ADAPTACIÓN AL ESPACIO EUROPEO DE EDUCACIÓN SUPERIOR

La oferta de títulos universitarios se dispara sin control en Catalunya

JORDI CASABELLA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde que en el curso académico 2007-08 comenzaron a impartirse los nuevos títulos universitarios adaptados al espacio europeo de educación superior (EEES), la oferta de grados y másteres oficiales no ha dejado de crecer, hasta el punto de que para el próximo curso académico los estudiantes dispondrán en el sistema universitario catalán de un catálogo de más de un millar de titulaciones para elegir. La cifra es claramente excesiva en los estudios de máster (484 en el curso 2010-11), que únicamente disponen de unos 13.000 matriculados, según coinciden en señalar gestores y expertos en política universitaria. Pese a ello, el 2 de diciembre el Consell Inter-univeristari de Catalunya (CIC), que reúne a representantes del Govern y las universidades, dio luz verde a 10 nuevos grados y 80 másteres más para el curso 2011-12.

La decisión contradice las reiteradas manifestaciones del comisionado para las universidades de la Conselleria d'Innovació, Universitats i Empresa, Joan Majó, que ha calificado la oferta de másteres de «desmesurada». En idéntico sentido se han pronunciado otros responsables del departamento que todavía dirige el conseller Josep Huguet, al igual que el secretario general de Universidades del Ministerio de Educación, Màrius Rubiralta, consciente de que Catalunya programa una quinta parte de los másteres oficiales que pueden cursarse en España. La cúpula de la Agència per la Qualitat, a la que compete evaluar los estudios, comparte ese criterio.

AMPLIACIÓN A LA CARTA / Fuentes conocedoras del proceso que ha llevado a la aprobación de los 80 nuevos másteres aseguran que la ampliación se ha llevado a cabo «sin una adecuada planificación, a la carta» y que obedece a la «presión de las universidades», a la que ha cedido el Govern en funciones. La proliferación de másteres abocará a un mayor número de ellos a la inviabilidad por falta de alumnos, con la consiguiente dosis de frustración para aquellos que deseaban matricularse en ellos, vaticinan esas fuentes.

Las universidades se pliegan a su vez a las demandas del profesorado y no a criterios de planificación a la hora de elevar sus propuestas a la Generalitat. Hay rectores, como el de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), Josep Joan Moreso, que no han tenido inconveniente en reconocerlo ante el CIC, argumentado que las propuestas de las universidades en esa materia practican «el seguidismo respecto a los intereses de los grupos de profesores». Esa situación se traduce en que, finalmente, distintas universidades, incluso próximas entre sí, imparten títulos que, en la práctica, son idénticos, una situación que si bien tiene sentido en el caso de los grados, carece de justificación en el caso de la etapa de especialización universitaria.

La conselleria se defiende por boca del director general de Universitats, Josep Ribas, que admite que «siguen sobrando» másteres, pero que las universidades pretendían que se aprobaran 170 y que el departamento consiguió que se redujeran a la mitad. «Se han fijado unos criterios para todos y los 80 se adaptaban a ellos», añade. El director general desvela que, paralelamente, Universitats última una propuesta «para desprogramar entre 50 y 60 másteres en base a criterios de eficiencia», con lo que el incremento de la oferta que ahora se ha autorizado quedaría «casi neutralizado». Los cursos condenados a la extinción son aquellos que no han contando, durante los tres últimos años, con 15 estudiantes, o 10 en el caso de los másteres de investigación puros. «Si se quiere el próximo Govern podrá forzar a las universidades a encontrar soluciones a ese desequilibrio», concluye.

CIERRES Y DESEQUILIBRIOS / En realidad, en el 2010 ya se han cerrado o fusionado una treintena de másteres faltos de demanda, pero aun así la lista es extraordinariamente larga y todavía es posible hallar cursos con «ocho alumnos y una cuarentena de profesores que intervienen de una u otra manera en ellos», según el testimonio de un catedrático de Historia. «Esto es un disparate, propio un modelo insostenible, que se hace muy difícil de reconducir», confiesa un dirigente universitario.