NUEVA ACCIÓN DE PROTESTA DEL MOVIMIENTO DEL 15-m

Los indignados acampan ante una Ciutadella blindada por los Mossos

FIDEL MASREAL / ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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El movimiento de los indignados no logró ayer su objetivo de levantar dentro del parque de la Ciutadella una acampada que, a modo de cuartel de campaña, les sirviera hoy para impedir el acceso de los diputados al Parlament de Catalunya, donde deben votarse los presupuestos de la Generalitat. Un despliegue policial masivo, con decenas de mossos y guardias urbanos, se les adelantó con el desalojo y el cierre del parque a media tarde y les dejó fuera del recinto. Desde el exterior de la Ciutadella, eso sí, los indignados volvieron a demostrar su fuerza concentrando, al grito de «Aturem el Parlament», a unas 2.000 personas, según fuentes policiales, y a unas 4.000, según observadores independientes.

A última hora de la tarde, el tablero de juego estaba dividido por la verja del parque. Hacia dentro, decenas de mossos y urbanos apostados cada 10 metros para evitar intentos de saltos. Hacia fuera, en concreto en la entrada del paseo de Picasso, los indignados, que se empezaron a agrupar a partir de las siete de la tarde y que fueron creciendo en número a medida que las agrupaciones de los barrios iban llegando. Mientras estos últimos no saltaran la valla, todo parecía indicar que habría paz.

Policías y manifestantes parecían velar armas para la cita de hoy, cuando la intención de los segundos es impedir que los diputados puedan entrar en el Parlament. Para Interior, el dispositivo para garantizar el acceso de los parlamentarios a la Cámara catalana es más que una cuestión policial. Hacer entrar al parque a los políticos -incluido elpresident,Artur Mas- por un acceso distinto del más habitual, el del paseo de Picasso, sería casi como hacerles pasar por la puerta de atrás.

ENCUENTRO COLGADO EN YOUTUBE / Desde laconselleriade Interior se intentó durante todo el día comunicar con el movimiento. Primero, para dejarles claro que no se les iba a permitir acampar dentro del parque bajo ningún concepto y, segundo, para advertirles de que impedir el acceso de los diputados al Parlament es una acción constitutiva de delito. Eso sí, se les ofreció la posibilidad de acampar en el paseo de Picasso y se les insistió en que no se cuestionaba su derecho a manifestarse mientras no interfirieran en la normalidad parlamentaria. Incluso llegó a haber una reunión entre un responsable de los Mossos y un delegado de los indignados. Este, que nada más llegar hizo saber que no representaba a nadie, comunicó que no consideraban ni a Interior ni a los Mossos interlocutores apropiados. El indignado grabó la conversación, que posteriormente fue colgada en internet.

A medida que pasaban las horas, acampar en el paseo de Picasso era la opción que parecía concretarse entre los manifestantes, entregados a un ambiente festivo y reivindicativo. La consigna, acordada en asamblea, era que los que no se quedaran allí a dormir volvieran a las 7 de la mañana para la gran protesta.

Ayer por la tarde, ante la verja de la Ciutadella cerrada con un candado, la concentración transcurrió en calma, con el hilo musical de una cacerolada permanente y acciones espontáneas como colgar entre las rejas una pancarta con el lemaParlament tancat per revolució. Los momentos de tensión se vivieron con la salida del recinto de los dos únicos políticos que se atrevieron a pasar por ahí: Ernest Maragall (PSC) y Dolors Camats (ICV).

Antes, a las cinco, y después de que el ayuntamiento dictara un decreto por el que cerraba el parque ayer y hoy todo el día -no se descarta que mañana también esté cerrado-, la Ciutadella vivió una situación insólita. Decenas de urbanos fueron recorriendo el recinto para desalojar a paseantes, turistas y familias con niños que jugaban en la zona. Algunos agentes les decían en un inglés macarrónico a los turistas que debían marcharse porque el parque estaba «closed for security».

SIESTA INTERRUMPIDA/ Hubo quien se lo tomó con resignación -«menuda faena, irse a casa con la tarde tan bonita que hace», decía un padre- y quien protestó enérgicamente. «Es un abuso que a mí se me eche para proteger a la casta de los políticos», dijo Alicia, una mujer de 60 años . A su lado, María, una joven, increpaba a los agentes que la habían despertado. «Yo vengo aquí cada tarde a echar la siesta, no hay derecho a que me obliguen a irme», dijo.

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