TESTIMONIOS

"Te alquilan un zulo a un precio desorbitado"

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MERCEDES JANSA / MADRID

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En Madrid es muy frecuente que una sola persona sea propietaria de un edificio entero habitado por inquilinos de renta antigua. Según se les vaya acabando el contrato, no se lo renuevan y al que aún no se le ha acabado le pueden ofrecer dinero para marcharse. Luego lo ceden a una empresa creada para gestionar la casa como apartamentos turísticos o venderlo a dicha sociedad. Este es el caso de Ana y de Manuel.


ANA FERNÁNDEZ, 33 años

Vive en el barrio de Lavapiés en un edificio que en su mayor parte está siendo reconvertido en pisos turísticos . Desde el 2013 paga 700 euros al mes por 55 metros cuadrados y no le han subido la renta en estos años que ha coincidido con los más duros de la crisis. En febrero se le acaba el contrato de alquiler “Me iré aunque no tengo claro si terminaré en otro sitio con el mismo problema”, afirma. Es consciente de que si un barrio se pone de moda "te alquilan un zulo a un precio desorbitado”.

Hace un año el propietario empezó a rehabilitar algunas viviendas vecinas. “El portero nos dijo que era para apartamentos turísticos” señala. A ella le enviaron un arquitecto para tasar la que ocupa. Ha oído que a otros inquilinos les han ofrecido dinero por marcharse pero no lo puede asegurar. Sí constata que antes eran 10 los vecinos con contrato de alquiler normal y que ahora solo quedan dos. En total eran 36 viviendas.

Para Ana, la gentrificación no es más que “desacreditar una zona para comprar pisos baratos y venderlos caros”, aunque establece diferencia entre alquilarlo o ceder la gestión a Airbnb que a un fondo de inversión. Y sentencia: “Lo que empezó como economía colaborativa ya no lo es”. También lamenta que en Madrid haya menos espíritu organizativo que en Barcelona para frenar este fenómeno.

Para ella la solución a este fenómeno pasaría por regular los alquileres en general y los de estas viviendas en particular,  así como establecer un tiempo de estancias máximas y mínimas. Como dato colateral al asunto, Ana está asombrada de cómo se comportan las personas que alquilan estas viviendas. “Muchos las alquilan solo para hacer una fiesta y vienen desde muy lejos para uno o dos días. Solo meten ruido pero ni se pasean por el barrio ni por la ciudad”, afirma.

Aunque aún no haya decidido qué hará cuando se aproxime el final de su contrato, Ana lamenta que “hayamos vuelto a lo mismo: la compra”. Calcula que 700 euros pueden ser la cuota de  una hipoteca o una parte importante y que esa será la solución de los jóvenes que han ganado más dinero o tienen más capacidad de ahorro.


MANUEL ROJAS, 60 años

Manuel está ahora en paro pero sigue viviendo en la misma casa con su familia desde hace 40 años, aunque sus hijos ya tienen vida independiente. Ya le queda poco. Su casero es dueño de todo un edificio con 14 viviendas en una de las zonas más caras de Madrid, el barrio de Argüelles. “Siempre tuve buena relación con el propietario, era casi una relación familiar, las reparaciones corrían de su cuenta. Cuando llegamos había hasta cocina de carbón, hemos puesto el gas y la calefacción”, explica. Algunos vecinos tenían rentas antiguas y otros como él pagaban un alquiler de 600 euros, modesto para el barrio, aunque el edificio no ha sido modernizado en estos años.

Hasta que el pasado mes de abril sonó el primer aviso: el propietario vendió el edificio a una empresa que ya ha hecho operaciones semejantes en otros barrios de Madrid. Mediante un burofax, informó a los vecinos de que no les iba a renovar el contrato que a Manuel se le acaba el próximo otoño.  

“Me mosqueó su negativa a que le pagara por adelantado y fue el nuevo dueño el que me llamó para pedirme el número de mi cuenta corriente”, afirma. “Un día me crucé con el propietario anterior y me dijo que me podría dar una ayudita”, dice Manuel entre risas. Es lo más cerca que ha estado de que le paguen por dejar la vivienda.

El mosqueo aumentó entre los vecinos y algunos enviaron el pago mensual por correo certificado, pero se los han rechazado. Manuel abrió una cuenta en el banco con notario donde ha ido ingresando las mensualidades que no le quieren cobrar. “Han comprado un edifico con bichos y ahora están fumigando”, dice Manuel con un buen humor dadas las circunstancias.

Una de las cosas de las que se queja es de las formas. El paternalismo del antiguo propietario y el silencio del nuevo. Este “no me ha dado su número de teléfono ni el de la cuenta corriente. No ha habido posibilidad de diálogo”. “Ahora tengo que pagar y no sé ni a quién ni  cómo”, subraya ante esta situación kafkiana.

No sabe qué pasará en los próximos meses. Lo único claro es que él ha tenido que acelerar sus planes de irse fuera de Madrid ante esta situación.