Pistoletazo de salida a las fiestas
El pregón de Gràcia reivindica el espíritu del barrio como receta para salvar el mundo
La pregonera, Carla Carbonell, expresidenta de las fiestas, llama a salvar el planeta con el "respeto, cohesión y la tolerancia" de barrio
Los representantes políticos reciben de nuevo silbidos pero se impone el espíritu festivo en el arranque de los festejos
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM-El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
Pocas personas conocen mejor Gràcia que la pregonera de este año. Carla Carbonell ha presidido durante ocho años la fundación de la Festa Major. Y desde el privilegio que supone disponer del primer discurso de la celebración, esta física de 39 años hizo algo quizás a contracorriente: decirle a los vecinos con ganas de descontrol tras dos años pandémicos que el mundo es un desastre, pero que Gràcia tiene la criptonita, la pócima, la semilla para salvarlo. Y es el espíritu que hace posible cada año la decoración de las calles. Esto es, "respeto, cohesión, tolerancia, equilibrio y corresponsabilidad".
No fue un pregón aclamado. Y vino precedido de los silbidos ya casi tradicionales a los políticos que tomaron la palabra antes que la protagonista. Ella misma fue víctima incluso de reproches de los más radicales por el simple hecho de hacer una referencia indirecta a Israel. Pero el mensaje de la pregonera sonó alto y claro, por encima de la minoría ruidosa: la humanidad se va al garete por el cambio climático y la deforestación, las guerras, las violencias y personajes como Trump y Bolsonaro, Carbonell preguntó: "Nos estamos cargando el planeta, ¿podemos cambiar las cosas?". La respuesta de esta física de profesión es que sí, que el espíritu que permite el 'guarnit', la decoración de las calles, en el "reducto galo" de Gràcia, puede ser exportable. Puede ser un motivo para "abrir los ojos, trabajar por el bien común".
Pero Carbonell no logró centrar la atención. Los jóvenes de las 'colles' del barrio, como la Malèfica del Coll, estaban más pendientes de repartirse las cervezas sentados en el centro de la plaza de la Vila que de aplaudirla. Y sí estuvieron, los más antisistema, dispuestos a silbar al concejal Ferran Mascarell y a Eloi Badia, del equipo de Gobierno de Ada Colau, cuando tomaron la palabra brevemente para presentar a la pregonera o para simplemente desear a todos unas buenas fiestas. La pregonera alternativa -otra tradición ya instalada, obra y gracia del entorno 'cupaire'- ya criticó que los políticos quisieran subir este año más que nunca al balcón de la sede de la Vila de Gracia porque se acercan las elecciones municipales.
"Las mujeres hemos venido para quedarnos"
Carbonell habló en clave feminista y reveló que al ser propuesta como candidata a presidir las fiestas levantó "nerviosismo entre personajes" que no veían bien que fuera mujer y joven. Estos recelos la hicieron decidirse por asumir el cargo. "Hemos venido para quedarnos". La pregonera también repasó con emoción la respuesta de solidaridad ciudadana tras los atentados de hace cinco años. Recordó la reacción de la gente para hacer más llevadera la tragedia. Todo ello llevó a Carbonell a reivindicar que la de Gracia es más que una fiesta de barrio.
Una fiesta que ha estado, como tantas otras, dos años en suspenso, y que ya antes del pregón calentaba motores con una contundente actuación conjunta de los grupos de percusionistas del barrio, al lado de los gigantes y los 'diables' preparados para el fuego y la noche. Mientras, en todas las calles adyacentes y en la misma plaza de la Vila, los vecinos seguían trabajando en lo que Carbonell definió como el meollo de fiesta: las decoraciones de las calles, 'el guarnit'. Los turistas se hacían fotos, las personas mayores ocupaban los bancos y los balcones -a destacar el señor mayor descamisado en un balcón de la calle Goya, con vistas privilegiadas, y familias enteras de la 'colla' dels Gegants de la calle Princesa se encaminaban hacia la plaza. Había ganas de fiesta.
Sin lágrimas
Esta vez en el pregón no hubo lágrimas ni un exceso de silbidos, como sucedió el pasado año cuando la alcaldesa Ada Colau presentó al pregonero, Jordi Cuixart, entonces líder de Òmnium, que salió en su defensa. Esta vez se impuso una pregonera que ni es política, ni cantante, ni actriz, ni 'tiktoker', pero que salió en defensa del barrio, de la fiesta, sí, pero que también levantó la mirada por encima del barrio, del día y de la celebración y llamó a todos a buscar un motivo pero empezar a "cambiar la balanza" para algo tan sencillo y definitivo como salvar el mundo.
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