Entrevista

Mujer antidisturbios de los Mossos: "Cuando tiran una botella, no se plantean si hay una madre detrás del casco"

La agente con más experiencia en la Brigada Móvil habla con EL PERIÓDICO cuando esta especialidad cumple 30 años

Antidisturbios de los Mossos d'Esquadra abriendo una de las taquillas de la Brigada Móbil

Antidisturbios de los Mossos d'Esquadra abriendo una de las taquillas de la Brigada Móbil

Guillem Sánchez

Guillem Sánchez

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Solo un 10% de los agentes que integran la Brigada Móvil de los Mossos de Esquadra son mujeres. Y nadie lleva tanto tiempo dentro de esta unidad como la policía que atiende a EL PERIÓDICO. Pide que en la noticia no consten su nombre y apellidos. No pone ninguna condición más antes de aceptar ser entrevistada por primera vez acerca de una profesión, la de antidisturbios, que siempre ha estado en el ojo del huracán.

¿Una furgoneta de antidisturbios es un lugar de testosterona y machismo?

No. Para nada.

¿Nunca ha tenido que escuchar comentarios machistas? ¿En los más de veinte años que lleva en la Brigada Móvil (Brimo)?

[Sonríe] Cuando llegué la verdad es que no sabían muy bien cómo tratarme. No estaban acostumbrados a trabajar con mujeres y notabas que te miraban raro. Todos hemos recibido una educación patriarcal. Pero nunca me han hecho ningún comentario que pueda considerar machista a la cara.

¿Su pareja lleva bien el riesgo que entraña la profesión de antidisturbios?

Mi marido es el jefe de mi furgoneta [Risas].

Y le encarga tareas menos peligrosas…

Todo lo contrario. Soy un miembro más del equipo. Hay compañeros que no han sabido que éramos pareja hasta después de varias semanas.

¿Tiene hijos?

Uno. Y también tengo un nieto.

¡Una abuela en la Brimo! ¿Pero cuántos años tiene?

51 años. Fui madre muy joven. Cuando aprobé las oposiciones a agente de los Mossos d’Esquadra, en 1993, mi hijo tenía 5 años.

¿Y le gustaba la idea de que mamá fuera policía?

Una vez me dijo que tenía un trabajo de hombres. Le enseñé que eso no era verdad, que las mujeres también somos policías.

¿Por qué quería ser policía?

No lo sé. Desde siempre lo había querido. A mi madre no le gustaba nada la idea. Incluso cuando aprobé y ya estaba en la escuela, seguía insistiendo en que eso no era para mí. Al final tuve que pedirle que lo asumiera de una vez. A mi padre, en cambio, la idea le encantó. Me acuerdo de que cuando tenía 11 o 12 años ya me ayudaba a buscar información para enterarme de qué había que hacer para ser policía.

¿Cómo ha llevado su familia la mala prensa de los antidisturbios?

Saben que no es verdad mucho de lo que se cuenta de nosotros. Creo que dejas de ver así a los antidisturbios cuando tienes a uno cerca de ti.  

¿Qué ha sido lo más duro?

Faltar a funciones infantiles en las que actuaba mi hijo por culpa de los horarios.

¿Y lo más triste?

Pisar La Rambla tras los atentados del 17-A. Acostumbrados a ver aquel lugar siempre lleno de gente y de ruido, el impacto que supuso encontrarlo vacío y en silencio fue tremendo. Nos tocó sacar a ciudadanos que se habían quedado dentro de bares y locales. Y algunos estaban en 'shock' y salían con las manos arriba al vernos e intentabas decirles que no hacía falta, que habíamos venido para ayudarles y que podían bajarlas. Y después te agarraban del brazo y cuando los conducías al otro lado del cordón no querían soltarte [Se emociona].

Antidisturbios de la Brigada Móbil de los Mossos d’Esquadrs.

Fotografía tomada poco después de que entrara en la Brimo la entrevistada. / M.G

¿Y lo más aterrador?

En 2005, al desplegarse los Mossos en Barcelona, asumimos el control del dispositivo de seguridad en el Camp Nou. Un grupo de Boixos Nois lanzó cócteles molotov contra nuestra furgoneta y pasamos momentos muy difíciles: no teníamos ni visibilidad ni libertad de movimientos para poder actuar y salir de aquella situación lo antes posible. Es la única vez que he pasado miedo haciendo este trabajo.

¿Y en los disturbios de la sentencia del ‘procés’? ¿O en los Can Vies? ¿O por Pablo Hasél?

Al ver imágenes de algunos de esos disturbios al día siguiente tomas conciencia del riesgo que has corrido. Pero mientras trabajas, no. Es que con miedo no puedes estar aquí. Si te asusta esto, tienes que dejarlo. A mí me daría más miedo subir cada día a un avión como hacen las azafatas. Los disturbios de octubre de 2019 más que asustarme me agotaron, a todos nos agotaron. Dormíamos tres horas y volvíamos a trabajar. Los vecinos me dejaban comida preparada porque no tenía nada en la nevera.

¿Se hace difícil notar el rechazo de la gente?

A mí me gusta el contacto con las personas, incluso con las que no me quieren ahí.

¿Y no cansan los insultos?

Los aguanto perfectamente. Porque entiendo que no van dirigidos a mí personalmente. Y porque no puedes dejar que te afecten. Eso es lo más importante en nuestro trabajo. Prepararse físicamente es lo sencillo, lo complicado es tener cabeza.

¿Cree que los manifestantes que le tiran botellas se imaginan que atacan a una madre o a una abuela?

Ni se lo plantean. Para ellos somos algo que protege una institución que no quieren.

¿Hasta cuándo estará en la Brimo?

Hasta el último día que pueda. Me encanta.

¿Por qué?

Por la cohesión que crea el trabajo en equipo. Para mí los compañeros son como de la familia.

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