IMPACTO DEL MAL USO INTERNET EN LOS MENORES

Las apuestas on-line y otros peligros de internet para los niños

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Emilio Pérez de Rozas / Barcelona

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No, aunque lo sospeche, no es un titular con gancho, un truco más para hacerle picar y entrar en esta noticia. Era muy necesario que usted se sintiese atraído, tentado, a leer esta información, pues igual le sirve de ayuda para enderezar su vida y la de sus hijos, que, por culpa de ese móvil del que disfrutan desde hace años, sin saber por qué y para qué, muchos de ellos, muchos más de los que pensamos, se han metido en un mundo que les tiene atrapados en el porno, las apuestas y los videojuegos multitudinarios, también conocidos como ‘shooters’.

Hubiese podido escoger, créame, otros títulos, igual de ciertos y seductores a la hora de llamar su atención. Por ejemplo “arruina a su padre al clonarle la VISA y dejarle una deuda de decenas de miles de euros en apuestas de todo tipo”, o “los niños se duermen en clase, por culpa de los juegos, tipo ‘Fortnite’ o ‘Call of Duty’, que los mantienen despiertos toda la noche”, o, sí, “intenta suicidarse al comprobar en el vestuario del cole que su pene es el más pequeño de la clase”, o, también, “una joven huye de su casa al enterarse sus padres que grabó una orgía con compañeros de clase”, o, incluso, “Lucia, una niña de 6 años, le pregunta a su madre a quien quiere más, a su móvil, ‘con quien pasas más tiempo que conmigo’ o a ella”.

Según el Instituto Nacional de Estadística español, uno de cada cuatro niños de 10 años tiene móvil

Todas las fuentes que han contribuido a elaborar este reportaje a lo largo de los últimos meses, pidiesen o no el anonimato, que de todo ha habido (y así debe comprenderse y admitirse, dado el tipo de confidencias a las que hemos tenido acceso), nos han animado “fervientemente” a hacer pública la compleja y delicada problemática, o problemáticas, que surge, nace, se genera y emana desde el mismo instante que los padres, o bien como regalo de Primera Comunión (según el Instituto Nacional de Estadística español, uno de cada cuatro niños de 10 años tiene móvil), o bien, como reconoció recientemente John Hoffman, principal responsable del Mobile World Congress, “para que no cargue con la presión de ser el último de la clase en tenerlo”, acaba teniendo un celular en sus manos.

El Departament d’Educació de la Generalitat está preocupadísimo y para afrontar tan grave problema ha empezado a preparar importantes planes y cambios con vistas al curso que viene. Los docentes viven desconcertados, desinformados y, sobre todo, reconocen no haber recibido aún formación para, en clase, en el patio, en el resto de actividades del centro, afrontar esta plaga. Y, sí, están desbordados. Los Mossos y las distintas policías muestran su impotencia a la hora de actuar.

Las familias, superadas, algunas atónitas al comprobar, en su propia casa, en sus propias cuentas, semejantes desastres. No se creen lo que ven, sufren e intuyen y, por supuesto, en la mayoría de casos ignoran lo que ocurre en las habitaciones de sus hijos. Las asociaciones de padres solo esperan órdenes superiores, de las autoridades, de los expertos, de los propios colegios o institutos para actuar pues, pese a reconocer estar muy inquietas sobre el uso que sus hijos hacen del móvil, iPad o portátil, muy pocas se interesa por averiguar, realmente, que ven, que hacen.

Los expertos han empezado a disparar las alarmas sobre la imprudencia de regalarle un móvil a un niño de ocho años o la irresponsabilidad de no cortarle las alas a ese instrumento para que el chico no pueda acceder a determinados contenidos, aunque tienen la sensación de estar predicando en el desierto, ya que todos ellos consideran que o bien por un exceso de libertad (mal entendida) o bien “porque así los tienen entretenidos y no tienen que ocuparse de ellos”, los padres no parecen dispuestos a implicarse en el control de las vidas de sus hijos, cuya educación y formación está sufriendo un gran deterioro, sin ellos intuirlo ni saberlo.

Los instigadores de las webs pornos, por ejemplo, o, incluso, de apuestas, hacen oídos sordos a las peticiones de cierre de webs de riesgo, perniciosas para los niños

Los medios de comunicación (no todos en busca de ‘clicks’ en sus webs) no cesan de publicar y relatar noticias alarmantes, que tienen como protagonistas a niños y jóvenes de todas las edades. Lo que está ocurriendo es tan real, tan preocupante para la convivencia, educación y formación de nuestros pequeños que ni siquiera son necesarias las ‘fake news’, noticias falsas, para llamar la atención. Por desgracia es suficiente contar la verdad, relatar la parte del iceberg que uno puede descubrir preguntando con discreción.

Los instigadores de las webs pornos, por ejemplo, o, incluso, de apuestas, al igual que Google (o Youtube), hacen oídos sordos a las peticiones de cierre de webs de riesgo, perniciosas para los niños, hasta que, en el plazo de unos 20 meses, la nueva normativa nacida, el pasado mes de noviembre, en los despachos de Bruselas, esté definitivamente implantada en todos los países miembros obligándoles, entonces sí, a cerrarlas.

El firmamento no tiene guardianes. Internet, las redes sociales, el mundo virtual, el ciberespacio, carece de policías. No está prohibido colgar videos pornos, por más duros y desagradables que sean, para consumo de los adultos y, si los niños y/o jóvenes pican, los ven, los comparten, los difunden, mejor para el negocio. Nadie sabe cómo frenar este desenfreno de consumo sin sentido, peligroso embrión, por otro lado, de machos alfas, de auténticos machistas.

El problema es que todo empieza por el mejor y más esperado de los regalos para los niños: el móvil. Y, a partir de ahí, en los años siguientes, se acumulan los desastres, los niños viven la realidad como si fuese, en efecto, un videojuego y se traumatizan porque no tienen el pene como el del actor porno de turno, extorsionan a sus compañeros de clase con videos que les han grabado, roban el número de la VISA a sus padres para apostar y acaban provocando su ruina, piden microcréditos inmediatos, se venden sus pertenencias en Wallapop o se duermen en clase tras haber pasado la noche (como más de un jugador de la NBA, denunciado por su entrenador) jugando con sus compañeros de clase al ‘Call of Duty’.

