LA PROTESTA DE LOS INDIGNADOS

Madrid se va... BCN se enroca

Los acampados responden de manera dispar a la decisión asamblearia de levantar el campamento

Dos acampados junto a una fuente de la plaza de Catalunya.

Dos acampados junto a una fuente de la plaza de Catalunya.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA
MERCEDES JANSA / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las dos grandes acampadas del movimiento 15-M, en la Puerta del Sol de Madrid y en la plaza de Catalunya de Barcelona, debían empezar ayer a recoger los bártulos de dormir y despejar el terreno. Salvo un retén de guardia, con carácter informativo, los céntricos espacios iban a reconvertirse en ágoras de debate en horario diurno y parte del movimiento se iba a trasladar a los barrios. Sin embargo, la respuesta fue dispar: mientras que en Madrid se siguieron las consignas (salvo excepciones), en Barcelona las tiendas se mantuvieron en pie (salvo excepciones).

BARCELONA

Los últimos de los últimos se atrincheran

Pese a que la asamblea general del movimiento 15-M ha votado en dos ocasiones a favor de dejar la acampada nocturna, los últimos indignados que siguen pernoctando en la plaza de Catalunya no parece que vayan a deponer su protesta. Se han hecho fuertes: quizá sean una minoría dentro del conjunto de indignados, el heterogéneo y multitudinario colectivo surgido ya hace un mes, pero son mayoría entre los irreductibles que siguen acampados. «Yo no me voy porque nuestra voz se debilitaría», resume uno de ellos, anónimamente, aunque luego asume que eso no significa quedarse todos los días a dormir. La asamblea decidió limitar la protesta al horario diurno porque la acampada había «degenerado» y empezaba a tener «efectos negativos» sobre los objetivos del movimiento, en palabras de una de sus portavoces, Anna. «Quien se quede lo hace a título personal», añade.

Es difícil calcularlo, pero a decir de los más críticos por la noche solo queda un puñado de personas. «Muchos se apuntaron más tarde y no tienen nada que ver con el movimiento», explica un indignado que prefiere no ser citado por su nombre. De hecho, ayer no parecía que hubiera mucha sintonía entre la actividad festiva de algunas tiendas y la actividad reivindicativa de las charlas al aire libre. «Esto está lleno de okupas y de gente maleducada», resume una vendedora que trabaja en la plaza. «Me están arruinando el negocio», añade. Un indignado citado por la agencia Europa Press explicó que el movimiento se quiere desmarcar de los grupos antisistema porque «están perjudicando la imagen». La comisión jurídica les ha denegado incluso el permiso para plantar marihuana en los parterres reconvertidos en huertos urbanos.

La presencia humana en la plaza de Catalunya se ha reducido drásticamente en las últimas jornadas, especialmente por las noches, pero el aspecto externo anoche cuando empezó una nutrida asamblea nocturna para debatir las protestas de las semana que viene era el mismo que el que había cuando se decidió levantar la acampada: siguen los tenderetes de las comisiones, siguen las tiendas de campaña y siguen las precarias chabolas de plástico y madera, algunas encaramadas en los árboles. «Mientras haya gente que se quiera quedar por las noches, esto va a seguir igual», resume otro indignado, David, porque basta una única persona por comisión para mantener el chiringuito. Durante todo el día de ayer no se vislumbraba el más mínimo movimiento en la plaza de Catalunya para levantar el campamento.

En cualquier caso, la llama del movimiento sigue viva. «Los actos programados van a mantenerse sin problemas», añade David. Ayer, tras un taller sobre energías alternativas y generación doméstica de electricidad, intervino el catedrático de Economía Vicenç Navarro. La víspera, dos activistas islandeses explicaron la situación crítica por la que ha pasado su país y propusieron medidas para evitar que se repita.

MADRID

«Sabemos el camino de vuelta»

Los indignados que durante cuatro semanas han mantenido viva la protesta en la madrileña Puerta del Sol se despidieron ayer hasta el domingo que viene, cuando volverán a reunise tras la manifestación que terminará ante las puertas del Congreso de los Diputados. Solo unos pocos, que no llegaron al medio centenar, decidieron seguir con la acampada a título individual, una vez que a media-

noche se celebró el último acto programado: una sonada cacerolada.

Pero el movimiento sigue vivo y sus responsables -si es que así puede llamarse el movimiento asambleario y los integrantes de cada una de las comisiones formadas- asumieron los lemas de dos pancartas que: «Sabemos el camino de vuelta» y «No nos vamos, nos mudamos a tu conciencia».

El programa previsto para desmontar la acampada en Sol funcionó casi como un reloj en medio del civismo que ha predominado desde el 15 de mayo. A las doce del mediodía comenzaron las tareas de recogida y limpieza, y a las siete de la tarde la asamblea general anunció y aprobó el programa de actividades de la semana, que incluye reuniones de los distintos grupos de trabajo en distintas plazas del centro de Madrid. También se votó a favor de un listado de diez puntos que recoge las propuestas más repetidas de las casi 12.000 que han llegado en estas semanas hasta Sol. Son las peticiones que los indignados madrileños quieren hacer llegar a la sociedad: reforma de la ley electoral; supresión de la ley D'Hondt de reparto de escaños; educación pública y gratuita; referendo para tomar las decisiones ciudadanas; más ayudas públicas sociales; educación laica; listas abiertas; listas electorales sin corruptos; abolición de la monarquía, y nacionalización de la banca.

A lo largo de la jornada, la Puerta del Sol fue recuperando un aspecto más parecido al que tenía antes del 15 de mayo, aunque todavía no es lo mismo. Además de los que se queden a título individual, la asamblea de indignados mantendrá una caseta de información. La movilización se traslada ahora a los barrios «que es donde está la gente y hay problemas», comentaba Nando, mientras recogía en una caja los deseos que escribían en un trozo de papel los presentes y los visitantes.

«Nos movemos para expandirnos», comentó un portavoz de la asamblea celebrada la noche anterior. «Madrid no ha sido Madrid por un mes», comentaba Tato, que recogía firmas por la mañana y repartía agua la aliviar el calor de la tarde. Al mismo tiempo, la asamblea se abría a todo el que tuviera algo que decir y una joven explicaba el sentido de su acción: «Para que dentro de unos años, al mirar a los ojos a mis hijos, no tenga que decirles que viven así porque yo no me animé a pelear».

La solidaridad ha tenido muchas caras: desde dos anónimos tunecinos que explicaron el alcance de su revolución hasta el cómico Leo Bassi que había fabricado una pancarta en la que criticaba el gasto que supondrá la próxima visita del papa Benedicto XVI a España y la falta de ayudas a los jóvenes. «Menos mal que se mueven», dijo a este diario en referencia a los jóvenes del movimiento 15-M. «Hay un momento en el que cada generación tiene que descubrir la política», añadió, y mientras elevaba más su pancarta, sentenció: «En Europa no hay perspectiva». El Sol se puso, pero el 15-M continúa.