EL TESTIMONIO
Cinco meses maldurmiendo en el sofá
¿A qué tipo de alojamiento se puede acceder si, en cinco meses, únicamente has trabajado 14 días y de estos, te han dejado a deber cuatro jornadas? La respuesta la da el afectado: el ciudadano hondureño Rafael M., de 44 años. Lleva más de cinco meses maldurmiendo en el sofá del comedor de un piso de Nou Barris que comparte con otras 14 personas. "La verdad es que vivimos apretados", afirma como si hiciera falta explicarlo. El agotamiento, la ansiedad y otras patologías forman parte de su día a día. Las estrecheces del sofá apenas le permiten estirarse y tampoco darse la vuelta.
En el cuarto de estar del piso pernoctan también otras cinco personas en colchones esparcidos por el suelo. Rafael se duerme agotado mientras espera que deje de funcionar la televisión, cesen las conversaciones y poco después se apaguen las lámparas.
Cumplir un horario
La noche la enlaza con la madrugada en una duermevela provocada por el ruido, las luces encendidas y las voces. Por la mañana debe madrugar porque los otros inquilinos necesitan entrar en la habitación. Rafael añora su casa al otro lado mar. "Soy pobre, pero me gusta ser correcto y ordenado", afirma.
Ha intentado alquilar habitaciones pero, hasta la fecha, lo que le han ofrecido o era caro para su maltrecha economía o las condiciones que le imponían eran tan leoninas que le han hecho echarse atrás. Ha encontrado habitaciones por 150 euros mensuales, pero debía compartir el espacio con otra persona a la que ni siquiera conocía. Ha habido otros intentos de alquiler fracasados como el de una habitación de 250 euros pero funcionaba casi como un internado escolar: con horario y además sin poder llevar a ningún amigo a la casa.
Quince habitaciones
Rafael afirma que en el tema de las habitaciones funciona lo que él denomina "un negocio rápido". Y añade: "Tienes que ir con el dinero en la mano porque si no lo llevas, enseguida hay otra persona que te la quita". Él ha llamado a más de 15 habitaciones que anuncian en los locutorios y todavía no ha conseguido ninguna. "Los arrendatarios prefieren alquilar a las mujeres porque causan menos alborotos", explica. El panorama para lograr un techo digno lo ve tan negro que este martes iba a un albergue para ver si le daban cobijo.
Reconoce que en los cinco meses que lleva en Barcelona desde que llegó de Honduras lo que ha conseguido "es poco". Huyó de su país acuciado por las mordidas que debía pagar a los pandilleros y con dos balas incrustadas en el cuerpo. Rafael está ahora bajo la tutela de Cáritas haciendo un curso de horticultura y sueña con traerse a su mujer y a sus tres hijos. "He venido a España para pagarle a mi hija la carrera de Medicina", concluye.
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