Delito medioambiental
La mafia de los hombres que no amaban a los animales
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
Guillem Sànchez
Durante dos años la Guardia Civil ha ido estrechando el círculo sobre una red internacional de 21 personas afincadas en España y dedicada exclusivamente a la cría y venta de especies protegidas en el mercado negro. La sargento Ana Prieto del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) los define como delincuentes que "no quieren a los animales". Funcionaban integrados en dos entramados distintos que cooperaban para traer ejemplares exóticos y distribuirlos por Europa.
Aunque los seres vivos rescatados son originarios de todos los rincones del planeta, el flujo principal de la mafia procedía de América del Sur, un lugar de gran diversidad biológica gracias a la selva amazónica y regido –en algunos países– por marcos legales menos proteccionistas que los europeos, y usaba España como la puerta de entrada al viejo continente. Por eso los 21 investigados residían en casas de Catalunya, Madrid, Galicia, Murcia y Canarias. En los 14 domicilios registrados había fincas con terrenos y espacios preparados para guardar a los animales en condiciones muy duras: amontonados como se aprecia en la fotografía. En Catalunya ha habido 4 detenidos y 3 entradas en domicilios de Corbera de Llobregat, Masquefa y Riells i Viabrea que han liberado 167 tortugas y 5 caparazones.
La red usaba documentación falsificada para poder sortear los convenios internacionales. Subcontrataban la colaboración de 'veterinarios' sin licencia que implantaban chips a los ejemplares y a grupos de 'mulas' que los transportaban en vuelos transoceánicos.
Tortugas en la maleta
Esta mafia, como las otras, traía a los animales escondidos dentro de maletas de viajeros de avión. Crías de tortuga o de lagarto enrolladas en calcetines, encerrados dentro de fiambreras o atrapados en botellas de refresco. Viajes larguísimos desde Brasil, Madagascar o Australia que provocan un sufrimiento extremo a las criaturas. Tanto que, en la mayoría de casos, acaba con su vida. La crueldad de esta práctica se resume en que para los traficantes, hechas todas las sumas y las restas, sigue siendo rentable perder a la mayoría de crías en el trayecto. Es decir, saben que muy pocas sobrevivirán. Pero también que eso basta. "Si, por ejemplo, traen 15 crías de Tucán y llegan solo dos vivas, ganan dinero", explica la sargento Prieto.
El término 'mula' se ha extendido para referirse a los pasajeros que traen droga camuflada en el equipaje –o incluso dentro del cuerpo– pero se olvida que también se usa ese tipo de ocultación para los animales exóticos. El delito medioambiental –al que pertenece el tráfico de animales– es el tercer negocio ilegal más lucrativo según la Interpol, razona Prieto. "Por detrás del narcotráfico y los documentos falsificados", enumera.
Entre los animales rescatados hay más de 300 especies de reptiles distintos. Había, por ejemplo, ejemplares de tortuga gigante de Aldabra (Aldabrachelys gigantea) que solo habita en las Seychelles, o de tortuga radiada (Geochelone radiata) de Madagascar, o de iguana crestada de las Fiji –en grave peligro de extinción–, o de una gran variedad de lagartos Gecko. Las 'gigantea' pueden alcanzar el metro de longitud y las radiadas el medio metro. Se pueden pagar hasta 30.000 euros.
La banda comercializaba asimismo los caparazones de los animales muertos. El precio de animales, o de partes de estos, oscila según las modas, como la que animó a la gente a comprar iguanas para tenerlas en terrarios domésticos. Mafias como la desarticulada ahora por la Guardia Civil atienden esos caprichos de ciudadanos que ignoran que se trata de una actividad ilegal, que comporta un elevado sufrimiento a los animales y que también puede desencadenar "un atentado contra el equilibrio natural", recuerda la sargento. Muchas especies invasoras –como la tortuga y el cangrejo americanos o la cotorra argentina– que comprometen la vida autóctona también aterrizaron en España por un 'capricho'.
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