TRABAJO Y CUARENTENA

Amanecer laborable en una España confinada

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zentauroepp52803428 coronavirus mujer limpieza200316095325 / Miguel Lorenzo

Nacho Herrero

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España ha arrancado el lunes más extraño de su historia, al menos desde la Guerra Civil. La crisis por la expansión del coronavirus y el estado de alarma decretado el sábado han dado paso en este primer día laborable de confinamiento a un inédito arranque de jornada en las grandes ciudades con muchos sectores parados, y otros, como el de los transporte, con restricciones, pero también con la cadena de suministro de alimentos a pleno rendimiento para evitar la imagen de desabastecimiento.

En las calles prácticamente vacías destacan  las muchas patrullas policiales pero a primera hora no ha habido controles a pie de calle. La idea, cuentan fuentes oficiales, es mucho más controlar el cumplimiento del decreto y 'recordar' con su presencia la necesidad de hacerlo que sancionar.

Freno en la automoción

Son las 5.30 de la mañana y las calles de València están aún más desiertas que de costumbre. Algún autobús, pocos coches y casi ningún peatón. El sector de la automoción con sus turnos encadenados 24 horas marca habitualmente el amanecer del país y hoy la imagen era más propia de una exitosa huelga general sin necesidad de piquetes.

La puerta de la factoría de Ford en Almussafes tendría que ser un hervidero de gente a las seis de la mañana pero no es el caso. Salen con cuenta gotas trabajadores de servicios especiales y un puñado de camioneros esperan en una garita. Vicente Rosoiu es rumano, vive en Barcelona y no sabe qué hacer con las piezas que cargó allí el viernes por la tarde y ahora nadie quiere descargar aquí. Allí se queda esperando una solución.

El anuncio de tres contagios llegó a la Ford a anunciar el cierre de una planta con más de siete mil trabajadores durante toda la semana pero tampoco ha arrancado SEAT en Martorell, Nissan en la Zona Franca y  Ávila, Renault en Valladolid o Volkswagen en Navarra. Había previstas excepciones como SEAT en la Zona Franca o en El Prat o la de Opel de Zaragoza.

La reducción de actividad generalizada en los polígonos ha despeñado también el tráfico de salida de las grandes ciudades. En los paneles, la DGT recuerda la prohibición de viajar salvo emergencia.

El teletrabajo, el cierre de comercios que no vendan productos de primera necesidad y de los centros escolares, desde guarderías a universidades, ha hecho lo propio con el tráfico de entrada y con los usuarios del transporte público, aunque no los propios autobuses, metros o Rodalies. Pero hoy todo es diferente.

Estaciones, cara y cruz

En las grandes estaciones el movimiento de gente es muy reducido. Menos de un tercio, dicen a ojo en la Estación del Norte de la capital valenciana. Javi trabaja en la recepción de una aseguradora y cuenta que apenas había gente en su vagón. Lo que más ha notado es la ausencia de estudiantes. También que los pocos que hay dentro de los vagones tratan de separarse.

Desde RENFE apuntan que se han reducido drásticamente todos los servicios que no sean de cercanías y que en estos se han vendido menos billetes de cada convoy para asegurar el espacio de seguridad.

Son ya las 7 y se ven mascarillas aquí y allá en el centro de las ciudades que ya se ve que no van a arrancar. Las grandes cadenas de ropa y textil no abrirán a las 10 como suelen hacer. “Hay mucha menos gente que cualquier otro día laborable a estas horas y todo está mucho más limpio”, cuenta Mónica. Sabe de lo que habla porque es barrendera del primer turno. Algo bueno tenía que tener.

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A esa hora la situación se ha complicado en las estaciones de metro más concurridas de casi todas las grandes ciudades. En las redes han llovido las denuncias por la saturación en Atocha, en la línea roja de Barcelona o en Bilbao, pero también ha habido fotos de vagones casi vacíos.

La otra realidad

Detrás de una de esas mascarillas se esconde una chica sudamericana que limpia un portal. No quiere decir su nombre “porque no quiero problemas”. Ha venido a trabajar “porque la jefa no me ha dicho que no venga y si no me pueden despedir”.

Le acompaña adormilado y apoyado en la pared del portal su hijo de unos diez años. Tristemente cuenta que en parte es normal. “Viene siempre conmigo a primera hora y luego lo llevo al colegio pero hoy se quedará toda la mañana conmigo. Yo aquí estoy sola”, cuenta. Eso no estaba en el decreto.

Hay papel higiénico

El reloj se acerca a las ocho, ya han abiertos los hornos de barrio y las tiendas de frutas y verduras de paquistanies e indios. El sector de la gran distribución acaba una noche frenética. Las grandes cadenas han cambiado sus rutinas para reforzar el suministro ante las compras compulsivas de la semana pasada.  El trasiego de camiones ha sido constante. Traen papel higiénico, que apocalípticos y aquellos a los que se les ha acabado estén tranquilos.

Eso sí, se prevé que en las puertas de algunos centros vuelvan a formarse colas antes de la apertura pero se prevén menos problemas en el interior de las tiendas que el viernes y el sábado ante el control de aforo que han anunciado casi todos los centros.

Son ya las 8.15 y se encienden las luces de las oficinas bancarias, una de las pocas excepciones del decreto. Como los kioskos, todas abren con relativa normalidad, excepto aquellas de centros comerciales o universidades. CaixaBank por ejemplo ha unificado sus horarios (de 8.30 a 14.30) y en general todas tendrán menos personal (Bankia ha ofrecido 15 días de dispensa a trabajadores con hijos). También hay una fuerte reducción del trabajo presencial en los servicios centrales de estas compañías.

Ya es completamente de día y en las arterias de las principales ciudades sube el tráfico. Como el de un fin de semana a mitad mañana. Eso sí, nadie en todo este tiempo se ha podido tomar un café fuera de su casa. Ni podrá al menos en otros trece días.