Gente corriente

Juan J. Sánchez: «Erik el Belga es el asesino en serie del arte antiguo»

Anticuario de raza. Experto en cerámica. Sus memorias autoeditadas recogen el anecdotario de 50 años de oficio.

Juan J. Sánchez.

Juan J. Sánchez. / RICARD CUGAT

OLGA MERINO / Barcelona

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El padre del entrevistado, de profesión ebanista, se trasladó de Murcia a Catalunya en el año 30 y comenzó a trabajar por su cuenta en un minúsculo taller del Born. De la restauración de muebles, pasó a la compraventa de antigüedades, un oficio en el que le siguieron los tres hijos, entre

ellos Juan J. Sánchez Rovira (Barcelona, 1945). Sus memorias, que ha tituladoAventuras y experiencias vividas en el desempeño del noble arte del anticuariado,pueden encontrarse en los dos locales que regenta la familia: Banys Nous, 17 bis y Gran Via, 679.

—Tiene un aire a Sean Connery.

—Me lo han dicho, sí. De joven, como era rubio y tengo los ojos azules, un amigo me hizo pasar por norteamericano. Le acompañé una vez a ver un canterano a una casa particular. «Lo quiere comprar para Hollywood», les decía mi amigo. «Pídanle una barbaridad, como 5.000 pesetas». Y era un precio de risa, ja ja ja.

—¿Qué les transmitió el patriarca?

—Al ser ebanista, mi padre entendía de maderas como el primero, y solía repetir una frase que se me quedó grabada: «Vende, cobra y arrepiéntete después». De esa forma, tienes dinero para seguir comprando. Si esperas el gran precio, puedes quedarte dos años de brazos cruzados y, mientras, ¿qué comes? La cuestión es comprar otra pieza, que la rueda siga moviéndose.

—La base misma del comercio.

—¡Ahí, está! Hay mucho esnobismo elitista en el sector, como cuando algún anticuario dice que la pieza le «habla» o le «transmite algo». La realidad es que necesitamos ganarnos el pan. Este oficio se aprende a base de tocar mucha mercancía, visitar museos, comprar y equivocarse.

—¿Cuál es la diferencia entre un chamarilero y un anticuario?

—Un anticuario ha de ser la seriedad personificada. Si no, por muchas piezas buenas que atesore, no dejará de ser un trapero o un truhán.

—¿El asunto se basa en el regateo?

—Solo cuando el precio es excesivo. La gente tira alto porque teme que la engañen. Pero, a veces, sucede lo contrario: ofrecen un precio bajo porque no saben lo que tienen entre manos. ¿Y qué hacemos entonces? Pues, comprarlo y ganarnos la vida. Lo indecente ahí sería regatear.

—¿Los anticuarios se especializan?

—Por regla general, no. Pero a nosotros nos encanta la cerámica, sobre todo la catalana.

—¿La pieza más valiosa que ha pasado por sus manos?

—Un plato hispano-morisco de Manises del siglo XV, de unos 40 centímetros de diámetro, con el escudo de Fernando el Católico. Pero no le diré por cuánto lo vendí.

—En el libro habla del escultor y coleccionista Frederic Marès.

—Huy, era uncrackde las antigüedades, capaz de quedarse sin comer con tal de adquirir una pieza… ¿Quiere que le cuente una anécdota?

—Claro.

—Viajó a Madrid porque tenía apalabradas unas tallas románicas, unas vírgenes sentadas, y cuando salía del hotel, con cerca de cuatro millones de pesetas en el bolsillo, el matrimonio que lo acompañaba le preguntó: «Mestre, cogemos un taxi, ¿no?». Y Marès dijo que ni hablar, que irían en autobús a cerrar el trato.

—¿Antes se falsificaba menos?

—Sí. Cuando yo comenzaba, lo antiguo valía tan poco que no merecía la pena falsificarlo. Tampoco había compradores.

—Al ladrón de arte Erik el Belga le tiene un cariño especial…

—Es un tipejo despreciable, un mierda, el asesino en serie del arte antiguo… Aparte de lo que robó, ¡sabe lo que llegó a destrozar ese tío! De la silla románica de Roda de Isábena solo pudo recuperarse un fragmento, porque el resto lo había quemado.

—Ahora vive en la Costa del Sol.

—Se ganó la libertad a cambio de confesar dónde había vendido las piezas... Robó la arqueta de Sant Martirià de Banyoles, un relicario gótico, y algunos esmaltes aún están en manos de una holandesa que no piensa devolverlos a menos que le den 500 millones de pesetas. ¡Y esa arqueta es la reliquia de un pueblo, que la adora! Debe regresar a Banyoles.