RELIGIÓN

El Papa comulga con la idea de la "laicidad positiva" de Sarkozy

El matrimonio Sarkozy conversa con el Papa en el Elíseo tras intercambiar regalos.

El matrimonio Sarkozy conversa con el Papa en el Elíseo tras intercambiar regalos.

ELIANNE ROS
PARÍS

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El Papa Benedicto XVI y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, exhibieron ayer una comunión inédita entre el líder de una comunidad religiosa y el máximo representante del Estado laico por excelencia. La madre del cordero recibe el nombre de "laicidad positiva", término acuñado por Sarkozy para promover una visión "abierta" de la tradicional separación entre la República y la Iglesia. Una idea que le viene muy bien al Pontífice para mostrar que la sintonía entre catolicismo y laicidad es posible. Y para lanzar este mensaje a países como España que, en cuestiones como el matrimonio entre homosexuales o el aborto, se aleja más del Vaticano que Francia.

El Elíseo extendió la alfombra roja para recibir al Papa con todos los honores. Tamaña deferencia con un líder espiritual --no prevista por el protocolo de la República-- puso los pelos de punta a la oposición. La misma que, hace unas semanas, reprochaba a Sarkozy no haber recibido al Dalai Lama para no irritar a las autoridades chinas.

UN DIÁLOGO NECESARIO

Tras ser recibido por Sarkozy y su tercera esposa, Carla Bruni, al pie de la escalera del avión que trasladó al Papa a París, Benedicto XVI fue agasajado en el Elíseo. Allí pronunció, ante los líderes del culto musulmán y judío en Francia, el discurso más político de su primer viaje al país vecino. En su discurso previo, el mandatario francés no perdió la ocasión de renovar su llamamiento a "una laicidad positiva, que une, que dialoga, no que excluya o denuncie". Defendió también el intercambio "entre la fe y la razón" e invitó a la Iglesia a participar en el debate ético que plantean los avances médicos y científicos. Apostó también por un mayor contacto con las religiones en general y el cristianismo en particular por la "larga historia" que comparte con Francia. "Sería una locura no hacerlo", sostuvo.

La respuesta de Joseph Ratzinger estuvo en la misma longitud de onda. El Papa aplaudió la "bonita expresión de laicidad positiva" y subrayó la contribución de los creyentes en la construcción de Francia. Sobre la relación entre la Iglesia y el Estado, recordó que Cristo "ofreció el principio de una solución justa: Dad al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios". Dicho esto, abrazó la propuesta de Sarkozy al considerar "necesario" abrir una reflexión sobre "el verdadero sentido y la importancia de la laicidad".

FUNCIÓN "IRREMPLAZABLE"

El Pontífice solo se permitió una objeción, al reivindicar la "función irremplazable de la religión en la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar a la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad". Deslizó también Benedicto XVI un comentario sobre dos de sus principales preocupaciones: los jóvenes y el respeto a la creación.

En medio de una gran expectación, el Papa pronunció por la tarde una conferencia sobre las relaciones entre la fe y la razón y el papel de la religión en la sociedad occidental ante 700 personalidades del mundo de la cultura. El tema y el formato del acto guardaban un gran paralelismo con el de la Universidad alemana de Ratisbona, donde realizó su polémica alusión al islamismo dando a entender que se trataba de una religión violenta. Esta vez fue más sibilino.

ALERTA CONTRA EL FANATISMO

Ante el selecto foro congregado en el Colegio de los Benedictinos --edificio histórico restaurado por la Iglesia para convertirlo en centro dedicado al arte, el conocimiento y el diálogo entre culturas--, Benedicto XVI llamó a luchar contra "el fanatismo y lo arbitrario". Ante los principales líderes del culto musulmán en París, el Papa midió sus palabras y evitó referirse a ningún culto a la hora de abordar la cuestión del fundamentalismo. Se limitó, por tanto, a advertir de que Europa cometería un error "si confundiera libertad con ausencia de vínculos", porque, según dijo, "la falta de lazos favorece el fanatismo".