patrimonio arqueológico BAJO EL AGUA

El saqueo de los barcos hundidos vacía de tesoros el litoral catalán

Yacimiento de ánforas localizado frente a las costas del Maresme, en una imagen captada el 12 de junio.

Yacimiento de ánforas localizado frente a las costas del Maresme, en una imagen captada el 12 de junio.

FERRAN COSCULLUELA / GIRONA
FEDE CEDÓ / ARENYS DE MAR

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en el lecho submarino de los 550 kilómetros del litoral catalán reposan los restos de miles de barcos naufragados. En los últimos 17 años, el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC) ha localizado 806 yacimientos, la mayoría de ellos de época romana y situados en las traicioneras aguas de la Costa Brava. La cara amarga de estos tesoros es que todos, salvo uno –que no es submarino: está en el lago de Banyoles–, fueron expoliados en mayor o menor medida durante los años 70 y 80. Eso significa que casi la totalidad de los pecios ante las costas catalanas han sido pasto de buceadores furtivos y submarinistas aficionados.

La situación para los arqueólogos se complica aún más con el rápido avance de las tecnologías y el abaratamiento de los equipos de prospección, que hacen temer que se produzca, a partir de ahora, una segunda fase de rapiña, la que afectaría a los barcos sumergidos a más de 50 metros de profundidad o a los restos submarinos enterrados bajo la arena. Y, para acabar de dificultar las cosas, «el efecto de los devastadores temporales del año pasado ha dejado al descubierto muchos de los yacimientos arqueológicos subacuáticos», explica Gustau Vivar, el arqueólogo que este mes de junio dirige la campaña de prospecciones en el Maresme.

USADOS PARA DECORAR / Cuando nacieron los primeros clubs de submarinismo en Catalunya no había la conciencia social que hay ahora sobre la necesidad de preservar el patrimonio cultural. Pescar un ánfora o una moneda era un triunfo que todo aficionado ansiaba para mostrarlo con orgullo a sus amigos. Algunos clubs organizaban concursos para ver quién conseguía más piezas en una inmersión, y en tiendas y hoteles de la Costa Brava era habitual el uso de los restos marinos como elementos decorativos.

Xavier Nieto, director del CASC, advierte de que los avances tecnológicos, el abaratamiento de los aparatos de prospección y los nuevos equipos de buceo, que permiten realizar inmersiones de hasta 120 metros, pueden abrir la puerta al saqueo de los numerosos yacimientos que aún no han sido localizados por encontrarse ocultos bajo los sedimentos del fondo marino o en aguas profundas. «Hace una década, un solo aparato de los que se usan para detectar restos sumergidos costaba unos 25 millones de pesetas (unos 150.000 euros). Hoy en día puedes encontrarlos a un precio asequible para cualquier aficionado», explica.

GANGAS EN INTERNET / Basta una sencilla búsqueda en internet para encontrar ofertas que ponen los pelos de punta. Una de las gangas incluye una sonda hidrográfica (que permite rastrear objetos sumergidos en la arena o el fango), un sónar de barrido lateral (que permite realizar un mapa del fondo marino), un localizador GPS y todo el software necesario para hacerlos funcionar por 42.000 euros. Por si fuera poco, la oferta se puede completar con un robot sumergible hasta 150 metros, equipado con focos y cámara de vídeo, por 8.000 euros.

Joaquim Casellas se dedica desde hace años a las prospecciones y la cartografía marina. Asegura que nunca ha encontrado un tesoro y que tampoco profana yacimientos. «Solo soy un investigador», dice. «Encontrar barcos y yacimientos no es tan fácil. Con equipos baratos se puede detectar alguna cosa en una zona más o menos reducida, pero nunca con la suficiente precisión como para situarlo exactamente en el mapa», razona. Casellas precisa que los equipos que utiliza han sido perfeccionados por su equipo y tienen un coste de unos 600.000 euros, ya que se trata de una tecnología que combina el radar y el sónar con un sistema de geometría con láser.

MUTISMO / Por eso, las máximas de la arqueología submarina son la cautela y la discreción. Es la fórmula que aplica el barcoThetis, del CASC, que repasa los 81 yacimientos localizados en el Maresme y que los temporales han dejado desprotegidos. Cuando se halla un enclave, se cataloga y «se le impone una protección física». «Son tantos los expoliadores –cuenta Vivar– que durante la noche hay quien expolia los hallazgos que hacemos de día».