"¿Para qué necesita un móvil un niño de 8 años? ¿Para comunicarse con sus amiguitos? ¡Pero si los ve todo el día en el colegio!”"

David Arráez

— Periodista y experto en nuevas tecnologías

Hemos decidido llamarles ‘nativos digitales’, es decir, niños, jóvenes, nacidos en la era digital, adaptados al progreso de la alta tecnología desde casi bebes. Poco importa que ahora hayamos descubierto que en Palo Alto, el corazón de Silicon Valley, sede de todos los gigantes tecnológicos, hay un colegio privado al que acuden los hijos de directivos de Apple o Google en el que no entra una pantalla hasta la secundaria. Eso, en el mundo real, diario, es mentira, pura falacia. De momento.

David Arráez, periodista del Diario de Mallorca, uno de los mayores expertos en nuevas tecnologías de nuestro país, colaborador de la cadena SER y que últimamente se ha especializado en dar conferencias en centros educativos para enseñar a los padres a gestionar el uso de la tecnología de cara a la convivencia con sus hijos, está alarmado “porque el móvil se ha convertido en el regalo preferido al hacer la Primera Comunión, a los ocho o nueve años”. A esa edad, defiende Arráez, el niño no necesita un móvil para nada. Sus padres, sus abuelos, sus hermanos mayores lo llevan de aquí para allá. “¿Para qué lo necesitan, para comunicarse con sus amiguitos? ¡Pero si los ve todo el día en el colegio!”

"A esa edad, el móvil es un arma peligrosísima que puede convertirle en un adicto”"

David Arráez

— Periodista y experto en nuevas tecnologías

Arráez defiende que un móvil, a esa edad, es “un arma peligrosísima, que acentúa la curiosidad del niño y le abre las puertas a un mundo fantástico, de conocimiento, por supuesto, de ayuda, también, pero, por descontado, a otro mundo horrible, que puede convertirle en un adicto a todo lo que entre por ese aparatito que, encima, se lo compran porque es baratísimo”. La teoría de Arráez es que del mismo modo que los jóvenes no conducen hasta los 18 años o un padre cazador no pondría al acceso de su hijo cualquiera de sus escopetas, los niños no deberían tener móvil, como poco, hasta los 14 o 15 años.

Arráez considera que, lamentablemente, el móvil se ha convertido en un apéndice de nuestra mano. “Jamás nos despegamos del móvil y los niños aprenden, copian rápidamente ese vicio nuestro. Sería bueno que, al llegar a casa, o en las comidas, o reuniones familiares, arrinconásemos el móvil”. Es evidente que, si no puedes resistirte a la tentación de comprarle un móvil a tu hijo, como poco, debes ponerle ciertas barreras de acceso, a través del control parental, herramienta que permite a los padres controlar y/o limitar el contenido a los que sus hijos puedan acceder a Internet desde sus dispositivos, sean móviles, tabletas u ordenadores personales.

“Los hay gratuitos y los hay de pago, aunque no muy caros, como qustodio.com. A partir de esa tecnología lo podemos controlar todo”, explica Arráez, “geolocalizarlos y saber siempre donde están, controlar los contenidos, impedir que accedan a determinadas páginas web, limitar el tiempo diario que pueden navegar por internet, prohibirles determinadas webs, el tiempo para jugar con los videojuegos, todo”, señala Arráez, que recuerda que, en la era de los ‘cookies’, del almacenamiento de información, un resultado no adecuado para un niño, por ejemplo, la pornografía, hará que le aparezcan videos de ese contenido continuamente.

Ya tenemos el móvil y, en la mayoría de los casos (“hay padres que ni siquiera saben que la Play Station también tiene sistemas para impedir que tu hijo se pase horas jugando”, señala Arráez), sin control ni barreras impuestas por los padres. “A partir de ese instante”, comenta Cristina Gutiérrez, directora de ‘La Granja’, centro de formación de habilidades que recibe a más de 18.000 niños al año, entre edades de 3 a 18 años, “mezclamos curiosidad sin control. Cualquier cosa está en un clic, uno. Escribes la palabra ‘asesinato’ y te salen 20.000 casos en tu pequeña pantalla. ¡Un clic!, no dos, ni tres, ¡uno! Es la información sin límites. Accedes a cualquier sitio, bueno, malo, pernicioso, educativo, todo está en tu mano”.

"El móvil es un mundo de recompensa inmediata. Cuando estoy ocupado teniendo (y el móvil se lo da todo), no tengo tiempo para ser."

 Cristina Gutiérrez

—  Directora de ‘La Granja’ 

Cristina defiende, por su experiencia, que “en este mundo tan acelerado, de recompensa inmediata para los niños, que lo quieren todo ¡ya!, en un clic, en su mano, los valores de tener tienen, a menudo, mucho más peso que el valor de ser. Cuando estoy ocupado teniendo (y el móvil se lo da todo), no tengo tiempo para ser. Es mucho más agradable, fácil, estar tirado en el sofá con el móvil o la tableta, que haciendo algo con lo que formarme, conocer, averiguar quién soy, discutir, reflexionar, discernir”.

Los niños, explica Cristina, no soportan esperar. Son tremendamente impacientes, les falta paciencia y las redes, el WhatsApp, los juegos de ordenador, les proporcionan respuestas inmediatas. Y, sí, el porno también, les da satisfacción inmediata. Como las apuestas, otra lacra. No soportan esperar. Todo es superficial, quieren tener más puntos, más dinero, más películas, ya, ya, ya. “Y, claro, cuando le quitas el móvil, le quitas la vida. Se sienten vacios, angustiados, tienen ataques de ansiedad. Están enganchados al ‘saciador’ de peticiones, de necesidades, o lo que ellos entienden por necesidades. En ese sentido, y duele mucho decirlo, la capacidad de esfuerzo no está de moda. Si un niño, o un joven, le dice a sus amigos que no puede salir ‘porque tengo que estudiar’, la respuesta inmediata, y única, es ‘¡eres un pringao, tío!’”

