MODIFICACIÓN SORPRENDENTE

Un "error informático" aumenta en seis años la pena a un condenado

Un hombre dispara a otro en un salón recreativo de Santa Coloma de Gramenet

Imágenes en las que se ve a un hombre disparando a sangre fría en la cabeza de otro en un salón recreativo de Santa Coloma. / periodico

J. G. Albalat / Guillem Sànchez

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Dos condenas distintas por unos mismos hechos. Pasar de una pena de cinco años y tres meses de prisión a más del doble: 11 años y seis meses. Primero, se le aplica la atenuante de ludopatía y después este desaparece por arte de magia. Y todo en tan solo 12 días. Eso es lo que le ha pasado al albanés Hussein Rigers, que el 1 de julio del 2015 entró en la sala de juegos Sport 333 de Santa Coloma de Gramenet y tras mantener una breve conversación con un empleado, sacó un arma y le disparó a bocajarro en la cara. No lo mató de milagro. El reo está desde hace tres días en huelga de hambre en la cárcel de Brians, donde está recluido, porque no entiende qué ha pasado con su sentencia, ha explicado a EL PERIÓDICO su mujer, Tania.

La primera condena (la de cinco años y tres meses) le fue notificada a Rigers por la sección 21 de la Audiencia de Barcelona el 29 de noviembre del año pasado y la segunda (11 años y seis meses) días más tarde, el 11 de diciembre. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo se ha podido comunicar a una persona dos sentencias tan diferentes por unos mismos hechos y por los mismos jueces que le juzgaron? Abogados con larga trayectoria en el mundo del derecho penal califican esta circunstancia de "sorprendente" y de "situación nunca vista".

El tribunal, sin embargo, ha justificado esta duplicidad de la condena y ha esgrimido, según un escrito del 5 de diciembre y al que ha tenido acceso este diario, que la primera sentencia, "debido a un error informático en el proceso de generación de documentos", corresponde "a un borrador", por lo que "se deja sin efecto" la misma y queda anulada. Días después, los mismos jueces reiteran que la primera resolución es "inexistente" y que la que vale es la segunda, que se notificó a la defensa y a las acusaciones en diciembre. Es decir, Rigers se quedaba con la condena más dura contra él: la de más de 11 años de prisión.

El recluso ha iniciado una huelga de hambre en la cárcel para protestar por su situación

Tania, su mujer, asegura que su esposo, que trabaja en la cocina en el centro penitenciario, cree que la situación es injusta y que no acaba de entender porque se le aplica de entrada el atenuante de ludopatía y, después, no. "Está arrepentido de lo que hizo y, además, actuó bajo los efectos de la cocaína y el alcohol. Me ha dicho que está en huelga de hambre y solo bebe agua", sostiene. "Lo que queremos es que se sepa la verdad", indica.

Drogadicto y no ludópata

La sentencia definitiva condena a Rigers 11 años y medio de prisión por tentativa de asesinato, tenencia ilícita de armas y dos delitos de amenazas (apuntó con la pistola a otras dos personas). Solo se le aplica el atenuante analógico de toxicomanía por su adicción a la droga. De ludopatía, nada de nada.

El fallo judicial que el tribunal da por válido recoge que el acusado era cliente habitual de la sala de juegos Sport 333 de Santa Coloma desde febrero del 2015. A mediados de junio de ese año, empezó a perder en las máquinas tragaperras entre 3.000 y 7.000 euros al día. Varias veces reclamó a los responsables del local la devolución del 10% de las cantidades jugadas y perdidas, llegando a proferir amenazas de muerte.

El 1 de julio, sobre las 19 horas, Rigers, que estaba dentro del establecimiento, pidió hablar con el responsable de la sala. Tras mantener una breve conversación con uno de los empleados, de "forma súbita y sorpresiva", el condenado sacó un arma y le disparó en la cara. A continuación, intentó suicidarse, pero la pistola falló. Después, intentó rematar al herido y amenazó a otras dos personas. La sentencia sostiene que el acusado tenía problemas con la droga y el alcohol y que se le había diagnosticado una dependencia patológica a los juegos de azar y figura en el registro de personas a las que se les prohíbe entrar en salas con tragaperras.