RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

El Nobel de Química premia la edición genética pero deja fuera a su descubridor español

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Valentina Raffio

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El sueño de editar el código genético con el que se escribe la vida, la enfermedad y, en general, todo en el universo ha sido galardonado con el Premio Nobel en Química del 2020. Este año, la Real Academia Sueca de Ciencias ha otorgado el preciado reconocimiento a las bioquímicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, en cuyos laboratorios se forjaron las que hoy conocemos como 'tijeras genéticas' CRISPR/Cas9. Alegría entre los expertos por un galardón que lleva años en el aire. Y tristeza por la falta de reconocimiento al científico español Francis Mojica, padre de los fundamentos teóricos de esta tecnología y, hasta ahora, la gran esperanza de la ciencia española por hacerse con el tercer Premio Nobel de su historia, después del conseguido por Santiago Ramón y Cajal en 1906 y el de Severo Ochoa de 1959.

"¿Han considerado incluir a alguien más en este galardón?", preguntaron los periodistas este miércoles durante la presentación del distintivo. "Esta es una pregunta a la que nunca respondemos", contestó diplomático Claes Gustafsson, miembro de la academia sueca. El premio a la edición genética ha recaído en dos de las científicas que lideraron el hallazgo de esta herramienta, pero no en todos los 'pioneros' de este ámbito. El biotecnólogo Lluís Montoliu recuerda que hay hasta "12 investigadores esenciales para entender la revolución CRISPR". Empezando por Mojica, que destaca como "el primero de la lista".

"El premio a Charpentier y Doudna estaba claro. Era la tercera posición que estaba bajo discusión. Y por no querer cometer una injusticia han cometido diez", comenta Montoliu. La revista ‘Nature’, de hecho, echa en falta a Feng Zhang como tercer ganador. Otros, en cambio, claman por George Church.  O por Virginjus Siksnys. Todos ellos, entre los pioneros que ayudaron a sentar los fundamentos de estos estudios. "Hay muchos científicos que han contribuido de manera decisiva a este ámbito. Pero nunca olvidemos que la palabra CRISPR nació en Alicante; en el laboratorio de Mojica", recalca Montoliu.

La victoria de Charpentier y Doudna marca un hito para las mujeres en ciencia. Es la primera vez en la historia de los Nobel que dos científicas comparten el galardón de química. Marie Curie rompió el techo de cristal en 1911. Después de ella, Irène Joliot-Curie (1935), Dorothy Crowfoot Hodgkin (1964), Ada Yonath (2009) y Frances Arnold (2018) siguieron su camino. "Mi deseo es que este premio aporte un mensaje positivo a las jóvenes que deseen seguir el camino de la ciencia, y muestre que las mujeres también pueden tener un impacto a través de la investigación que están realizando", se ha pronunciado Charpentier durante el anuncio del premio.

Revolución científica

Sea como sea, este año gana la edición genética. O, mejor dicho, la revolución científica que empezó en un laboratorio de Alicante y que algún día espera cambiar el mundo. La posibilidad de editar el "código con el que se escribe la vida" podría, en un futuro, cambiar el rumbo de enfermedades hasta ahora incurables. Crear plantas más resistentes al azote de la crisis climática. Y hasta recuperar la esencia de animales extintos. "El único límite es la imaginación", comentaron los miembros de la academia durante la presentación del galardón. "La ética, las leyes y la regulación también serán esenciales de cara las futuras aplicaciones de esta tecnología", matizaron poco después.

La caja de herramientas para cortar, editar y pegar genes fue nombrada por la revista 'Science' como "el hallazgo científico del año" del 2015. Desde entonces, las promesas que han brotado alrededor de las 'tijeras genéticas' han llegado matizadas por el miedo a sus posibles malos usos. Reescribir el código genético, por ejemplo, podría conducir a la distopia de los 'bebés a la carta'. Sin ir más lejos, en 2018 el científico chino He Jiankui aseguró haber utilizado esta técnica para 'diseñar' a dos gemelas inmunes al VIH. Su trabajo, gestado en la penumbra de las instituciones, generó gran revuelo en todo el mundo. La comunidad científica puso el grito al cielo y recordó entonces que, aunque esta herramienta proporcionaba un sinfín de posibilidades, urgía regular y poner límites a su aplicación.

Oportunidad perdida para la ciencia española

El triunfo del CRIPSR en los premios Nobel también supone un punto y final al sueño español de conseguir este galardón en el futuro próximo. Mojica era el candidato que más cerca ha estado de lograrlo en las últimas décadas. Y, por ahora, no hay más nombres que suenen en la quiniela. De "desilusión" y "sentimiento agridulce" habla Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación. Palabras similares han resonado dentro de la comunidad científica nacional por la "oportunidad perdida" para poner en valor la investigación gestada en el país.

"La pregunta que tenemos que hacernos ahora es: ¿hemos hecho suficiente?", reflexiona Montoliu en declaraciones a este diario. El científico explica que, quizás, lo que ha fallado es la diplomacia científica. Es decir, la lucha institucional para que el trabajo de Mojica se conociera dentro y fuera de las fronteras. O quizás es un problema de la siempre maltratada ciencia básica en España. "Si en el 2003 se hubiera invertido más y en las investigaciones de Mojica, probablemente ahora no estaríamos hablando de oportunidad perdida con el Nobel", añade.

"Espero que esto nos sirva de lección. En España no estamos haciendo las cosas bien. No se invierte ni un 2% del PIB en investigación. Y los científicos españoles tenemos que estar todo el día de pedigüeños. ¿Así cómo se supone que vamos a estar en primera división de la ciencia", reflexiona el científico.