Cristina, como David, considera que las barreras al móvil son imprescindibles. “Es necesario ser coherentes con la utilización del móvil, aunque entiendo que lo primero que deben plantearse los padres es el grado de dependencia que ellos mismos tienen de ese aparatito. Lucía, una niña de 6 años, y es solo un ejemplo, pues he vivido muchos más, le preguntó un día a su madre a quien quería más, al móvil o a ella, porque los niños, a esa edad, valoran el cariño, el amor, por el tiempo que le dedicas y, sí, la madre de Lucía, al parecer, le dedicaba más tiempo a su móvil que a su hija. El ejemplo es la mejor manera de educar. Y ese no es un buen ejemplo, no”.

La preocupación de Cristina Gutiérrez está más por lo mucho que el móvil afecta a la educación, aprendizaje y creación de personalidad de los niños que su inquietud por lo que ven o practican. Es evidente que Cristina tiene pruebas, muchas, de que los niños consumen porno, muchos de esos niños juegan a las apuestas (“esta plaga va ‘in crescendo’ y es muy peligrosa”) y también ha podido comprobar diariamente que se duermen en clase “porque se pasan las noches jugando a los videosjuegos con sus compañeros de clase o amigos, lo que los deja muertos sobre el pupitre”.

La visualización de porno por parte de los niños es el embrión, el punto de partida, para crear futuros machos alfa, machistas

Es evidente que a Alba Alfageme, psicóloga, profesora de Universidad y una de las grandes especialistas de nuestro país en violencia machista, lo que más le preocupa es como el consumo de porno afecta “enormemente” a la educación de nuestros niños y jóvenes. “Deberíamos intentar, entre todos, familias y educadores, sociedad en general, hablar del sexo con naturalidad, pero no es fácil, no. Hay y ha habido demasiado secretismo alrededor de este tema, incluso tabú en muchas casas. Y, claro, los niños se hacen muchas preguntas y no encuentran las respuestas, ni en la familia ni en la escuela, buscándolas donde pueden, donde sea”, señala Alba.

“Yo siempre pongo el mismo ejemplo para que se me entienda cuando hablo de este tema”, continúa explicando Alba, “En una casa, si toda la familia, niños incluidos, está sentada en el sofá ante la televisión y, de pronto, empiezan a matar gente, hay un tiroteo, sea el que sea, no ocurre nada; en cuanto aparece una escena de sexo, normal, no hablo de porno, los padres retiran a los niños, les tapan los ojos o cambian, inmediatamente, de canal. Es decir, somos capaces de tolerar la violencia, pero no queremos que se nos complique el diálogo o tengamos que responder preguntas sobre sexo. Mala cosa”.

Alba, como Cristina, coincide en un hecho preocupante y es que la visualización de porno por parte de los niños es el embrión, el punto de partida, para crear futuros machos alfa, machistas, no hablan de maltratadores, ni mucho menos, pero sí de jóvenes que empiezan a contemplar en su mente que ellos son los dominadores. “La degradación de la mujer en esas escenas”, indica Cristina, “es continúa, casi una moda. Forzando a la mujer, mi éxito es que puedo con ella”. Tanto el porno como las apuestas suelen ser temas poco extendidos entre grupos grandes de niños, solo compartidos en grupitos reducidos “detalle que les delata, pues es la demostración de que saben que no está bien”.

Alba cree que debería imitarse un tipo de educación afectivo-sexual en las escuelas, a partir de los 10 u 11 años, como ocurre en el norte de Europa “donde se trata de hablar del cuerpo humano, un elemento transversal durante todo el proceso de crecimiento de la infancia, donde no solo se hable de reproducción, o no solo de reproducción, sino de las relaciones afectivas, identidad, orientación sexual, pornografía…” En el fondo, sería una manera de evitar, tal vez, que los niños busquen las respuestas a sus preguntas en otros lugares, en el ciberespacio, en las redes.

Los expertos aseguran que los niños empiezan a consumir porno a partir de los 10 años. “Y, a partir de los 11 años o así”, señala Alba, “empiezan a compartirlo sin criterio alguno sobre si se trata de una práctica normal y/o violenta. Lo banalizan todo e, incluso, es poco probable que lo identifiquen como algo anormal, que deben denunciar o comentar con los mayores”. Alba recuerda, en ese sentido, que el video de ‘La Manada’ es el video más visto en España. “Aquello fue un ejemplo tremendo y lo horrible es que muchos jóvenes interpretaron que es, era, una práctica divertida, para pasárselo bien”.

Si alguien trabaja para evitar, con más o menos éxito (lo han tenido en temas de pedofilia, más difícil a la hora de limitar la presencia de videos pornos en las redes), es el CAC (Consell de l’Audiovisual de Catalunya), cuyo presidente Roger Loppacher considera que todos, todos, debemos poner mucho de nuestra parte para intentar evitar que los niños tengan fácil acceso, a través de Internet, a contenidos que pueden perjudicar seriamente su formación. En ese sentido, el CAC envía determinados contenidos peligrosos a la fiscalía, en otros casos negocia su retirada con las plataformas (“con un éxito de un 60%”) y, además, a través de eduCAC, instruyen a las familias para que apliquen el control parental e, incluso, a los propios menores para que sean conscientes de los riesgos de consumir este tipo de contenidos.

“No quisiera que de esta exposición se sacase, únicamente, la conclusión de que nosotros señalamos a los padres, ni mucho menos, pues esta es una labor que debemos hacer todos”, señala Loppacher, a quien acompaña en la charla Mònica Gasol, directora del Área de Contenidos del CAC. “Es cierto, muy cierto, que los padres están muy, pero que muy preocupados, por los contenidos que ven sus hijos en Internet, pero, luego, no hacen extensiva esa preocupación, esa inquietud, en saber, realmente, que ven”.

