmente enseguida se conoció como vacuna (por lo proceder de las vacas).

La viruela era una enfermedad que preocupaba mucho (cada año mataba a 400.000 europeos) y eso explica que los médicos enseguida empezaran a imitar el procedimiento inventado por Jenner. En París su principal valedor fue el médico François Colon. Lo primero que hizo fue vacunar a su hijo de 11 meses sin que le pasara nada. Entusiasmado, promovió el uso masivo de esta técnica y vacunó gratuitamente a los pobres. Colon tenía un buen amigo en Puigcerdà llamado Francesc Piguillem Verdacer, que había estudiado medicina en Cervera. Como muy bien nos explica el presidente del Centre de Recerca de Cerdanya, Enric Quílez, el hecho de ejercer la profesión en un sitio de frontera como Puigcerdà le facilitó poder estar al corriente de las últimas tendencias científicas procedentes de tierras galas. De hecho, parece que fue por correo como le llegaron las muestras de viruela enviadas por Colon.

Gracias a ello se convirtió en el primer médico de la península ibérica en poner vacunas. Fue el 3 de diciembre de 1800. Los afortunados fueron dos niños de Puigcerdà. La madre de los niños y el doctor Piguillem acordaron actuar con discreción para evitar las críticas de los vecinos del pueblo. Pero no contaban con la alegría de los muchachos, que lo contaron a todo el mundo felices de saberse protegidos de una enfermedad que si no te mataba podía dejarte ciego o, en el mejor de los casos, grabarte la cara con las marcas de las pústulas. Como explica Quílez, parte de la gente de Puigcerdà se puso las manos en la cabeza porque al igual que ahora los antivacunas defienden teorías alucinantes, entonces había gente que creía que a los vacunados les saldrían cuernos como a las vacas.

Piguillem no fue el único pionero de nuestro país. El doctor Miquel Bruguera, director de la unidad de estudios académicos del Colegio de Médicos de Barcelona, nos cuenta el caso del doctor Jaume Ferran Clua, un hombre de ciencia avanzado a su tiempo, que salvó muchas vidas con sus métodos poco ortodoxos, cosa que acabaría por costarle su carrera profesional. Seguro que si fuera americano ya habrían hecho una serie de esas que ahora están de moda. Por el momento, nosotros le hemos dedicado una parte de nuestro Tren de la Historia.

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