La desdicha de Malaspina

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 13 de febrero del 2011

Explorador 8 Un retrato del navegante Alejandro Malaspina.

Explorador 8 Un retrato del navegante Alejandro Malaspina.

L. M.
A BORDO DEL 'HESPÉRIDES' / E. ESPECIAL

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La hoja de servicios del legendario capitán James Cook (1728-1779) es impresionante. El navegante inglés, hijo de campesinos, exploró y cartografió con precisión por primera vez grandes áreas del Pacífico; ganó la batalla al escorbuto, el terror de los marinos, alimentando a sus hombres con cítricos y col fermentada; reclamó para Inglaterra el este de Australia y las islas Hawai, y demostró que Australia y Nueva Zelanda no estaban unidas.

Sus tres grandes expediciones al Pacífico, con las que circunnavegó otras tantas veces el planeta, brindaron valiosos conocimientos astronómicos, oceanográficos, geopolíticos y biológicos. Y cimentaron y ampliaron los dominios marítimos y el imperio colonial de Inglaterra. Por todo ello, la corona inglesa lo colmó de gloria y honores ya antes de su muerte, acaecida en una escaramuza con los nativos hawaianos, enfurecidos porque Cook había intentado tomar como rehén a su rey, Kalaniopuu, para canjearlo por un bote de su barco, el HSM Resolution, que los indígenas -poco entusiastas del concepto occidental de la propiedad- habían robado.

Cook tuvo un émulo aventajado en España, Alejandro Malaspina (1754-1809), cuyo nombre lleva la misión del Hespérides. Audaz navegante, militar inteligente, notabilísimo explorador y perspicaz observador político, Malaspina capitaneó entre 1789 y 1794 la mayor expedición científico-política de la historia de España. Pero, a diferencia de Cook, no recibió honores, sino prisión y destierro.

Nacido en una noble cuna italiana, Malaspina ingresó con 20 años al servicio de la Armada española. Tras destacar en varias campañas navales contra los piratas berberiscos y la Marina inglesa, en 1788 propuso al Gobierno, junto con su compañero de armas José de Bustamante y Guerra, una vasta expedición alrededor del mundo.

Carlos III, rey ilustrado, aprobó la idea y el 30 de julio de 1789, dos semanas después del estallido de la Revolución Francesa, Malaspina y Bustamante zarpaban de Cádiz a bordo de las corbetas Descubierta y Atrevida. Durante cinco años, recorrieron las posesiones coloniales, cruzaron dos veces el Atlántico, exploraron de sur a norte la larga costa occidental del continente americano, buscaron como Cook el quimérico paso del noroeste, atravesaron el Pacífico hacia las Marianas y Filipinas, llegaron a Nueva Zelanda, Australia, Macao y el archipiélago polinesio de Tonga.

Malaspina no logró completar la circunnavegación del globo (en vez de regresar por el Índico, navegó de vuelta por el Pacífico y el Atlántico), pero sus astrónomos, cartógrafos, naturalistas y pintores realizaron una amplísima exploración de las tierras y los mares de América, Asia y Oceanía: documentaron 14.000 plantas y 500 especies zoológicas desconocidas en Europa e hicieron un millar de ilustraciones.

Pero la expedición no tenía solo finalidades científicas. De regreso en España, Carlos IV había sucedido a su padre y depositado el poder en manos de Manuel de Godoy, valido del rey y -según la voz popular y algunos historiadores, no todos- amante de la reina María Luisa. El navegante presentó un informe muy crítico con el modelo colonial español, viciado y corrupto. Propuso sustituirlo por un sistema confederal de estados vertebrado por el comercio, la religión y la corona. Un precedente teórico de la Commonwealth británica.

Godoy, receloso del prestigio político que la exitosa expedición había reportado a Malaspina, vetó la publicación del informe. Un año después de su regreso a España, el navegante se vio envuelto en una conjura contra el valido del rey. Pero la buena estrella marina que guió a Malaspina en los mares, le abandonó en tierra firme. La conspiración fracasó y el navegante fue encarcelado en el castillo de San Antón, en La Coruña, y años después desterrado a Italia, donde en 1809 terminó sus días.