Preocupación de los padres

Roger y Mònica, a los que se les nota inquietos ante la frustración de que su inmenso trabajo y el de sus compañeros no den los frutos deseados, están tan intranquilos, o más, por el tema de las casas de juego, de las webs donde los niños y jóvenes pueden apostar sin filtros, que por la visualización de videos pornos de contenido ‘gore’, como diría la Policía. Su preocupación es grande, pues saben que la pornografía para adultos no es ilegal, lo que sí debería ser ilegal, de ahí la nueva normativa aprobada, el pasado 6 de noviembre, en Bruselas, es que los niños tuviesen acceso a ella. Por eso, como todos los consultados hasta ahora, defiende la implantación, en muchos países ya muy comunes, como Japón, por ejemplo, del control parental.

“Nuestra última encuesta, que fue multitudinaria, de miles de familias, arrojaba como resultado que la preocupación de los padres por lo que ven sus hijos en sus distintos dispositivos, sea móvil, iPad u ordenador, está al mismo nivel que en el resto de Europa, es decir, sobre un 88%. Pero, y el ‘pero’ es doloroso, solo un 26% de ese 88% se preocupa por saber, realmente, qué ven sus hijos. Ojos que no ven, corazón que no siente. Y es un tremendo error”, indica Loppacher.

Y, en ese sentido, el presidente del CAC insiste en que ellos seguirán persiguiendo y pidiendo que se cierren las webs que consideran dañinas “cosa muy difícil porque Google y/o Youtube se hacen muchas veces los locos y son muy difíciles de localizar”, también denunciaran “pero tanto la fiscalía como los Mosos o Policías lo tienen complicadísimo, pues la ley es casi inexistente en este sentido” y, por tanto, solo queda insistir, vía denuncia y educación (centros docentes, sin duda), para que los padres capen los móviles de sus hijos y para que las propias plataformas establezcan mecanismos y cortafuegos para que los niños no puedan llegar a ver determinados contenidos.

Loppacher, cuyo equipo ha solicitado ya actualizar, en la mayor brevedad posible, la ley catalana 22/2005 sobre la comunicación audiovisual de Catalunya, “pues ha llovido mucho desde entonces y los cambios han sido tremendos y vertiginosos”, comparte con Mònica, Cristina y Alba esa preocupación “por el hecho de que, á través del móvil, la aproximación al sexo que los niños viven viendo porno es una aproximación irreal porque, luego, las relaciones no pasan, fundamentalmente, por ahí y, además, tienen un marcado contenido machista, muy doloroso”.

“La Policía, los Mossos, tienen, sin duda, un problema similar, por no decir, idéntico, al nuestro”, explica la directora de Contenidos del CAC, “y es que los contenidos pornográficos para adultos no están prohibidos, aunque perjudiquen, y mucho, la educación y desarrollo moral de los menores que acceden fácilmente a ellos. La directiva aprobada ahora en Bruselas prohíbe que los menores puedan tener acceso pero, dígame, ¿qué hace usted, señor Google, señor Youtube, para evitarlo? Nada, cero, porque, cuanto más tráfico, más negocio. Y, sí, como señala Roger, Google no es que sea, en ese sentido, muy transparente”.

"No podemos pasarnos la pelota unos a otros, pues esto es responsabilidad de todos. No podemos decir ya se cuidará la escuela, los padres, los familiares, los hermanos mayores…"

Xavier Margartit

— Responsable de comunicación del CAC

Xavier Margarit, responsable de comunicación del CAC y, por tanto, el hombre que a través de la eficiente web del Consell y su especializado eduCAC informa, publicando detallados documentos sobre las labores e investigaciones del CAC y ofreciendo todo tipo de consejos a las familias, insiste en que “no podemos pasarnos la pelota unos a otros, pues esto es responsabilidad de todos. No podemos decir ya se cuidará la escuela, los padres, los familiares, los hermanos mayores…pues Internet no tiene barreras, no tiene fronteras, no tiene límites. Lo único que les interesa es el negocio”.

Si el inspector Jordi Domènech, jefe del Área Central de Investigación de Personas, hubiese querido ser más amable, lo hubiera tenido imposible. Más generoso en su conversación, tampoco. Imposible también. Ahora bien, otra cosa es que él crea, que no lo cree, que estamos ganando la batalla a la posibilidad de que los niños, pequeños y no tan pequeños, se metan en líos (y les encante) a través de Internet. Domènech, que aceptó encantadoramente el amplio preámbulo que le hicimos para presentarle una radiografía de lo que estábamos haciendo, está de acuerdo en todo lo planteado. No solo cree que estamos ante un peligro (o varios) reales, que afectan a la formación de la personalidad, carácter y conocimiento de nuestros niños, sino que considera que las plagas que los producen son difícilmente controlables.

“El CAC, por ejemplo, está haciendo un gran trabajo, descubriendo lugares peligrosos, pidiendo que se cierren, denunciando unos cuantos, que nosotros investigamos y perseguimos en la medida, porque esa es otra, que nos permite la ley, que no siempre es ventajosa para este tipo de casos y que, a menudo, permite muchas cosas que a nosotros nos parecen perniciosas. La labor informativa del CAC también es importante”, relata Domènech. “Es muy difícil, mucho, por no decir que imposible, poner límites, fronteras, a algo que no las tiene como es Internet, el ciberespacio”, señala este jefe de los Mossos.

"“Con los menores jamás sabes quién es el primero. El espabilado de la clase, el listillo, entra en una web, tiene 10 amigos y esos otros 10 amigos, y ya está liado el problema”"

Jordi Domènech

— Inspector de los Mossos

La Policía, sus expertos, trata, a menudo, de llegar al origen de algunas apariciones horribles en las redes pero nunca dan con el inicio. Da un poco la sensación de que perseguir un video porno horrible, dañino, es como perseguir el dinero negro, todo se va difuminando, extendiendo y, al final, jamás encuentras el origen. Ni siquiera cuando crees que has logrado quitarlo de la circulación. “¿Por qué?, porque basta que uno solo, uno, de todos los usuarios haya guardado una copia para que el círculo comience de nuevo”.

