PSICOLOGÍA

¿Necesitas siempre salir en grupo? Haz planes tú solo por tu autoestima

Atreverse al ocio en solitario refuerza y mejora nuestra autoestima

Viajar solo, una opción al alza entre los turistas españoles.

Viajar solo, una opción al alza entre los turistas españoles. / periodico

Ángel Rull

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Cada vez son más las personas que viven solas, pero no sabemos vivir en soledad: necesitamos un amigo o un grupo para cualquier plan, para realizar viajes o para escoger un libro nuevo.

Sin embargo, disfrutar de uno mismo es una de las experiencias más enriquecedoras y reconfortantes que existen.

Ir al cine solo

En España tenemos totalmente asumido que el ocio es en compañía. Ir al cine, a un bar, dar un paseo, visitar un museo son actividades que van directamente unidas a estar con más personas. Sin embargo, ¿por qué no somos capaces de hacerlas y disfrutarlas nosotros solos?

Todas las tareas de carácter práctico, como ir al banco, las realizamos sin nadie más. De hecho, nos resulta extraño preguntarle a alguien si nos acompaña a hacer las gestiones. Y, por el contrario, todo aquello que implica placer y disfrute está relacionado con el grupo.

Nos asusta que nos juzguen, nos aburrimos o nos sentimos incómodos si hiciéramos todo eso sin otras personas. Es la utilidad en sí misma de la tarea la que marca que la actividad pueda ser hecha en solitario sin otras personas alrededor. El miedo desaparece según la tarea cuando la soledad (o no) es exactamente la misma.

Diseñados en grupos

Nuestra vida parece concebida para compartir. Desde el supermercado, con productos para toda la familia, hasta la paella para dos del chiringuito de la playa. Somos educados para no estar solos, para anular parte de la autonomía que necesitamos.

No sabemos culturalmente gestionar la soledad, no se ve como un espacio positivo de bienestar, sino como algo aterrador donde todo el mundo nos estará mirando. En base a eso, estructuramos un ocio siempre con, al menos, una persona. Incluso, en muchas actividades, necesitamos que haya más de uno, como viajar o ir a una discoteca.

La razón es simple: no tenemos tiempo en el día a día para parar, pensar en nosotros y disfrutar: del trabajo al gimnasio y luego cañas y cena; pensar es inconcebible. Es aquí cuando, al vernos en solitario, necesitamos el escudo del otro: el silencio ante nosotros mismos es algo ajeno y casi extraño.

Aprende de la soledad

Si te alejas del grupo, empiezas a descubrirte, comprenderte y atender tus necesidades. De hecho, podemos ver dentro de nosotros, comprender cómo de sólida es nuestra confianza y nuestra autoestima, lo que muchas veces genera malestar. El autoconocimiento, cuando hay vacío, no suele ser positivo.

Llega el momento de construir. Empieza poco a poco. Identifica qué es todo aquello que te apetecería hacer; cosas simples, que no requieran una gran exposición en público y que, por asociación, suelan hacerse sin compañía, como ir a clase de italiano. A partir de ahí, puedes ir generalizando las situaciones, yendo al parque a dar un paseo, a tomar un café a una zona tranquila de tu barrio, hasta acabar yendo al cine, a un bar o a un concierto. Los cambios deben ser graduales, despacio, pero sobre seguro.

En los espacios de soledad irás descubriendo que conectas contigo mismo, que sientes mejor qué te apetece hacer, comer o leer. Eliges tú el destino, el restaurante y el recorrido. Esto suele producir miedo, ya que no estamos acostumbrados a tomar el 100% de una responsabilidad; suele ser consensuada con otro y si sale mal, no es solo culpa nuestra. Saltar esta barrera y enfrentarse a la soledad aumenta el disfrute de la experiencia y de nuestra compañía..

Ángel Rull, psicólogo clínico.