Asesinato machista en Catalunya

Un hombre mata a su mujer delante de los dos hijos de la pareja en Blanes

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Guillem Sànchez

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Patricia, vecina de Blanes, 40 años, de origen boliviano, es la primera víctima mortal de la violencia machista en Catalunya este 2018. La octava en España. A las cinco de la madrugada de este lunes, su marido, Rolando, 41 años, boliviano como ella, la ha apuñalado en presencia de los dos hijos de la pareja, un niño y una niña, de 10 y 17 años. La mayor ha llamado al 112 para avisar de que su padre acababa de acuchillar a su madre y que después se había clavado el mismo cuchillo en el abdomen.

Cuando las primeras patrullas de los Mossos d’Esquadra han llegado al número 21 de la calle de Cristòfol Colom del barrio de Els Pins, se han encontrado un escenario desolador. Patricia estaba tumbada en el suelo. Rolando, herido de gravedad, seguía consciente. El hijo más pequeño tenía cortes en las mano que había recibido al intentar frenar a su padre. En la casa había una quinta persona, el primer hijo que tuvo Rolando, de 22 años, fruto de una relación anterior en Bolivia que se crió con Patricia. Este último ya se había emancipado pero no vive lejos y -posiblemente- también él había recibido una llamada de auxilio de su hermanastra

La mujer ha sido trasladada de urgencia en una ambulancia del Sistema d’Emergències Mèdiques (SEM) al hospital de Blanes. El hombre, a un centro sanitario de Calella. Patricia ha fallecido poco después. Rolando ha sobrevivido y ahora se encuentra bajo observación médica y bajo vigilancia policial.

La cocinera del Cámping Blaumar

Patricia y Rolando se casaron en Bolivia y llegaron a Albacete hace unos 20 años. Los dos tenían padres que habían emigrado a España para ganarse la vida trabajando en el campo. En esta ciudad, el matrimonio -casado en Bolivia y ya a cargo del primer hijo de Rolando- compró una casa y tuvo otros dos hijos. Hace unos cinco años, la familia se mudó a Blanes, un pueblo que había sido próspero para dos hermanas de Patricia.

"Era una mujer trabajadora, que siempre estaba buscando faenas", recuerda Sandra, una compatriota boliviana a quien Patricia conoció cuando acababa de desembarcar en Blanes. Hace tres años, Patricia encontró trabajo en el restaurante del cámping Blaumar, ubicado al otro lado del río Tordera, en primera línea de mar. Estuvo dos temporadas de cocinera. Hace pocas semanas, el dueño le propuso que se hiciera cargo de todo el restaurante. "Estaba contenta", explica Sandra. Con ese ascenso, sin embargo, no dejó de buscar faenas. Hasta que empieza la campaña de verano, el recinto solo abre viernes, sábado y domingo. Patricia rellenaba las semanas limpiando casas en Pineda, en Blanes y en Lloret de Mar

Sin orden de alejamiento

La comunidad de vecinos de la familia de Patricia se ha sentido hostigada por la presencia de periodistas haciendo guardia frente al portal de la finca y los Mossos han ordenado a un agente que montara guardia debajo de la escalera, repeliendo a cualquier informador que trataba de coger el ascensor.

La familia de Patricia residía en un domicilio de la séptima planta que había alquilado a un hombre gallego que regresó a su tierra hace algunos años. La mayoría de los inquilinos conocían solo de vista a víctima y asesino. Como sucede en estos casos, a todos les costaba entender por qué había ocurrido. No había antecedentes conocidos de violencia entre esta pareja. Sobre Rolando no pesaba ninguna orden de alejamiento porque Patricia nunca lo había denunciado.

Un crimen imprevisto

Patricia, el jueves, un día antes de comenzar el fin de semana en el cámping Blaumar, quiso acudir para limpiar el restaurante, revisar las neveras y hacer la compra de todo lo que planeaba servir a los clientes. Un día después, como responsable de la barra, comenzó a atender a los primeros huéspedes que llegaron a comer. Su hija, desde hacía pocos meses, era una de las camareras que estaban bajo su mando. "Nunca les gritaba a los trabajadores, era dulce", le reconoce Jordi, un empleado del cámping. 

El sábado, al mediodía, Rolando entró en la tienda de Mohamed, situada en los bajos del mismo bloque en el que residen, para comprar calcetines. Cuando iba a pagarlos, se puso a balbucear. "Me explicó que estaba muy mal, que Patricia quería dejarle". Mohamed intentó calmarlo. Asegura que le dijo que no era tan grave. Rolando se había dedicado a la compraventa de coches. Sin suerte en los últimos años, estaba en el paro, ocupado solo en los contratos transitorios que le ofrecía una ETT. El último, en la central logística de Bershka, en Palafolls, a ocho kilómetros de casa.

El domingo, al mediodía, Rolando acercó a la hija al cámping porque empezaba el turno de mediodía. Con el final del derbi entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en la televisión, Jordi le hizo una señal a Patricia: "¿Cerramos o qué?". Una hora después, cuando todo estaba en su sitio, regresó a casa.