LA REGULACIÓN TAURINA ANTE LAS FIESTAS POPULARES
'Bous' pasados por agua
L'Ampolla opta por instalar una doble valla que aisla el espectáculo con toros e impide que los animales caigan al mar Los entusiastas del festejo defienden la tradición
«¿Cómo es que está cerrado el recinto?». Una joven observadora lanza la pregunta a la pandilla de amigos que, como ella, permanecen sentados en el tablón de madera que hace de grada en la plaza de bous de l'Ampolla (Baix Ebre), a la espera de que empiece el espectáculo taurino. Ayer, por primera vez en muchos años, ningún toro iba a caer al agua en L'Ampolla.
Un chasco para parte del millar de personas que observaban en las gradas, un año más, los bous. El recinto, singular por su ubicación, en el tramo final del puerto, presentaba una doble valla. «No sé, igual han prohibido tirarlos al agua o algo, como el año pasado se pusieron muy farrucos…», responde un compañero. «Pero ¿por qué?, si aquí se ha hecho siempre, aquí no se mata a los toros». Un argumento que, pese a sonar insistentemente, no sirve a los defensores de la fiesta para sentirse tranquilos, porque aún sin muerte, los correbous, en los que los mozos tientan a los animales hasta que caen al agua, siguen siendo fuente de polémica.
Con la última, la sentencia judicial que considera excluída de la ley la modalidad de toros a la mar, en un recinto en la playa, tal como se viene practicando en L'Ampolla y en la vecina Les Cases d'Alcanar, se da una vuelta de tuerca más. «Sentimos que cada vez nos aprietan más y más, nos sentimos ahogados», apuntó Jordi, miembro de la Comisión de Bous de L'Ampolla.
Doble valla
Ante el pronunciamento judicial que estimó fuera de la norma la modalidad de bous a la mar, aunque sí contempla la ley los bous a la platja, y la puntualización del juez respecto a la ilegalidad que suponía celebrar un correbous en un recinto abierto, el mar, el Ayuntamiento y la Comisión de Bous de L'Ampolla, optaron este domingo, el primer dia de toros de las fiestas de Sant Joan, por colocar una doble valla.
Una cerraba el recinto de la plaza, por donde otros años quedaba un tramo abierto por el que el animal se precipitaba a las aguas del puerto, y una segunda formada por una tira de boyas en el mar, por si se daba la circunstancia de que algún animal cayera. «Sí, este año han prohibido lo del agua, cuando lo que tendrían que prohibir son las corridas, porque resulta que ahí les matan», apunta un espectador. «Algo que se ha hecho toda la vida, es para flipar», lamenta su amigo. «En los años 40, mi abuelo ya venía a ver los toros, que entonces se hacían en la playa, donde traían a los animales a pie desde el delta», explica Joan Cabrera, vecino de L'Ampolla.
«Han ido cambiando de ubicación en diversas ocasiones, pero al agua han caído toda la vida», explica. «Y de verdad, a la práctica, ¿qué diferencia hay si son bous a la mar o a la platja? Es solo un palabra», añade Jordi, resignado por las nuevas medidas que han asumido a raíz de una denuncia animalista.
«Cumplimos la ley, no abriremos la barrera para que caiga al agua el animal, pero la verdad es que cada vez aprietan más y no lo encuentro bien», asegura el concejal de fiestas de Sant Joan, Lluís Cabrera, cuya sensación, admite, es de «impotencia». «Nos sentimos impotentes porque vamos acatando medidas pero siempre salen nuevos problemas. Ahora, por obligación, aceptamos que el toro no caiga en el mar, y esperamos que esto sea temporal, pero quién sabe si va a ser para siempre», recela. «Forma parte de nuestra historia y no se perderá, miraremos cómo podemos recuperarlos», señala Queralt. «También confiamos que pronto la Unesco nos apoye», añade Jaume, en referencia a una campaña iniciada en el 2011 que pide protección para la fiesta al organismo internacional.
Avanza la tarde y muchos aficionados comienzan a desfilar, mientras pequeñas barcas salen de paseo navegando frente a los toriles. «Nosotros no somos de aquí, venimos de Urgell, y hemos entrado por primera vez a ver los bous y bueno, ha sido entretenido», comenta una pareja, que asegura desconocer el asunto de la caída o no de los animales al mar. Ángel y Ana también habían acudido improvisadamente a la plaza. «Ha sido una experiencia nueva si, se ve que antes estaba el recinto abierto, y ahora marean un poco a los animales en la plaza y ya está», apuntaba Ángel. «No me ha parecido ofensivo ni nada por el estilo, ha sido una experiencia bonita para pasar la tarde», se despedía Ana.
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