CRÍTICA DE SERIE
'Estocolmo, estación central': más drama criminal que serie criminal
Esta miniserie sueca funciona bastante mejor en el retrato de los personajes que en la elaboración de las situaciones a las que deben enfrentarse
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
En esta miniserie sueca hay varias tramas que al principio funcionan indistintamente, pero sabemos que están condenadas a encontrarse. Una peripecia atañe a dos jóvenes rumanas que han sido forzadas a prostituirse en Estocolmo. Otra tiene como protagonista a un matrimonio formado por dos agentes de policía. Y la tercera, que se desprende de la anterior, tiene se centra en un delincuente que ha provocado una situación traumática en la pareja y cumple en la cárcel una condena mucho menor de la merecida.
Flota en el relato global la venganza, la de las chicas rumanas contra aquellos que las han destrozado y la del policía contra aquel que ha roto su hasta entonces casi idílica existencia. Aparece también otro personaje fundamental, más en la sombra, el amigo íntimo de la pareja, también policía y fundamentalista de la esgrima. Todo va encajando con precisión y converge durante un par de episodios en un único escenario; si algo no falla en esta historia es la mecánica de los acontecimientos fundamentada en la aceptación de una cierta casuística.
Tan fría como aquellas películas que hace poco más de una década pusieron de moda la narrativa policíaca nórdica (con la exitosa saga 'Millennium' a la cabeza), 'Estocolmo, estación central' no es una serie criminal en el sentido estricto del término, aunque su soporte genérico sea ese. Habla de otros temas y situaciones, retrata mentalidades familiares al límite, se centra en decisiones y superaciones morales. Es más bien un drama criminal protagonizado por jóvenes inadaptadas (las dos actrices rumanas, debutantes ambas, son excelentes), policías traumatizados, delincuentes contritos, confidentes y una variada gama de personajes que pasan de puntillas por la fina línea que separa el bien del mal, con la taquilla de una estación, la caja 21 a la que alude el título original, actuando a modo de 'macguffin'.
Evidentemente, a lo largo de los seis episodios se producen diversos e inesperados giros, uno de los axiomas de la serialidad televisiva que funcionaron en la era clásica y siguen funcionando ahora. Pero esas sorpresas argumentales no son lo más importante de una serie que funciona bastante mejor en el retrato de los personajes, más ambiguos, transparentes, serenos, lógicos, irracionales o violentos, que en la elaboración de las situaciones a las que deben enfrentarse por mucho que estas sean las que condicionan sus actos.
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