Ni que decir tiene que los Mossos no han recibido denuncia alguna, ni de niños (no pueden), ni de jóvenes (no quieren), ni de padres (no saben), ni de educadores (no creen que sea su papel). “Con los menores jamás sabes quién es el primero. El espabilado de la clase, el listillo, entra en una web, tiene 10 amigos y esos otros 10 amigos, y ya está liado el problema”. Por eso Domènech reivindica la información. Los padres han de ejercer el control parental, poner barreras a los dispositivos de sus hijos y Google ha de impedir que los niños accedan a determinados contenidos. “¿No idearon esa campaña de ‘no aceptes caramelos de nadie’, para alertar a los niños de un posible secuestro?, pues empecemos a dar clases de Internet seguro en las escuelas”.

Domènech cree que deberíamos utilizar también nosotros la tecnología que hay a nuestro alcance, desconocida, al parecer, por muchas familias, para impedir que a los niños y a los que tratan de implicarles en el porno, apuestas de juego y/o videojuegos les sea fácil ganar esta batalla. Este responsable de los Mossos está convencido, como Roger Loppacher y Mònica Gasol, que Google podría hacer mucho más de lo que hace para frenar este tráfico, tanta tentación.

“Internet es global, insisto, un mundo sin barreras, sin fronteras. Si la web está en Catalunya, en España”, señala Domènech, “podemos hacer cierta presión; si la página está en Mali o, como ocurre ahora muy habitualmente, en algún país del Este, la presión es mínima, casi nula, no existe. Son paraísos informáticos, como los fiscales. Y ahí, no hay policía ni juez que pueda actuar”. Y Domènech concluye su exposición recordando que “para perseguir aquellos que veían C+ sin pagar, costaba un horror o para cerrar páginas webs falsas sufrías un mundo, para acabar con estas webs nocivas la pelea es casi interminable”.

En medio de la reflexión, al principio, al final, da igual, aparece la escuela, el colegio, el instituto, sí, por supuesto, los padres, la familia, el hogar, los amigos pero, sobre todo, la escuela. “Al final y, quién sabe si, incluso al principio, todas las tensiones sociales miran a la escuela. No digo que no, digo que ocurre: problemas de trastornos alimenticios, problemas de adicciones, drogadicciones, consumismo…sí, seguro que la escuela tiene mucho que decir sobre esos problemas, ha de dialogar con la sociedad, no podemos delegarlo todo, pero todo debe ser una responsabilidad compartida”, señala Josep Vallcorba, Director General de Currículum i Personalització del Departament d’Educació, tan encantador, o más, que Loppacher o Domènech y que habla del problema demostrando haber reflexionado mucho sobre él, profesional, personal y familiarmente.

Vallcorba reconoce que la presencia del móvil en las aulas y, cómo no, la utilización que los niños y jóvenes hacen de él, les tiene muy preocupados, en todos sus aspectos, “porque, probablemente, es verdad que no acabamos de encontrar la línea de intervención adecuada, el punto de equilibrio. Desde luego, lo que no vamos a hacer es prohibirlos, porque prohibir provoca mayor curiosidad, aumenta el interés morboso por lo que sea y todo es más preocupante, creemos”.

Y es cuando Vallcorba explica el último dictamen al respecto del Consell Escolar de Catalunya, donde está representado todo el mundo, familias e instituciones de prestigio incluidas, donde se explica que hay que asumir el uso educativo del móvil, aceptar la presencia del celular en las escuelas, lo que no quiere decir “barra libre” sino, todo lo contrario, regularlo, acotarlo y relacionarlo con objetivos educativos. “Es decir, analizar, descubrir y afrontar los peligros que tiene, de la misma manera que un cuchillo en un comedor escolar puede convertirse en un puñal, en un arma, y no por ello los retiramos”.

Momento crucial en las escuelas

Vallcorba cree que “o vamos todos juntos de la mano en este asunto, educadores y familias, o no saldremos adelante”. Vallcorba está convencido, y lo expresa con enorme certeza, que estamos en un momento crucial en las escuelas. Está seguro que la tendencia actual no da tanta importancia a los contenidos, a que el alumno memorice determinadas materias, temas, como la obligación o necesidad de que se le ofrezcan las competencias, las herramientas, para que él mismo resuelva, o trate de resolver, las dificultades, retos y problemas que le plantea, que descubre, en su día a día, en su vida escolar, social y familiar. “Creo que deberíamos ayudarles más a vivir, a comportarse, a decidir, que exigirles que memoricen determinadas temáticas”.

En el despacho de nuestro hombre de Educació en Via Augusta, grande pero minimalista, repleto de carpetas, apuntes, libros, sobresale en una esquina una carpeta muy manoseada. Con las yemas de dos dedos de su mano derecha, Vallcorba la estira y la hace suya. “Nuestra enseñanza, todas las enseñanzas, están repletas de un gran temario, de un obligado curriculum, pero creo que para afrontar determinados temas, tan delicados como estos que estamos tratando, deberíamos echar mano de algo que, estando escrito, no sé si llevamos a la práctica en la medida de lo necesario”. Y Vallcorba lee textualmente, después de decir “preste atención”: “Valorar problemas sociales relevantes, interpretar las causas, las consecuencias, para plantear propuestas de futuro”. Es evidente que está pensando en el móvil. Y añade, “mire otra competencia”, alejada, tal vez, del curriculum obligatorio, pienso yo: “Tomar conciencia del propio cuerpo, de las emociones propias y extrañas para conseguir el equilibrio emocional y favorecer la convivencia”.

Ahí está el foco. Menos curriculum, menos asignaturas obligatorias, menos memorizar y más estar al tanto de las nuevas movidas que se producen en la sociedad, en la escuela, en la clase, en el mundo del niño, del joven. Está escrito, como señala Vallcorba, pero debe aplicarse con mayor rigor y tacto, aunque no forme parte de la lista de asignaturas obligatorias. “¿Cómo podemos asumir esas competencias?”, sigue reflexionando Vallcorba, cuyo departamento tomará cartas en el asunto en el próximo curso. “Pues aquí es donde surge la autonomía pedagógica de cada centro educativo. Y eso, créame, no es fácil. Todo lo contrario”.

