Olga Aranda: "Mi esposo me puso un cuchillo en el cuello y le dije: 'Mátame'"

"Durante 17 años tomó el control de mi vida. Ni siquiera sabía que era una víctima. Ahora se que hay salida"

Olga Aranda, en Madrid, ayer.

Olga Aranda, en Madrid, ayer.

MANUEL VILASERÓ / MADRID

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Tras 17 años de malos tratos, una madrugada del 2005 Olga Aranda decidió que ya no podía más. Su marido acababa de llegar  a su casa y ella le pidió explicaciones. Era la primera vez que se atrevía a hacerlo. Pasado el momento de sorpresa, se fue raudo a la cocina y volvió con un cuchillo. Ella le respondió "mátame, me da todo igual, no me amenaces más". Y ahora sonríe afirmando que del maltrato se puede salir

-¿Por qué reaccionó usted así?

-Muchas veces, cuando hacía algo que le disgustaba, se pasaba el dedo por el cuello. Sin pronunciar palabra, amenazaba con degollarme. Ya no podía más y mi vida ya no me importaba, porque en realidad estaba anulada como persona.

-¿Cómo reaccionó él?

-Le cambió la cara, porque por primera vez no tenía el control. De algún modo sabía que era el fin. Cogí el teléfono para llamar a emergencias, pero me lo rompió. Conseguí refugiarme en el suelo de la cocina y cerrando la puerta con los pies conseguí dar con un teléfono antiguo mientras él la aporreaba. Cuando llegó la policía estuvo la mar de amable y hasta les ofreció café.

-Muchas de las víctimas de violencia machista relatan historias parecidas de anulación de la personalidad que les impide incluso darse cuenta de que son eso, víctimas.

-Sí. Ahora me río cuando me recuerdo viendo en la televisión las campañas contra los malos tratos y pensando, pobrecitas, sin caer en la cuenta de que yo estaba viviendo esa misma situación. Diez años después lo puedo contar tranquila y ya no duele cuando lo recuerdo. 

-¿Cuándo empezó todo?

-Al poco de hacernos novios. Yo tenía 18 años y muy poca experiencia. El primer paso es la conquista y el halago. Me decía siempre lo guapa que estaba, luego me aconsejaba sobre que pelo me quedaría mejor, que si este vestido es mejor que otro... El siguiente paso es ya ordenarte qué te tienes que poner y como has de comportarte. Luego, si no lo haces, te amenaza. Y así con todo. Te habla mal de los amigos y la familia hasta que consigue aislarte. Tienes que obedecer en todo  y te acaba convenciendo de que sin él no eres nada.Que es tu salvador. Cuando no estaba él no me atrevía a bajar a la calle porque si se enteraba me sometía a un interrogatorio y me castigaba ignorándome y despreciándome con sus silencios. Me hacía sentir que no era nada.

-¿Era amor lo que sentía o miedo?

-Creo que en realidad nunca lo quise, aunque en ese momento pensaba que si. Era temor. Después de cinco años de noviazgo, llegó el momento de casarnos. Yo no quería pero no me atreví a decir que no por miedo a su reacción y por miedo a estar perdida sin él. 

-¿Pero usted no trabajaba?

-No. Decía que él ya trabajaba para los dos y que, por tanto, mi obligación era estar en casa. Y eso a pesar de que fue él quien eligió mi carrera de Magisterio. Ahora no me arrepiento. Soy profesora de infantil, me gustan mucho los niños, pero fíjese hasta qué punto llegaba su dominio sobre mí que ya de novios me marcó la carrera.

-¿Qué tipo de maltrato sufrió?

 -El maltrato era sobre todo psicológico, supongo que también porque yo fui muy sumisa desde el principio. A veces pegaba patadas por debajo de la mesa, me pellizcaba, pero no me daba palizas. Esto también contribuía a que no me identificara como una víctima. Pensamos que tienen que pegarnos para serlo, pero esto es un proceso que empieza mucho antes, con el control.

-Ahora usted colabora como voluntaria en la Federación de Asociaciones de Mujeres Serparadas y Divorciadas que le ayudó a escapar. ¿Qué se puede hacer para lograr que mujeres que viven una experiencia como la suya salgan del horror?

-Es muy complicado hacérselo ver. Hay que insistir en que la violencia empieza con el control. No hay violencia física sin previa psicológica, pero cuando estás metida es muy difícil que te des cuenta. Y cuando llegan los golpes ya poco te importa.

-Quizás falla la educación. Si de niña le hubieran inculcado que nunca hay que someterse...

-Si. Para mí esa es una de las claves. La educación de niñas y niños. No se enseña en igualdad. Los juguetes, los cuentos, las películas, siguen hablando de princesitas y príncipes azules que no existen. ¿Cuántas películas infantiles siguen cultivando el prototipo de la mujer débil salvada por el hombre apuesto y musculoso? Veo un retroceso enorme. ¿Cómo puede ser que un chico de 15 años revise el móvil de su novia y ella se lo permita? No lo puedo entender. Deberíamos educar en igualdad y contra el machismo y no se está haciendo.

-Pero usted plantó cara y denunció a su marido.

-Tras llamar a la policía vino un equipo médico a casa, me examinaron y la policía se lo llevó detenido. Todo el mundo se portó muy bien. Al día siguiente se celebró el juicio rápido. Él se declaró culpable por consejo de su abogado y le redujeron un tercio de la condena. Nunca entró en prisión. Yo no estaba preparada para afrontar un juicio. A pesar del buen trato recibido, hubiera necesitado ayuda profesional antes. 

-Ha convivido 17 años con un maltratador. ¿Qué cree que les impulsa a ese comportamiento?

-No son enfermos. Son malas personas, que disfrutan con el daño y el sufrimiento de la pareja. Cuando nos divorciamos el juez le concedió visitas para los tres niños. Eran muy pequeños, tenían seis años y dos dijeron que no querían volver a verlo. Para él éramos objetos de su propiedad, nada más. Si de algo me alegro es de que mis hijos, y tengo cuatro, tienen claro cómo no hay que comportarse. La niña, con tres años, le dijo a su hermano: "No me empujes, si no te vas de casa como papá". Los niños son víctimas directas en una relación de maltrato.

-¿Qué mensaje les mandaría a las víctimas después de lo vivido?

-Que pueden salir de la violencia y que pueden tener la vida de felicidad que todas y cada una se merecen. Que son fuertes, pero que sean prudentes y antes de denunciar, se alejen y se pongan a salvo ya que el momento de más riesgo es el de la separación, porque ya ni te controlan ni ten van a controlar nunca. Con mi experiencia, puedo afirmar que sí, que hay salida.