CRÍTICA DE SERIE
'White lines': sexo, drogas y techno house
Alambicado 'thriller' que hay que disfrutar como folletín catódico en los límites de lo imposible
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
La trama de ‘White lines’ podría resumirse en estas cinco palabras: ¿Quién mató a Axel Collins? En esta historia de poder y corrupción ambientada en la soleada Ibiza y la grisácea Manchester, en la que drogas y sexo se mezclan esta vez con el techno house en vez del rock’n’roll, lo que busca todo el mundo es encontrar a los culpables de la muerte de Axel, un joven de Manchester que se fue a Ibiza tras ser un contestatario de las fiestas ácidas y las raves de música electrónica.
Veinte años después de su misteriosa desaparición, los restos de Axel son hallados en las tierras almerienses de una de las familias más poderosas de Ibiza. Su hermana, que le ha idolatrado siempre, intenta averiguar lo que ha ocurrido. Media docena de personajes se unen, por distintos motivos, a esa búsqueda que, como siempre, hará salir a la luz secretos inconfesables.
‘White lines’ está planteada como un (lúdico) culebrón al ritmo musical que marcan Primal Scream, Death in Vegas, Groove Armada y descargas de deep house y otras ramificaciones musicales gestadas en Manchester y explotadas, para un turismo artificioso de yuppies, hippies reciclados y pastilleros de profesión, en las playas, chiringuitos y discotecas de la isla balear. DJ nostálgicos de tiempos mejores, rayas de cocaína –a las que alude el título de la serie, tomado de una canción de Melle Mel y Grandmaster Flash sobre la adicción a esta droga–, conflictos generacionales, orgias de super lujo, sacerdotes vendidos al poder, negocios fraudulentos, terratenientes que entierran a sus perros en el panteón familiar y familias ricas que no desentonarían en ‘Dallas’,‘Dinastía’ o ‘Nissaga de poder’.
Es un mosaico reconocible y expeditivo diversificado en sub-tramas de guion bastante delirantes, todo sea dicho, pero al mismo tiempo con una sana convicción de no tomarse demasiado en serio nada de lo que se está contando. En el fondo, hay algo de subversión de los tópicos del culebrón televisivo en esta nueva creación de Álex Pina, quien después de ‘Los Serrano’, ‘Los hombres de Paco’, ‘El embarcadero’ y su criatura más popular, ‘La casa de papel’, da el salto a la ficción televisiva en inglés asociándose con la compañía productora de ‘The Crown’.
El resultado es limitado si se ve ‘White lines’ desde la perspectiva de la cultura de la música electrónica de baile. Curioso como' thriller' alambicado. Feroz en cuanto a la nostalgia del pasado por parte de quienes han cumplido los 40. Divertida como folletín catódico en los límites de lo imposible.
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