Y aquí es donde aparece la gran novedad que intenta implantar la Generalitat en el próximo curso: se está trabajando en un proyecto sobre la perspectiva de género, desde la educación infantil, vinculado a las relaciones afectivas. Es una prioridad: participar en los problemas de la sociedad. La Generalitat ha descartado una asignatura específica que añadir al curriculum ya existente. Nada de educación sexual. Se intenta introducir ese tipo de mirada en todas las asignaturas, en la vida del centro. El nuevo proyecto dotará de formación específica a los docentes, materiales nuevos, un plan de formación y una extensa red para poder compartir todas las experiencias. Y, sí, habrá un referente, alguien, que liderará esa mirada en cada centro.

"Los niños deben saber que las películas porno son irreales, no tienen sentido, son ficción, y, por tanto, es como si se creyesen ¿verdad que no se lo creen? que se ponen la capa de ‘Superman’ y vuelan. "

 Josep Vallcorba

— Director General de Currículum i Personalització del Departament d’Educació

Vallcorba sabe que no será fácil, pero deben intentarlo. “Debemos mejorar la formación inicial de nuestros docentes, contribuir a la mejora permanente de sus conocimientos y facultades, poner recursos más interesantes, más fáciles, que no tengan que buscarlos tan desesperadamente, que lo tengan todo a mano y, sobre todo, crear una red entre escuelas para compartir problemas y soluciones, y ofrecer vías de trabajo con voluntad educativa más allá de la escuela. No toda la educación, insisto, pasa en la escuela. La académica, sí, claro, pero la educación social sale de la escuela y continúa en el entorno familiar, en sus casas, en las actividades extraescolares, en el tiempo libre, en todas”. Y, desde luego, a Vallcorba le encantaría (temo que crea que eso no ocurre tan a menudo como desearía) que el discurso de la escuela no tenga contradicciones fuera “pues hay que buscar continuidad y coherencia dentro y fuera de la escuela”.

La situación es tremendamente delicada porque la escuela no quiere alarmar a nadie y, mucho menos, a las familias que, precisamente, han escogido ese centro, en muchos casos, porque comparte buena parte de sus inquietudes. Sobre el hecho de que los niños y jóvenes se pasen el día compartiendo porno, Vallcorba quisiera que se profundizase para que los alumnos trabajasen el sentido crítico. “Deben saber que esas películas son irreales, no tienen sentido, son ficción, y, por tanto, es como si se creyesen ¿verdad que no se lo creen? que se ponen la capa de ‘Superman’ y vuelan. No puede producirse esa confusión de que puedo hacerlo porque lo he visto en el video de mi móvil”.

Lo que pide, lo que propone, lo que quiere implantar el departamento de Vallcorba cuanto antes mejor, requiere, y lo sabe, mucho tacto. “De la misma manera que no somos partidarios de una asignatura sobre sexualidad, aunque sabemos que en algunos países la hay, sí somos partidarios de introducir un pensamiento reflexivo en todo lo que afecta a la escuela. Y ayudar. Más que decir “esto no se puede ver” o “esto no se puede tratar en clase”, debemos aceptar el reto que ya nos planteaban los clásicos humanistas de que “nada de lo que es humano, me es extraño”. Es decir, todo lo humano es debatible, lo debemos tratar, conversar, reflexionar, debatir. Por eso debemos darle una visión educativa de fondo, no superficial, no de barniz. Y yo estoy seguro que, bajo esta perspectiva, los alumnos se sentirán atraídos a comentarlo”.

Pero, claro, hay que ir con tiento, con mimo, con delicadeza. No podemos romper, de pronto, las vajillas de las familias, poner en alerta a unos padres que, en muchos casos, viven en la más absoluta de las inopias. Vallcorba reconoce que habrá que trabajar con tacto “pues este asunto aún tiene mucho de tabú, de hipocresía social”. La Generalitat, que está decidida a dar este paso con zapatos de gamuza, no quiere provocar la exclamación de “¡ojo! ¿qué está pasando en la escuela?” “De ahí que debamos encontrar el equilibrio entre lo que se trata en clase y lo que es más propio de la atención personalizada, una tutoría, una orientación personal, en el marco de las diversas áreas que tenemos para hacerlo: cultura y valores, crecimiento personal, reflexión sobre medio social y natural…ámbitos en los que se puede y debemos trabajar, buscando un marco con un común denominador”.

Y a todo esto ¿qué opinan los padres, las familias? que están siendo señalados como principales responsables, no solo de que sus hijos posean móvil mucho antes de la edad propicia, pocos de ellos tengan control parental en sus dispositivos y muchos menos controlen qué y durante cuánto tiempo lo utilizan. No demasiado, la verdad. La Fapaes, que, en principio, aceptó dar su opinión para este reportaje, finalmente no dio señales de vida y, por tanto, declinó pronunciarse. Quien sí accedió a dar su versión de la situación fue Lidón Gasull, directora de FaPaCcat, otra importante federación, la más grande de Primera y Secundaria, que representa a 500.000 familias.

Gasull, ciertamente, mostró la inquietud que existe en las familias, pero no quiso, en modo alguno, representarlas a todas en este debate. “Sobre la edad recomendable para tener móvil hay y seguirá habiendo mucho debate. Respecto a controlar lo que ven, si se refiere a contenidos pornográficos, es evidente que debería de corresponder a las empresas de Internet la responsabilidad de poner barreras para que puedan acceder los niños y jóvenes. En ese sentido, celebramos que, finalmente, Bruselas haya legislado al respecto”.

Gasull considera que “lo único que podemos hacer las familias es informarnos y, en ese sentido, seguimos muy de cerca las recomendaciones del CAC, escuchar a los profesionales y seguir sus pasos. Es evidente que me temo que la tecnología va muy rápida, casi por delante de la sociedad. Y, sí, en estos temas deberíamos extremar la coordinación entre escuela y familias”.

La directora de FaPaCcat reconoce que la situación es preocupante, que les inquieta, “es evidente que algo no estamos haciendo bien, pero no debemos ser alarmistas y tengo la sensación de que la información que se está generando alrededor de estos temas está provocando demasiada alarma social, utilizando casos muy escandalosos”. “Nosotros, repito”, finalizó Gasull, “vamos a estar al lado y al servicio de todos aquellos que busquen soluciones y, sobre todo, ayuden a las familias suministrándoles información y canales de conocimiento para reducir el problema”.

