NOTAS DE UN CONFINADO (3)

Boccaccio ya lo dijo

Notas de un confinado (3). Por Josep Maria Fonalleras

 Notas de un confinado (3) . Por Josep Maria Fonalleras.  / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Me llaman de Sanidad. O de Epidemiología, si tal cosa existe. O del CAP. O del 061. Ya he perdido la cuenta. Quieren saber si estoy bien. Sí, estoy bien, digo. "¿Fiebre, tos, malestar?". No, no tengo nada de eso. Estoy bien. Me dicen de acuerdo y cuelgan. Hablo un poco más con mi doctora, que también es amiga, y no hago sino preguntarle cuando podré abandonar este espacio invertebrado y fósil al mismo tiempo, este tiempo incierto que cae encima como la losa pesada de una tumba medieval. Bueno, no le digo todo eso, por supuesto, porque no es el momento, pero sí que pregunto con insistencia cuando podré salir. Catorce días.

Leo que una universidad americana dice que pueden ser menos y, según este informe, ya casi habría superado el cautiverio, pero la doctora es estricta. Catorce. Uno de los problemas es que el móvil no me funciona y tengo que recibir llamadas al fijo, pero no todo el que llama lo sabe, y recibo muchas llamadas de un número privado que debe ser el de Sanidad o el de Epidemiología, si eso existe, o el de vete a saber qué sitio, que querrán saber si tengo tos o fiebre o malestar.

Mientras tanto, comparto un grupo de wasaps con unos confinados como yo. Nos pasamos informes médicos, cosas que dan risa, y el estado general de cada uno de los miembros. Una chica ha recibido el permiso para marcharse, no del grupo, sino de su casa. La aplaudimos. Alguien ha tenido la idea de bautizar este foro con el nombre de 'Empestats' (apestados), que no es un título muy simpático, pero qué le vamos a hacer. Nos parecemos, si se me permite la exageración, a aquel grupo de siete mujeres y tres hombres que protagonizan 'Il Decameron', la Biblia de la extradición por culpa del 'pistilenzioso tempo della passata mortalità'. Bueno, tal vez no sea tanto, pero hacemos lo que podemos para alejar la 'malinconia o graveza di pensieri', es decir, aquella losa del tiempo y los pensamientos que nos cae encima. Todo ello para encontrar un poco de consuelo o para que "el aburrimiento sea menor".

Boccaccio ya lo dijo todo, pero no informó de las características del SARSCoV2. Un hipocondríaco como yo no debería caer en esta trampa, pero lo hago. Descubro que el coronavirus es "bastante grande" y que primero se instala en la garganta y luego baja por la tráquea hasta los pulmones. Buf. Ya me imagino esa cosa tan redonda y con tantos filamentos azules que le salen de la panza haciendo este recorrido. Me mareo. Pero luego resulta que el tamaño es de 400 a 500 nanómetros, que me parece algo muy pequeño y que no tiene que asustarme ni nada, y luego me calmo y trato de seguir los consejos de Sanidad ("molti consigli dati a conservazione della sanità", que decía Boccaccio).

Tengo que evitar beber agua con hielo, pero pienso que el gin tonic no es agua con hielo, sino ginebra con tónica y con hielo. Y me vuelvo a calmar. Y trato de evitar las películas de virus y de zombis, que es lo que sueño por la noche, cuando sueño que bajo a la calle a lanzar la basura, de noche, y me escapo y no encuentro a nadie y pienso que, mientras yo estaba confinado, todos se han convertido en zombis, "quasi nel principio della primavera". Y me despierto, sudoroso, y oigo a unos niños (¡unos niños humanos!) que gritan, en la calle.