33.293 seres humanos

Ceti Melilla

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JOSÉ IGNACIO ALONSO. EXPERTO EN MIGRACIONES DE SAVE THE CHILDREN

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El aumento de la llegada de personas migrantes a las costas de España vuelve a poner de relieve una realidad que no debe entenderse de manera exclusivamente cuantitativa. El acercamiento debe hacerse en términos de violación de derechos fundamentales y de reclamación de la obligación de protección por parte del Estado receptor.

Los movimientos migratorios siempre han existido, existen y existirán porque son inherentes al ser humano. Aunque suene tremendo para algunos y demagógico para otros, es necesario visibilizar que los procesos migratorios están compuestos por personas, por seres humanos. Por primera vez desde el comienzo de la mal llamada “crisis de los refugiados”, se ha publicado el nombre de las 33.293 personas ahogadas en el Mediterráneo en un medio de comunicación alemán. Además de un toque de atención moral a nuestra sociedad supone el rescate desde el fondo del mar de algo que nunca debería haberse ahogado: su dignidad humana. Los procesos migratorios no son solamente discusiones académicas, tendencias o modas. Se trata de decisiones personales amparadas por el reconocimiento de un derecho fundamental. Los procesos migratorios no van a desaparecer por muchos acuerdos de la UE con Turquía, de Italia con Libia o de nuestro Estado con Marruecos. Estos acuerdos ilegales lo único que suponen es la limitación de los derechos de las personas y una condena a un viaje lleno de peligros fundamentalmente para los niños y las mujeres, colectivos completamente invisibilizados en los procesos migratorios.

Casi 3.000 menores han llegado a las costas españolas en lo que va de año, cada uno de ellos con un recorrido migratorio plagado de violaciones de derechos humanos básicos, violencia física, violencia psicológica, miedo, explotación sexual, trata, peligro e incluso muerte. El derecho humano a migrar está siendo incumplido por parte de muchos Estados, incluido el nuestro. El aumento de las llegadas y su repercusión en los medios de comunicación  contrastan con la ausencia de esta problemática en las políticas públicas. La desaparición del discurso político sobre migraciones no es casual: dichas políticas están guiadas exclusivamente por principios de control de flujos migratorios y seguridad, y no por principios de Derechos Humanos y asunción de responsabilidades internacionales de protección.

Organizaciones como Save the Children han estado, están y estarán visibilizando la realidad de miles de niños y niñas que emprenden su proceso migratorio y que no son protegidos por los Estados. Impedir el trabajo de las organizaciones sociales en el rescate de las personas, construir muros y poner barreras legales para los que emprenden un proceso migratorio significa una condena de “peligro de muerte” para muchos de ellos.

La dignidad humana está siempre por encima de las políticas ausentes o injustas. Como rezaba un cartel en una de las manifestaciones de personas refugiadas en Atenas: “Nuestros lazos familiares son más fuertes que vuestros acuerdos ilegales”. Los movimientos de personas seguirán existiendo, las respuestas de los Estados son clave y tienen que incluir políticas migratorias legales y seguras que aseguren a la infancia protección y bienestar.