La evolución de la pandemia

China mantiene los confinamientos estrictos dos años después del estallido del covid

El gigante asiático sigue con su política de tolerancia cero y cerrojazo inmediato en cuanto surge un brite, que cada vez son más localizados

Instituto de Virología de Wuhan

Instituto de Virología de Wuhan / REUTERS / Thomas Peter

Adrián Foncillas

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Cuando China ordenó dos semanas atrás el cerrojazo de Xian no se escuchó el coro global desdeñando la medida como medieval, ineficaz y dictatorial. Los dos años de pandemia han cambiado más al mundo que a China, fiel a su recetario desde que una neumonía desconocida obligara a confinar Wuhan. Los 13 millones de habitantes de la capital de la provincia de Shaanxi, célebre por los guerreros de Terracota, viven en un régimen similar al original, con la comida suministrada por voluntarios y esperando en casa a que escampe la tormenta. La diferencia es que pisan la calle para someterse a pruebas PCR, ocho rondas y subiendo.

El titular recurrente alude a que China padece el peor rebrote desde los tiempos de Wuhan. Es tan cierto como las matizaciones. Son 1.700 casos en dos semanas mientras Estados Unidos, con una cuarta parte de la población china, sumaba dos millones en la última semana. Y el brote, tras dos días por debajo del centenar de casos, remite al fin. El drama se lo autoimpone China, único país que aún descarta la convivencia con el virus.

Una estrategia controvertida

Del tren se bajaron en los últimos meses Singapur, Nueva Zelanda y Australia, incapaces de replicar una fórmula que exige confinamientos estrictos, masivos test y sellar las fronteras. A China, en cambio, le salen las cuentas. Su economía fue la única de las grandes que creció el pasado año y la vida actual, descontadas los puntuales confinamientos, se parece mucho a la prepandémica. Los chinos no se sacan la mascarilla y muestran su código verde en el móvil a la entrada de los espacios públicos pero han eludido la desesperante dinámica de cierres y aperturas del resto del mundo. Las restricciones de movimientos suponen el mayor incordio.

Cualquier rebrote regional viene acompañado de recomendaciones de anular los viajes en todo el país y es probable que el de Xian rebaje los del inminente año nuevo chino. No es un problema menor en un país con una enorme movilidad laboral en el que muchos esperan esa semana para reencontrarse con su familia. Las recomendaciones son prohibiciones para los empleados en el elefantiásico sector público. Una directiva de la televisión pública se lamentaba recientemente a este diario por no haber visto a sus padres en más de un año. El estricto protocolo de entrada en el país tampoco aceita el regreso de chinos y extranjeros. China sólo cuenta con el 2 % de los vuelos internacionales antes de la pandemia y exige una cuarentena en hoteles de entre dos y cuatro semanas a cargo del viajero.

Son peajes que los chinos juzgan como asumibles cuando piensan en las mortandades ajenas y las economías devastadas.

Mujeres chinas en un mercado de Wuhan.

Mujeres chinas en un mercado de Wuhan. / EFE / EPA / ROMAN PILIPEY

La política de tolerancia cero une a Gobierno y sociedad pero algunos expertos cuestionan su viabilidad a largo plazo. La fórmula china se ha demostrado eficaz para expulsar al virus del país, que padece esporádicos rebrotes localizados cuando el mundo cuenta olas, pero se desconoce su estrategia cuando el coronavirus se convierta en endémico. El debate emergió en China en verano, con el mundo atisbando el fin del túnel y abriendo sus fronteras, pero se extinguió pronto. Un reputado epidemiólogo shanghainés que había animado a China a convivir con el virus fue vilipendiado por las redes sociales y obligado a defenderse de viejas acusaciones de plagio. La llegada de la nueva variante ómicron que castiga hoy al mundo cargó de razones a China para perseverar en su fórmula.

China no aflojará

Zhong Nanshan, epidemiólogo jefe, reveló recientemente que China no aflojará hasta que la pandemia remita en el mundo y el coronavirus empate en mortalidad con la gripe común. Ni la lejanía de esos objetivos ni la cercanía de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín y el Congreso del Partido Comunista sugieren un viraje inminente. Nadie discute el éxito de la fórmula china durante estos dos años pero será necesaria otra estrategia para evitar que l país se aísle del mundo cuatro décadas después de abrirse a él.

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