Desastre ecológico

La lección olvidada de Aznalcóllar

Ecologistas y científicos alertan del riesgo de las balsas abandonadas en Andalucía occidental

JULIA CAMACHO SEVILLA
ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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La imagen del lodo tóxico cubriendo hectáreas de terreno verde en Aznalcóllar (Sevilla) que conmocionó al mundo en 1998 no es irrepetible. Pese a que las medidas de seguridad se incrementaron tras el desastre, ecologistas y científicos alertan de que el peligro aún acecha, aunque en menor magnitud, oculto en decenas de pequeñas balsas abandonadas por toda España, especialmente en Andalucía occidental.

En esta comunidad hay 316 balsas de lodos, la mayoría en la franja pirítica de Huelva y Sevilla, que son sometidas a un control«exhaustivo y constante» por parte de la Junta de Andalucía. El decreto que entró en vigor en el 2002, más estricto, no permite ningún proyecto minero«que no sea sostenible y cuente con garantías medioambientales». Pero, como apunta Miguel Ferrer, experto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,«el problema viene cuando no se entiende que las balsas se quedan para siempre».

La lección de 1998 se aprendió a medias. La normativa es rigurosa en cuanto a prevención y planes de emergencia en minas en activo. Pero cuando termina la extracción, no hay obligación de un plan de vigilancia. Algo preocupante cuando el almacenamiento de residuos se mantiene desde hace 50 años.«Si las empresas mineras tuvieran que asumir el mantenimiento indefinido, a lo mejor no veían tan rentable la actividad», apostilla Ferrer.

El mayor problema se da con las balsas pequeñas sin actividad o con las ya clausuradas, en las que la ley solo obliga a restaurar la superficie sin referencias al subsuelo. Aun así, hay incumplimientos como el de la balsa de Aguzaderas (Huelva), que con el triple de residuos que Aznalcóllar está al aire libre desde que dejó de recibir material hace una década y sin un plan de abandono, según Isidoro Albarreal, de Ecologistas en Acción.

Distinto es el caso de la mina Las Cruces (Sevilla), activa desde hace un año, y cuya balsa ya sufrió desprendimientos en la construcción. La empresa, situada entre dos arroyos, se comprometió a deshidratar sus residuos, algo que no ha logrado del todo, según los ecologistas.«No podemos asegurar que no se vuelva a repetir un caso similar al de Aznalcóllar», alerta Ferrer.