Seguro que algunas de las noticias a las que se refiere Gasull, que podrían haber provocado, según ella, una alarma excesiva y, tal vez, quién sabe, hasta infundada, sean de este tipo:

Marzo: La Policía alerta, a través de sus redes sociales, sobre la proliferación de videos infantiles con contenidos tóxicos para los más pequeños. Videos protagonizados por el siniestro ‘Momo’, que buscan confundir a niños y niñas con el objetivo de que se autolesionen con cuchillas, haciéndose cortes en el cuerpo. “En efecto, en ‘La Granja’, vivimos un montón de estos casos”, señala Cristina Gutiérrez.

Abril: ‘Operación Liberi’ de la Policía. 110 menores, de entre 2 y 13 años, colgaban selfis sexuales a cambio de conseguir cuantos más ‘likes’ mejor.

Mayo: ‘El Punt-Avui’ informa que un grupo de cinco niños, de entre 12 y 14 años, sometían y agredían sexualmente a una compañera de 12 años, bajo la amenaza de difundir una foto suya desnuda si no acudía, a todas y cada una de las citas, que era convocada en una masía abandonada.

Les conté al inicio del relato que, precisamente, los distintos medios de comunicación que llevan meses informando sobre algunos casos vinculados a la pornografía, apuestas o videojuegos que enganchan a los jóvenes a través del móvil, el iPad o el portátil, ni siquiera tienen que recurrir a las ‘fake news’, pues la proliferación de casos es tan alarmante que, posiblemente, algunos han tenido, incluso, que ser rebajados a la hora de describirlos por increíble que parezca.

"“Lo que para nosotros, de niños, era una auténtica bobada, mirarnos el pene en el vestuario, compararlo, reírse, bromear, ahora se ha convertido en una auténtica preocupación, que conduce a muchos niños y jóvenes a plantearse la posibilidad de pensar en el suicidio porque no están satisfechos con su pene”"

 Francisco Valle

—  Coordinador de Urología en los hospitales Valle del Nalón y Álvarez-Buylla, de Oviedo.

Vayamos, por ejemplo, y aquí aparece nuestro titular, a una de las situaciones que provoca el consumo desmedido de videos pornográficos. “Lo que para nosotros, de niños, de jóvenes, era una auténtica bobada, ni siquiera un juego, una idiotez, mirarnos el pene en el vestuario del colegio, compararlo, reírse, bromear, burlarnos, sí, tal vez burlarnos, ahora se ha convertido en una auténtica preocupación, que lo distorsiona todo y que conduce a muchos niños y jóvenes a plantearse la posibilidad de pensar en el suicidio porque no están satisfechos con su pene”, explica el doctor Francisco Valle, uno de los urólogos de mayor prestigio en España, coordinador de Urología en los hospitales Valle del Nalón y Álvarez-Buylla, de Oviedo.

Valle, por descontado, señala a los padres como responsables de la mala educación sexual de sus hijos. Según el doctor, la mayoría de padres, entre 35 y 50 años, no controlan nada. Nada. “Si tienes hijos es para educarlos, para formarlos. Y si tienes que hablar de estas cosas con ellos, a los 6, 7 u 8 años, pues las hablas. Lo que no puede ser es que, de pronto, me llegue un muchacho, entre 12 y 18 años, con un pene correcto, estupendo, y me diga ‘doctor, yo quiero tener un pene como el de este actor porno’, me abra su móvil y me enseñe un video porno”.

Valle, que rechaza de inmediato cualquier tipo de tratamiento, es decir, ensanchar o alargar ese pene “porque, entre otras razones, su tamaño es más que correcto, pues nosotros solo consideramos micropenes a partir de siete centímetros”, tiene, a menudo, que enfrentarse al mismo niño o joven acompañado, esta vez, de su padre. “Pero, ¿de verdad, doctor, no se puede hacer nada?”, le interroga (o exige) el progenitor. “A menudo, de verdad, me tengo que frenar porque lo que me encantaría sería abofetear al padre delante de su hijo. Pero no, me reprimo. Y mucho, créame”.

Valle está convencido de que “a nuestra sociedad se le está yendo la cabeza, de verdad”. “Yo, insisto, trato de explicarles a todos los muchachos que eso que ven en su móvil no es real, que nadie se pasa una hora seguida en esa postura y en erección. ¡No puedes creerte eso, niño! ¡No puedes creerte todo lo que ves! Y, mucho menos, pedir tener un pene así. O que te lo reconstruyan”.

Dada la multitud de casos que se le presentan, al doctor Valle no le extraña, aunque él es tremendamente crítico con sus métodos, que la clínica del desaparecido doctor Perovic, en Belgrado, que garantiza, dicen, aumento de pene con facilidad, “esté repleta de japoneses, que son los que tienen los penes más pequeños. Yo, la verdad, es que creo que entre todos deberíamos poner coto a esta locura, en serio”.

Ruína de muchas familias

Mientras compartíamos información sobre el gran consumo de videos pornos de los niños y jóvenes, práctica que nadie, absolutamente nadie, niega, Cristina Gutiérrez, de ‘La Granja’, nos puso en alerta y sobre la pista de la proliferación, el aumento e, incluso, una nueva patología infantil o de juventud: las apuestas deportivas, sí, pero también de todo tipo, que han atrapado a los jóvenes, provocando, no solo una adicción peligrosa, tanto como las drogas, sino también “la ruina”, descubría Gutiérrez, “de muchísimas familias”. Segundo problema, y serio, y grave, y poco denunciado, de tener móvil a tan temprana edad. O sin control parental. O sin barreras en los sitios donde caer, víctima de esa adicción.

David Domínguez, ‘coach’, (trans) formador, como escribe él, educador y al frente de ‘LaBonaEducació.cat’, institución que trabaja el tema de los límites y nunca mejor dicho, asegura que no cesa de intentar ayudar a familias desesperadas tras comprobar, en efecto, que su hijo está colgado de las apuestas online, convencido, no solo de que se haría rico, sino que es de pringados acudir a clase cuando, realmente, uno puede vivir como un rey del juego.

