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Crítica de 'Two weeks to live': otra vez el fin del mundo

Maisie Williams es una joven con sed de venganza en una miniserie heredera de 'The end of the f***ing world'

Two weeks to live

Two weeks to live / HBO

Juan Manuel Freire

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Tras su icónica interpretación de Arya Stark en 'Juego de tronos', Maisie Williams vuelve a sacar espíritu guerrero como la heroína de 'Two weeks to live': la inocente pero salvaje Kim Noakes, joven criada al margen de la civilización y con miedo al fin del mundo por una madre preparacionista, Tina (Sian Clifford), de cuya influencia emerge para cobrarse venganza por el asesinato de su padre.

El personaje puede recordar a la Tom (Thomasin Mackenzie) de la excelente película 'No dejes rastro', aquella joven arrastrada por su padre (Ben Foster), veterano de la guerra de Irak con trastorno de estrés postraumático, a una vida sin electricidad ni cadenas sociales. También tiene algo (sobre todo, sus habilidades en el combate cuerpo a cuerpo) de la guerrera titular de 'Hanna', película y serie, con el rostro de Saoirse Ronan en la primera y de Esmé Creed-Miles en la segunda.  

Pero si a una serie recuerda 'Two weeks to live' es, claramente, a 'The end of the f***ing world' ('El fin del jodido mundo'), no solo porque podría haberse llamado igual. La guionista Gaby Hull ('Benidorm') busca similares equilibrios entre la comedia negra y la romántica: poco después de abrirse paso en la civilización, Kim se encapricha del tímido Nicky (Mawaan Rizwan), hermano del más abierto Jay (Taheen Modak), quien dispara una serie de catastróficos acontecimientos tras currarse una sofisticada broma sobre un apocalipsis nuclear a punto de suceder. También el uso de las canciones o la estilizada y cartesiana dirección de Al Campbell, colaborador usual de Charlie Brooker (se encarga del esperado especial de Netflix 'Death to 2020'), recuerdan a la citada serie, solo buena en su primera temporada, sea como sea.

¿Y esos rótulos gigantes para marcar localizaciones? Justo como los de 'Killing Eve', con la que conecta también en el aura de empoderamiento femenino o la introducción de diálogos prosaicos, absurdamente cotidianos, pero con menos gracia que los de Phoebe Waller-Bridge, en mitad de situaciones de cierta o extrema tensión. En cierto modo, es como si el marco de influencias se limitara a éxitos británicos del último par de años.

Si la serie acaba generando cierta empatía, es sobre todo gracias a la labor de sus intérpretes y, más en concreto, Williams, de nuevo por encima del material que ha decidido trabajar, como le viene pasando con regularidad: recordemos (o no) películas como 'Los Nuevos Mutantes' o 'The owners'. Está creíble en su peligrosa ingenuidad y emotiva en su decepción con el mundo real y las mentiras de sus hombres. "Cuando mientes a alguien, sacas la pasta de dientes del tubo y ya no puedes volverla a meter", dice su personaje tirando de metáfora poco original. Pero es que lo dice Williams y suena a metáfora pronunciada por primera vez.

Un final más o menos abierto invita a elucubrar sobre otras aventuras de descubrimiento de está máquina de autodefensa, pero, para la próxima vez, quizá toda la temporada debiera girar realmente en torno a Kim y no ceder tanto espacio a personajes con menos interés o actores a los que no es tan fascinante observar. Hay una buena serie en el interior de 'Two weeks to live': solo hace falta vaciar, pulir, reconocer los puntos fuertes del proyecto (Maisie, Maisie, Maisie) y apostar de pleno por ellos.

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