EFECTOS DE LA CRISIS SANITARIA

La vida en Roma en tiempos de coronavirus

Un turista toma una foto del Coliseo, este sábado

Un turista toma una foto del Coliseo, este sábado / periodico

Rossend Domènech

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"Se recuerda a los clientes que deben mantener la distancia de al menos un metro entre unos y otros". Era este sábado por la noche y la voz procedía de los altavoces en la entrada de una marca conocida de supermercados. Ahora que estamos ante la 'primera peste moderna', aunque la OMS insiste en que todavía no se puede llamar así, la vida diaria de los italianos está cambiando, aunque en apariencia no lo parezca. Ya no se fumiga a las personas como antaño, pero se está creando un aislamiento personal espontáneo y obligado en algunas situaciones; un fenómeno  que los sociólogos nacionales ya están estudiando, dado que puede resultar importante para una época contemporánea en la que destaca una insoportable masificación de las personas y un turismo que también se mueve por masas. "Las termitas de Europa", como escribiera el suizo Hans Urs von Balthasar.

El gobierno italiano ha difundido un decálogo de consejos para hacer frente a esta situación en el que se aconseja no besarse, abrazarse, chocar las manos... pero muchas personas no lo siguen y otras muchas sí, por lo que la cotidianidad se ha vuelto complicada. Por las calles se oye a personas que hablan gritando, por aquello de mantener las distancias. El apretón de manos es fácil de soslayar, pero el quiosquero que desde hace años te sirve la prensa del día, también se mantiene a distancia. Y así, el portero del edificio, la zurcidora, el fontanero, el carnicero e incluso el vendedor de billetes de la lotería. La vida doméstica también se ha vuelto complicada. Sobre todo ahora que las escuelas permanecen cerradas a la espera de que los contagios se contengan.

La ciudad, ahora vacía

En la Fontana di Trevi, meta obligadas para los más de 30 millones de turistas que pasan por Roma, el viernes y sábado había 50 personas y no las 200 o 300 habituales que suelen haber a cada hora del día. Y no esta no es una excepción. Cuando esta mañana el cronista entró en el bar habitual el camarero no le dio la mano como hacía de costumbre. Al final le saludó con una inclinación de la cabeza. En la estación central de Termini, en el centro de Roma, las ventanillas para comprar los billetes lucen ahora una nueva valla al frente para mantener la distancia con el comprador. En estas noches, la célebre escalinata de Piazza di Spagna, lugar de citas de viajeros de todo el mundo, estaba desierta. "Nadie compra", explicaba desconsolado un vendedor de souvenirs. "No entra nadie", añade esta mañana el titular de una tienda de lujo. Faltan los turistas "low cost", pero sobretodo los chinos, rusos y estadounidenses. 

Piazza Navona parece un Sáhara nocturno y los camareros le miran a uno fijamente  como para hipnotizarle y hacerle entrar. La plaza frente al Panteón, un bullicio permanente, cuenta ahora con cuatro gatos. Los autobuses urbanos viajan con la mitad de los pasajeros. En el metro igual. Los trenes que salen de Termini llevan dos o tres pasajeros por vagón y los que llegan a la misma estación también. Si alguien estornuda en las cercanías, todo el mundo se gira para observar interrogativamente al posible contagiado. Los turistas y pasajeros italianos no son aceptados en media docena de países orientales, además de Israel. El 75% de las empresas italianas señalan problemas por la falta de materias primas que llegaban de China y un 50% lamentan que no pueden exportar, por el rechazo de los clientes. Las repercusiones económicas pueden ser apocalípticas. 

Empresas y comercios, entre los afectados

Los restaurantes de las cercanías de los principales monumentos –Trevi, Navona, Panteón, Vaticano-, generalmente abiertos hasta primeras horas de la noche, han decidido cerrar por la tarde por falta de clientes. "Los únicos que vienen son los funcionarios de Presidencia del gobierno que trabajan aquí, al lado", explican en la céntrica Galleria Sordi. Los hoteles, todos los de Roma incluidos los de lujo, lamentan cancelaciones hasta mayo, que oscilan entre el 40% y el 90%. "De seguir así nos plantearemos cerrar por unos meses", explican unos vecinos, titulares de dos habitaciones de Airb&B. El forjador del barrio –Roma tiene aún herreros en el centro histórico— también piensa cerrar unos días. Pero no por falta de trabajo, sino de materia prima, que llegaba de China. 

El Vaticano sigue la política de puertas abiertasno hay controles médicos para visitar la basílica. En las parroquias de la capital no se celebran misas de a diario, no se enseña catecismo, han plegado todas las actividades recreativas e incluso los peregrinajes. El cronista entra en la iglesia de San Luigi dei Francesi, con unos famosos cuadros de Caravaggio que atraen a los turistas, y el templo está desierto. La semana pasada un cura que había estado allí llegó a París contagiado, cerraron la iglesia y pusieron en cuarentena a los demás sacerdotes. Ahora lo han reabierto y los pocos turistas, huérfanos de la belleza romana, vuelven a entrar. Tímidamente, con pañuelos o bufandas que tapan boca y nariz.

Cambio de hábitos

La epidemia de coronavirus no solo dejan su huella en las calles. En la rueda de prensa convocada este sábado en Milán para dar las informaciones del día sobre el Covid-19 o Coronavirus: los numerosos periodistas estaban todos sentados, pero cada silla estaba situada a un mínimo de un metro de distancia una de otra. En Palermo, 14 turistas del norte, contagiados por el virus, llevan una semana en cuarentena encerrados en el hotel de la ciudad donde se hospedaban y un restaurante vecino ha decidido llevarles un menú completo de su región de origen. Han dejado las cajas de cartón en la puerta del hotel y se han ido. El "gracias" ha llegado a través de carteles enganchados en las vitrinas del establecimiento.

Los infectados de un crucero anclado en Nápoles han sido evacuados a un ferry, transformado en lazareto, donde pasarán el periodo de cuarentena. Las entrevistas en las teles se hacen con los micros a la distancia, unos aparatos que se desinfectan después de cada uso. Y los Presidentes de la República y del Gobierno han tenido que enviar un mensaje de sosiego y coraje a la nación. 

Ahora mismo, en Italia, el simple gesto de subir a un ascensor, cuando hay varias personas esperando, se ha convertido en un enredo: "no, no,  vaya usted por delante", te dicen. Es decir, suba solo, como si el virus de uno no viajase. Y uno piensa que el decreto del gobierno sobre esta epidemia tal vez sea exagerado, o quizás muy prudente. "Observad Italia y preparaos porque podría suceder aquí", han escrito algunos científicos extranjeros. Seguramente las consecuencias de estas medidas serán largas y profundas. Pero, como decía Hipócrates, considerado como padre de la medicina moderna, "para los males extremos, se requieren extremos remedios, hasta el máximo rigor, porque son los más valiosos".  Tal vez. "Oh esperanzas, esperanzas, amenos engaños de mi primera juventud", escribió un desilusionado Giaccomo Leopardi.