Gente corriente

Rita Barrachina: «Pasé 2.800 veces por los monumentos y ya no los veía»

Esta exinformadora del Bus Turístic difunde el lado menos conocido de la Barcelona monumental.

«Pasé 2.800 veces por los monumentos y ya no los veía»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Apasionada, tenaz y locuaz hasta la extenuación, elige el Templo de Augusto de la calle del Paradís de Barcelona para compartir su agridulce experiencia como informadora del Bus Turístic.

-¿Por qué le gusta tanto este lugar?

 

-Porque tiene una historia muy particular. Se supone que se construyó en el siglo I y que está dedicado a Augusto, pero, si es así, ¿por qué hicieron unas columnas tan toscas, tan bajitas, con unos capiteles tan poco trabajados? ¡Ese no era el estilo de la época, y menos para un templo dedicado a un emperador! Algún día le cambiaré el nombre.

-¿Y cómo lo llamará?

 

-El templo de Hércules. Antes esta calle no se llamaba Paradís, sino Hércules, y cerca de aquí está la inscripción Barcino ab Hercule condita, que alude al mito de que Hércules fundó la ciudad.

-¿Cuánto tiempo pasó en el bus turístico?

 

-Cuatro años. Durante ese tiempo pasé 2.800 veces -700 veces por año- por los mismos monumentos. Ya no los veía, se habían vuelto transparentes para mí.

-¿Pero su trabajo no era comentarlos?

 

-Los autobuses van con audioguía y tú te limitas a apretar el botón de las pistas, a controlar billetes, a poner paz cuando la gente se tira de los pelos para sentarse arriba… solo a veces coges el micro. Pensé que tenía que darle la vuelta al trabajo y empecé a investigar la iconografía de los monumentos.

-Por ejemplo...

 

-La estatua de Colón. Tiene cuatro leones tumbados y cuatro en pie. ¿Sabe por qué?

-Pues no, la verdad.

 

-¡Es una metáfora! Los que están de pie, en posición de alerta, miran a la Ciutadella y a Montjuïc, que es desde donde se bombardeaba a la población. ¡Nos protegen!

 

-Qué bonita explicación.

-Como no tenía a nadie más, lo que iba descubriendo se lo contaba a los conductores. Hasta que, viendo lo poco valorados y lo desencantados que estaban mis compañeros, se me ocurrió volcar aquella información en un libro y ofrecerlo a la empresa para que lo regalara a los trabajadores por Navidad, como una forma de reconocimiento.

-Parece un buen detalle.

 

-Me pasé un año escribiéndolo y cuando fui a proponer la idea a la dirección me contestaron que era una utópica.

-¿Y eso es malo?

 

-Lo malo es que, sin leerlo, no quisieron colaborar, y eso que hay cinco editoriales interesadas. Poco tiempo después me llamaron de la empresa que gestiona el bus turístico porque me habían visto con una cámara en una huelga de trabajadores del transporte público y querían saber qué quería hacer con aquellas imágenes. Mi vieja cámara no funcionó y no llegué a grabar nada, pero ya no me volvieron a contratar. Ahora estoy sin trabajo.

-De las buenas intenciones al paro.

-Soy la personificación de lo que se llama la erótica del fracaso. Te podrán poner la zancadilla 20 veces, pero si crees en algo y eres luchador aprendes del fracaso. A mí me cierras una puerta y te entro por la ventana. Existe un proyecto para convertir el libro en película y estoy estudiando cursos de egiptología, historia de la humanidad, videojuegos y aprendizaje y gamificación.

-¿Gamificación?

 

-Grosso modo significa utilizar la mecánica de los juegos para conseguir cambios en la forma de trabajar de las empresas, mejorar el aprendizaje o, en márketing, fidelizar clientes. En las empresas hay trabajadores con miles de ideas. Se supone que estamos en la era de la participación, ¿no? Y si el mejor comercial de una empresa es un empleado contento, ¿por qué las empresas no cuidan más a sus trabajadores?