La universidad del siglo XXI, ni de ciencias ni de letras

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Gemma Tramullas

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No solo Barcelona y Madrid se disputan el título de capitales tecnohumanistas, también el sistema universitario se ve obligado a renovar sus viejas estructuras para dar respuesta a retos actuales como el cambio climático, la revolución digital o la crisis de la democracia, que ya no admiten respuestas únicas.

Con el título <em>Humanidades en la educación superior: generando sinergias entre Ciencia, Tecnología y Humanidades</em>, el séptimo Informe Mundial sobre la Educación Superior urge poner fin a la división artificial del conocimiento entre ciencias y letras para abordar los problemas conjuntamente y desde múltiples perspectivas.

“La universidad tiene que reflejar la sociedad actual, no la del siglo XIX o XX --afirma el biólogo David Bueno quien, junto a la filósofa Marina Garcés y el ingeniero Josep Casanovas forman parte del comité editorial que coordina el informe--. Esto quiere decir que tiene que ser flexible y fluida. Cada estudiante tiene que poder trazar su itinerario con un grado suficiente de transdisciplinariedad que le permita adaptarse a los cambios estructurales, sociales y profesionales a los que se enfrentará a lo largo de su vida”.

En las últimas décadas se han hecho grandes campañas de promoción de los estudios conocidos como STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en sus siglas en inglés). Posteriormente, se añadió al conjunto el Arte y pasaron a ser conocidos como STEAM. Ahora, con la incorporación de la Ética, el acrónimo ha quedado fijado como ESTEAM.

Con este juego de palabras que lleva del STEM AL ESTEAM, el jefe de la sección de Educación Superior de la Unesco, Peter J. Wells, avala el enfoque holístico del informe de la Global University Network for Innovation (Guni), que se presentó en diciembre pasado en Barcelona. La Guni es una red de 227 miembros de 80 países dirigida por Josep Maria Vilalta, secretario ejecutivo de la Associació Catalana d’Universitats Públiques.

Hasta aquí la teoría a nivel mundial. Sin embargo, en la práctica esta propuesta de cambio cultural choca con un rígido sistema universitario, donde la separación entre ámbitos del conocimiento es muy estricta. Prueba de ello es el nuevo grado de Ciencia, Tecnología y Humanidades que, tras dos años de gestación por parte de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y la Autónoma y la Carlos III de Madrid, no podrá arrancar el curso próximo como estaba previsto porque el proceso de reconocimiento por parte de los organismos de evaluación está siendo muy arduo.

No se trata de etiquetar algunas asignaturas tecnocientíficas como éticas, ni de reformar las humanidades con adjetivos más propios del márketing. Tampoco se intenta sustituir la especialización. “Es cuestión de abordar los problemas de forma conjunta, de ver cómo los elementos sociales y culturales forman parte del reto científico y viceversa --explica el físico Xavier Roqué, que desde la facultad de Filosofía y Letras de la UAB coordina el nuevo grado que también impulsan las facultades de Ciencia y Biociencia--. La idea subyacente es aplicar las herramientas propias de las ciencias humanas y sociales al análisis y el estudio de las ciencias y la tecnología”. Este enfoque debería enriquecer, cita Roqué, debates como el de las llamadas pseudociencias o los transgénicos.

“El ser humano es algo más que un saco de huesos y músculos y la ciencia no tiene respuesta para todo –afirma Jorge Molero-Mesa, coordinador de la Unitat d’Història de la Medicina de la UAB--. La historia nos permite saber qué es lo que la ciencia ha perdido por el camino y qué le impide ir más allá, porque ahora mismo lo que estamos haciendo no conduce a la felicidad y al bienestar para todos”.

El nuevo grado está inspirado en la educación en las artes liberales de los países anglosajones, donde los estudiantes pueden combinar asignaturas de distintos grados y obtener un título híbrido. Concretamente, la iniciativa bebe del modelo de la disciplina de Ciencias Naturales de la universidad de Cambridge (que dentro de un marco de ciencias permite cursar materias humanísticas) y también del itinerario de Ciencia, Tecnología y  Sociedad que ofrece Stanford. Roqué asegura que el nuevo grado tiene muchas posibilidades laborales en el ámbito de la cultura científica que se desarrollará en los próximos años.

Más allá de las recomendaciones, el Informe Mundial de la Educación Superior también plantea duras críticas al “sistema de conocimiento hegemónico” dominante en la academia y a una hiperespecialización enfocada al mercado laboral que no ayuda a responder a la complejidad de la experiencia humana. En el informe, conceptos como competitividad, eficiencia y ránking son sustituidos por palabras como diálogo, cooperación y holístico.