"Con la pandemia mi ansiedad se ha vuelto crónica"

zentauroepp55839683 vic201120175116

zentauroepp55839683 vic201120175116 / periodico

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un año antes de la pandemia del coronavirus, Marc Escarrabill fue diagnosticado por una depresión tras un intento de suicidio. El joven, de 31 años, asegura que el confinamiento y la incertidumbre económica le han provocado una crisis de ansiedad que se le ha cronificado"Esta pandemia me ha acabado de desmontar del todo", reconoce. Sin embargo, agradece al teléfono de asistencia al suicidio y a los profesionales de salud mental que le estan ayudando a remontar. "Me di cuenta de que tenía que salir adelante por mí mismo, y contarlo, y salir en las estadísticas, y que se sepa mi historia: eso me ayuda", añade.

"Si pago 200 euros de luz, no puedo llenar la despensa ni el depósito de la gasolina", pensó Marc hace apenas un año, a mediados del 2019, tras quedarse en el paro. "Yo vivo en Vic, aquí hace mucho frío y todos los aparatos de mi piso son eléctricos", cuenta. Proyeccionista de cine y monitor escolar, fue encadenando contratos a tiempo parcial hasta que todo terminó. Los servicios sociales le tramitaron la documentación para acreditar que era una persona vulnerable. "La luz no te la cortan, pero la deuda con Naturgy nunca dejó de crecer". Hoy ya supera los 2.000 euros.

Dejar de dormir

"Me empezaron a llamar por las tardes o las noches, a decirme que por qué no pagaba, que era un moroso, que ya me valía", cuenta. "Me sentía atrapado, no sabía cómo salir de aquello", se sincera. "Empecé a dejar de dormir, a no querer salir de la cama, a llorar todo el día... Hasta que un día estallé", agrega. "Fue una llamada a medianoche, con lo mismo de siempre. Cogí un cuchillo y pensé: a ver cómo me corto para acabar rápido con esto", reconoce entre sollozos.

Fue su perrita, Canela, quien le detuvo. "Pensé que se quedaría sola, que nadie la cuidaría. Y regresé", explica emocionado. Poco después de esta crisis, Marc se trasladó al centro de salud mental de su ciudad, donde empezó un tratamiento. Pero comenzó otra crisis: la pandemia del coronavirus y el confinamiento. "Además fue justo cuando se me terminó el paro", añade.

"Cogí un cuchillo y... Pero pensé que mi perrita Canela se quedaría sola, que nadie la cuidaría, y regresé"

Las llamadas de las deudas no cesaron y Marc volvió a hundirse. "Todo este cuadro que empezaba a tener controlado se agravó y se disparó. Volví al insomnio, a la falta de ganas de comer, a los malos pensamientos... El peor momento fue cuando estuve tres días con un ataque de ansiedad y ahora siento que se me ha cronificado", añade. Tras este episodio, acudió a los profesionales de la salud mental por vía telemática. "El mundo escolar y la cultura, que son lo trabajos que yo podía desarrollar, cayeron en picado. Y esto me generaba mucha frustración", explica.

"Pidan ayuda, no se lo guarden"

Con la desescalada de los meses de verano, Marc fue saliendo a flote. "Hasta septiembre, cuando recibí otra carta de la compañía en la que me decían que si no pagaba la deuda me mandarían a juicio", explica. Y vuelta a empezar. "No puedo hacer más que agradecer a los médicos que me han hecho muchas sesiones de psicoterapia. Ahora siento que estoy remontando", agrega.

Su trabajadora social, al fin, le ha ayudado para percibir la renta garantizada de ciudadanía y poder acceder a algo tan básico como son las entidades que proporcionan lotes alimentarios en la ciudad. También participa en las asambleas de la Alianza Contra la Pobreza Energética para defender sus derechos básicos. "No estoy recuperado del todo, pero siento que empiezo a salir. Por eso lo quiero contar, porque hay muchas personas que están en mi misma situación". ¿Qué les dirías? "Que pidan ayuda, que no se lo guarden. Que no normalicen esta agonía, que no es normal. Y que piensen en su vida, que las deudas ya se pagarán, pero hay que vivir".

Por cierto, hace poco más de un mes Marc ha vuelto a trabajar algunas horas en la Fundació Miquel Martí Pol, en Roda de Ter, como monitor escolar. Como dijo el poeta, todo está por hacer y todo es posible.

Suscríbete para seguir leyendo