“Estos nativos digitales lo quieren todo y, por supuesto, no se conforman con cualquier móvil. Tiene que ser un última generación, 4G a tope, lo demás es una mierda”, comenta David, que señala que, en efecto, no hay peor castigo para ellos que quitarles el móvil “nada de dejarles sin cenar, encerrados en su habitación o sin moto, todo eso suena a chiste”.

Todos, según este experto, caen de la misma manera y cumplen los mismos pasos. Primero se juegan la semanada. Luego, rompen la hucha donde están los ahorros de toda la vida para la moto, un viaje o lo que sea. Más tarde, echan mano a la libreta de ahorro que guarda algún familiar. Los hay que juegan en equipos de fútbol y les pagan algo, y también se juegan ese dinero. Y, sí, también atraviesan la fase donde ponen a la venta todo tipo de objetos en Wallapop, como las últimas Nike que le ha comprado su padre, colecciones de comics, el Ipad…y, cuando les preguntan, dice que se las han robado en el gimnasio o se lo ha dejado en el autobús.

Cuando la cosa se complica porque, no solo pierde sino que, incluso, empieza a deber a los amigos, entonces o se atreve a trapichear con drogas, o, tras conseguir el número de la VISA de papá o mamá, o los dos, pide microcréditos online con datos falsos y, finalmente, ya utiliza la tarjeta de crédito de sus padres hasta que estalla el tema de forma alarmante.

“Y, entonces, empieza el auténtico drama”, señala Domínguez, realmente inquieto por la dimensión que está cogiendo el problema. “Todo empieza con el duelo. Y, por supuesto, con una primera negación total: ‘Mi hijo no es. Me la han jugado’. De inmediato, porque esa excusa dura poco, nada, un día, se produce la caída de caballo y entran en la fase de ira, enfado y, a veces, muchas más veces de lo que usted se puede creer, incluso violencia. Es decir, pegan a su hijo. Y, finalmente, si tienen, o les queda dinero, lo encierran en algún sitio de desintoxicación del juego”.

Niños que pierden en las apuestas 'on line' miles de euros, que piden créditos, hay hasta casas embargadas

Entro en la sucursal, voy al despacho de la directora y, en 22 segundos, me olvido del banco, la calle, la zona y el nombre de la señora, madre de cuatro hijas, que tengo delante. No hay nombres, pero sí casos. Y no uno, ni dos, ni tres. Y no de 1.000, 2.000, 3.000 o 10.000 euros. De miles de euros. De casas embargadas o necesidad de vendérselas para pagar las deudas de su hijo, de 15 o 16 años. “En los dos últimos años, los casos han proliferado en exceso. Y no en ésta, no, en varias sucursales. Es más, es comentario semanal entre nosotros porque, claro, debemos asesorarnos cuando surge el problema en nuestra oficina”, señala mi interlocutora.

Y, sí, como asegura David Domínguez, en efecto, todo empieza por la negación. “Bueno, no, perdón, no empieza por la negación, empieza por la acusación al banco: ‘Vengo, porque alguien me ha falsificado la firma, la VISA, la tarjeta y vengo a que me devuelvas todo este dinero’. Le dices que lo mirarás con detalle y que, por favor, vuelva mañana, pero tú ya sospechas lo que está pasando”.

Y, sí, en efecto, los niños, pequeños y no tan pequeños, le han clonado y/o utilizado su tarjeta de crédito. Los más pequeños, tal cual, para comprar elementos, armamento, poderes, ‘skill’ (habilidades para el personaje-jugador) para poder combatir mejor y ganar las batallas; los mayores, para apostar. “Es evidente que, a veces, muy pocas veces, pero en alguna ocasión lo hemos conseguido, especialmente con VISA y American Express, hemos logrado algún tipo de reembolso porque las compañías han temido aparecer en los medios de comunicación y han preferido pagar al demostrarse que sus barreras habían sido insuficientes para frenar el desembolso”, comenta la directora de la sucursal.

Es evidente que los casos en los que pierden hasta la casa son contadísimos, cierto, pero es frecuente, y eso es lo que más le duele a esta mujer, perder al cliente. “Se van, se borran del banco, no vuelven. Al comprobar, al demostrarles tú que ha sido su hijo, hasta entonces para él inmaculado, no quiere ni siquiera dar explicaciones, que lo volvamos a ver. Y desaparece. Se va a otro banco”. Y, sí, la directora de esta sucursal bancaria cree que una de las cosas que más daño hacen es la posibilidad de pedir microcréditos con datos falsos.

El abanico de problemas es muy variable y aquí, realmente, solo exponemos algunos de los casos que han surgido a lo largo de las entrevistas y conversaciones mantenidas con las fuentes consultadas. Hemos escrito sobre las locuras que se imaginan, cometen o piden los niños y jóvenes que consumen pornografía o las adicciones que provocan las apuestas y, en determinados casos, sus graves consecuencias. Pero todos los consultados están también, también, alarmados por lo enganchados que están millones de niños y jóvenes a los videosjuegos como ‘Call of Duty’ y, muy especialmente, ‘Fortnite’, que, en noviembre del pasado año, superó los 200 millones de jugadores registrados.

“Yo no sé si juegan al ‘Fortnite’ o al ‘Call of Duty’, o a cualquier otro videojuego, yo solo sé que muchos se me duermen en clase”, cuenta Cristina Gutiérrez, “y, cuando se lo comento a sus padres, me dicen que los niños se van a dormir a las diez de la noche”. A los pocos días, en efecto, las familias descubren que los muchachos se van a dormir a las diez, pero se ponen la alarma de su móvil a las cuatro de la mañana, se despiertan todos a la misma hora y reemprenden el juego. Y, claro, al día siguiente, se duermen sobre el pupitre.

“Este es un mundo acelerado. Los niños actuales no tienen paciencia. Quieren recompensa inmediata ¡ya mismo! El premio, el éxito, en los videojuegos es inmediato y les encanta. No soportan esperar. Viven casi en la irrealidad de lo virtual. Todo es superficial: tener más puntos, ganar más dinero en las apuestas, más ‘me gusta’, más de todo”, señala Cristina, que cree que, del mismo modo que los niños están obsesionados con su pene, las niñas piensan en operarse los pechos y la nariz. No más, al parecer.