Así puedes ser menos autoexigente

Nos encontramos con un ritmo social que nos empuja a la exigencia sobre nosotros mismos, a alcanzar la perfección de forma imperativa. Un estándar que nunca puede ser alcanzado porque siempre se aleja a medida que nos acercamos. Esto genera ansiedad, sensación de invalidez y baja autoestima.

El perfeccionismo disfuncional se basa en las metas elevadas que nunca son satisfechas, impuestas por uno mismo y que generan numerosas emociones negativas. Las consecuencias son siempre negativas, con la baja autoestima como causa y efecto y con la posibilidad de salir del círculo vicioso si seguimos pequeñas pautas.

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Consecuencias

Establecernos metas y exigirnos ser cada día mejores va intrínseco a la naturaleza del ser humano, un afán de crecimiento que nos ha hecho evolucionar y llegar hasta el momento actual. Sin embargo, la autoexigencia y el perfeccionismo disfuncional rebasan el crecimiento y acaban generando el efecto contrario: el bloqueo en la persona y la escasa utilización de las herramientas necesarias para alcanzar las metas.

¿Hacia qué consecuencias nos lleva la autoexigencia?

• Síntomas depresivos.
• Alto nivel de estrés y ansiedad.
• Baja autoestima, con falta de validez y autoconcepto.
• Foco cerrado sobre uno mismo y los errores que se cometen.
• Problemas digestivos.
• Tensión muscular.
• Fatiga crónica.
• Pensamientos circulares.
• Aislamiento.

Sé menos autoexigente

Cambiar el foco hacia nuestro interior positivo requiere de un esfuerzo cognitivo que exige romper con los esquemas mentales prestablecidos. Alejarnos de la zona conocida nos hace agarrarnos a los miedos, ya que es el lugar donde sabemos desenvolvernos, aunque no sintamos bienestar.

A través de las siguientes pautas, podemos ir rebajando el nivel de autoexigencia y alcanzar una mayor validez propia:

1. Marca tus metas

El objetivo de la autoexigencia a nivel teórico es elevarnos por encima de lo que ya somos y ser simplemente mejores. Pero lo hace sin propósito, sin unas metas objetivas marcadas que puedan evaluarse a posteriori. Por eso, lo correcto es saber qué objetivos queremos conseguir, marcar un plan de acción y evaluar con el tiempo si estamos andando por el camino correcto y si vamos logrando lo fijado.

2. Vuelve a tus valores

Los valores hablan de nosotros mismos, de nuestros sueños y del camino que queremos recorrer. Son nuestra esencia. A menudo olvidamos nuestros valores y nos dejamos guiar por lo marcado socialmente, tanto de nuestro entorno más cercano como de estándares alejados.

Vuelve siempre a lo que eres. Evalúa qué es lo que te llena y te hace disfrutar, escoge tus propios sueños en función de tus necesidades, no de la imagen social.

3. Disfruta

Tendemos a la autoexigencia de forma paradójicamente pasiva: hacemos lo marcado por el resto y procuramos en ese camino ser los mejores. Sin embargo, nos olvidamos de marcar nosotros también lo que queremos hacer y disfrutar en ello. ¿Estás seguro de que estás optando al ascenso que quieres? ¿Son los planes del sábado los que te hacen disfrutar? ¿Hasta dónde te influye el resto?

4. Agradece

La gratitud es la cualidad de saber valorar todo lo que hay en nuestra vida, independientemente de cómo haya llegado a nosotros. Tendemos a obviar lo positivo y fijarnos en todo lo malo que nos sucede. Cambia el foco. Dedica unos minutos cada día a mirar alrededor y ser consciente de todo lo que te va sucediendo y te hace estar mejor de lo que estabas tiempo atrás.

Disfrutar el momento presente y fluir en las actividades cotidianas, tanto en lo social como en lo laboral, se consolidan como los polos opuesto al perfeccionismo disfuncional. Vivir desde la aceptación y el compromiso con el bienestar nos ayuda a superar este problema y poder abrir el foco a todo lo positivo que ya existía y que no estábamos viendo.

* Ángel Rull, psicólogo.